DESCUBRIENDO EL PROPÓSITO DE MI VIDA

DESCUBRIENDO EL PROPÓSITO DE MI VIDA

Hace varios días compré un libro de Tania Karam (Una Vida con Ángeles) en donde –entre otras cosas- habla de nuestra misión de vida.

Ella dice que entre los tres y cuatro años de edad, los padres pueden notar cosas que les llamen la atención de sus hijos y que arrojen pistas sobre el propósito de sus vidas. A los siete años, varios hechos muestran lo que ellos han escogido como misión, siendo los cinco, seis y ocho, años importantes, ya que nos dan pistas. Nuevamente, a los dieciocho, nos acercamos a nuestra misión. 

Y claro, como nada es casualidad, justo a la semana de haber comprado el libro, comencé el taller “Descubriendo el Propósito de mi Vida” con una gran terapeuta de la frontera Juárez-El Paso, Haydée Carrasco. Si bien no fue el título lo que me atrajo a tomar un nuevo curso, sabía que sin lugar a dudas sería de gran utilidad para mí, ya que Haydée es garantía, independientemente del tema que imparta.

¿Y por qué no me llamaba tanto la atención el nombre? Pues porque según yo, es algo que tengo claro, ya que sospecho desde hace años que el propósito de mi vida es escribir. ¿Por qué? Porque como una de las características de la misión es que no sea solamente algo que nos apasione hacer, sino que con ello demos algo a los demás, los mensajes que amablemente me escriben algunas personas exhortándome a no dejar de escribir me hacen pensar que por ahí va la cosa. Como les digo siempre: me fascina escribir, pero que a alguien le guste lo que escribo, es la cereza en el pastel… es lo que me hace sentir plena.

Curiosamente, y pensando en lo que Tania Karam dice sobre los años en que tocamos nuestra misión, justo en este momento me está cayendo el veinte de que a los 18 años nació en mí el deseo de ser escritora… wow! Esto sucedió una noche de lluvia, la noche en que viajaría a Albuquerque por primera vez con la Banda de Guerra de mi querido Tec de Chihuahua. De pronto, me pareció increíble la idea de ser escritora y me puse a narrar lo que sentía en ese momento. Claro que cuando lo leí, hasta me caí gorda, jajaja, pues la escritura se sentía forzada. Sin embargo, guardé ese papel por más de 30 años y apenas lo rompí hace uno o dos. Wow y más wow… ¡qué revelación!

Pero volvamos al curso. 

Haydée comenzó con una meditación, un pequeño ejercicio para conocernos un poco más y procedió a explicar que descubrir el propósito de nuestras vidas es CONECTARSE CON LA FUENTE DE VIDA. Y para esto, nos dio un ejemplo muy claro. 

Señalando la unidad de aire acondicionado empotrado en la pared, dijo:

  • Supongamos que quitamos este aparato y lo reemplazamos con uno más bueno, más bonito y  que encaja perfectamente en el agujero que dejó el anterior. ¿Qué pasa si no lo conectamos? Pues lógicamente, no va a cumplir con la misión para la que fue diseñado, que es enfriar un espacio. 

Y es que todos, absolutamente todos, venimos al mundo con una misión, con un propósito. Esto es un acuerdo que haces con Dios (o la Vida, el Universo o como ustedes le llamen) antes de nacer. 

¿Qué pasaría si le ponemos calcomanías al aire acondicionado o usamos el cable para colgar ropa? Podemos hacerlo, pero nada de eso va a ayudar al propósito de la unidad. Y claro, a lo mejor va a ser el mejor colgador para ropa que alguien pueda tener, pero no va a estar haciendo su verdadera función. Y es que, OJO, tener éxito no necesariamente quiere decir que estamos llevando a cabo nuestra misión. 

¿Qué sucede cuando hacemos muchas cosas, menos aquella para la que FUIMOS CREADOS? Corremos el riesgo de caer en un vacío existencial. El peligro de esto es que cuando comenzamos a tratar de llenarlo, surgen las adicciones (recuerden que no solo hay adicciones a las drogas, alcohol o juego, existen muchísimas más) y nos llenamos de dolor. 

Por fortuna, una manera de SALIR DE LAS ADICCIONES es:

CONECTARNOS CON LO QUE NOS HACE FELICES

¿Y qué nos hace felices? ¡Ah! Eso es algo que cada quien debe ir descubriendo. Para esto, podemos hacer el “corte de caja mental” que mencioné en la gunicharrita “Al Acecho de mis Pensamientos”:

“Haydée –la terapeuta- nos sugirió que todas las noches identificáramos algo de lo que estemos agradecidas y algo de lo que no nos sintamos orgullosas (y aquí es donde entran los pensamientos positivos y los negativos que tuvimos en el día o los que tengamos en ese momento). Cuando escuché esto, me acordé que unos tres o cuatro años atrás, yo había comenzado algo similar con mis hijos. La diferencia era que debíamos escribir muchísimas cosas de las que estábamos agradecidos (no recuerdo el número… ¿20? ¿50? No sé, solo sé que era algo excesivo, por lo cual la práctica no nos duró ni una semana). 

Esta versión más ‘light’ me entusiasmó e hice planes para saliendo de ahí pasar a una tienda a comprar un cuaderno súper bonito y tal vez unas plumas de gel de colores para comenzar esa misma noche. Sin embargo, mi hija me cambió la pichada al pedirme que fuera por ella a la escuela porque se sentía mal (estaba muy resfriada). 

Esa noche, mientras me lavaba la cara, me acordé de lo que iba a comprar y dije para mis adentros: ‘¡Chin, no fui por el cuaderno! Bueno, pero a ver… ¿qué hubiera escrito hoy?’ Les juro que en menos de dos minutos ya tenía una larga lista de cosas qué agradecer y una o dos de las que me arrepentía o no me sentía tan orgullosa. En ese momento me di cuenta que no necesitaba un cuaderno bonito ni unas plumas de gel de colores… es más, no necesitaba escribirlo, ese “corte de caja” mental fue suficiente para aterrizarme. “

Ese ‘ALGO DE LO QUE ESTEMOS AGRADECIDOS’ es ni más ni menos que lo que TE HAYA HECHO FELIZ… lo que te haya hecho sentirte PLENO.

Nosotros los padres podemos AYUDAR a nuestros HIJOS a IDENTIFICARLO. Por ejemplo, cuando los VEAMOS FELICES, podemos decirles: 

  • Esto te hace feliz…

O cuando estemos comiendo, podemos preguntarles qué los hizo felices ese día y qué no (esto último, para mejorar).

Tania Karam dice que en las edades que ya mencioné (cinco, seis, siete y ocho), hay que preguntarles:

  • ¿Qué vienes a darle al mundo (nombre del hijo)?
  • ¿Qué vienes a darnos a nosotros, tus papás?
  • ¿Qué vas a hacer cuando seas grande?

 Y claro, aparte de que nosotros hagamos nuestro ‘corte de caja mental’, es bueno cuestionarnos:

  • ¿Qué quiero ser?
  • ¿Qué debo hacer con mi vida?
  • ¿Cuáles son mis metas?

Esas preguntas se contestarán de dos maneras:

  1. Por especulación 
  2. Por revelación. Aquí comenzaremos a recibir señales por todos lados (conocemos alguna persona que tiene que ver con lo que nos interesa, nos regalan un libro que dice una frase que tiene sentido, etc.). Dios, el Universo, los ángeles o quienes ustedes crean que están encargados de ayudarnos, SIEMPRE nos contestan, lo único que debemos hacer es solicitar su ayuda, ya que ellos son muy respetuosos del libre albedrío. Al hacerlo, es bueno pedir que cuando nos contesten, lo hagan de manera FUERTE Y CLARA. Después de eso, solo nos queda estar atentos a lo que sucede a nuestro alrededor. 

Por desgracia, muy rápido se nos terminó el tiempo de la primera sesión (mas no así de la Gunicharrita) y después de ésta, me quedé a terapia con Haydée. 

Y bueno, me voy a ventanear un poco platicándoles lo que sucedió ahí, pero creo que es importante para esta historia. 

Entre otras cosas, quise verla porque últimamente mi indecisión y apatía se han disparado a niveles insospechados. 

Después de hacerme muchas preguntas y escuchar atentamente,  Haydée me dio su diagnóstico:

—A ti te emputa la casa.

¿Quéeeeeee?  ¡Jamás lo había pensado… disfruto muchísimo el no trabajar fuera! Aunque… es cierto, me gusta mucho ver la casa limpia y ordenada, pero claro que prefiero no ser yo la que tenga que hacerlo. También sueño con atender a mi familia a cuerpo de rey, como lo hacía mi mamá, pero luego recuerdo que ella –en nuestros buenos tiempos- tenía dos trabajadoras de planta y a veces hasta tres y –como a la rana René- se me pasa. 

Haydée continuó:

  • Lo que a ti te llena es algo más bien intelectual (aquí puse cara de ‘what’), filosófico (bueno… eso es cierto, las gunicharritas son un claro ejemplo de mi alucine, jajaja). 

Entonces, me dejó de tarea hacerme un horario en el cual deje un tiempo fijo para traducir y otro para trabajar en el segundo libro (¿recuerdan que ya lo había terminado pero que lo estoy ampliando? Lo malo es que no me he dado el tiempo para ello). 

Si no tengo nada de traducciones, entonces lo deberé dedicar a escribir. 

Si no se me viene nada a la mente, no importa… me siento frente a la compu y espero a que lleguen las ideas. 

Esto tiene todo el sentido del mundo, sé que así lo hacen la mayoría de los escritores, pero por desorganizada no lo he hecho.

 Aparte de eso, también me dejó de tarea hacer un menú para 30 días (batallo mucho para decidir qué hacer de comer y a veces vengo preparando la comida ya cuando mis hijos llegaron o están por llegar), escoger un horario fijo para mis clases de Pilates y de italiano, así como para la bendita Alegría del Hogar. 

Si bien todo esto me asusta un poco y me parece algo difícil, estoy comprometida a hacerlo, ya que tengo muy claro que el propósito es darle estructura a mi vida para descubrir –o corroborar- cuál es mi misión en esta existencia. 

Ya para concluir, solo quiero decir algo más que no deja de asombrarme…  ¿Cómo es que después de estar pidiendo una cita con Haydée por varios meses, por fin puedo conseguirla justo cuando en el taller vemos el propósito de vida y cuando días antes llega el libro de Tania Karam a mis manos? 

Así es la vida. Nada es casualidad y yo me dejo llevar y consentir por el universo, mis Ángeles, mis Maestros y por supuesto, Dios. 

Gracias a todos aquellos que me hacen el honor de leerme, por ser parte de mi misión. Y ustedes… ¿cómo van con la suya?

¡Abrazos!

Aprendiendo

En estos días me he quedado sorprendida con las diferentes maneras de pensar de los seres humanos, desde la Alegría del Hogar que encuentra el acomodo perfecto para x cosa en mi casa, hasta la terapeuta que te hace ver lo equivocada que estás en algo que jurabas era lo correcto. 

Lo maravilloso es abrirse a la posibilidad de aprender de los demás y no aferrarnos a nuestros pensamientos… por muy nobles que pensemos que éstos sean. 

Por ejemplo, esta semana compartí en Facebook una publicación en la que se invitaba a las personas a decir –y pensar- solo cosas positivas de ellas mismas por una semana. Cuando lo leí, me pareció una idea excelente, ya que estoy consciente de que podemos ser nuestro peor crítico, y como constantemente nos estamos bombardeando con pensamientos, ¿qué mejor que vigilarnos para asegurar que fueran solo positivos?

Para mi sorpresa,  algunas personas no estuvieron de acuerdo, ya que argumentaron que caíamos el riesgo de volvernos soberbios. ¡Toinnnn! Me quedé de a seis… Mi geme Nora entró al quite diciendo que las religiones nos habían vendido la idea de que teníamos que ser humildes, pero que esto no tenía nada que ver con eso, lo importante aquí era la autovaloración, para así atraer lo bueno. Otras amigas dijeron que al no maltratarnos corríamos el riesgo de no ver nuestros defectos… yo contesté que era muy diferente no criticarse que decirse cosas malas. 

A lo que quiero llegar con este ejemplo es que algo que para mí era positivo, noble y puro, para otras personas no lo era tanto. 

¿Quiere decir que yo estoy bien y ellas mal o viceversa? Para nada. Quiere decir que todos podemos pensar de manera muy diferente… y está bien.

Pero no es aquí solamente donde aprendí esto. Les explico. 

Después de varios días de padecer unas horribles llagas en la boca, decidí ir a ver a mi amiga Tere Gutiérrez. Ya había probado mil y un remedios, pero algo me decía que eso tenía que ver más con algo interno que con lo físico, así que hice cita y ayer me dispuse a recibir la terapia de biomagnetismo. Sabía que con ella, Tere desnudaría mi alma y me sacaría la sopa sin que yo me diera cuenta y que finalmente, mi cuerpo y mi espíritu sanarían. 

Bueno pues me acosté y después de contestar a algunas preguntas, decidí que aprovecharía ese momento para relajarme. Llegó un momento en que Tere salió de la habitación, dejando que los imanes hicieran su trabajo y me dormí profundamente.

Cuando regresó, platicamos un poco y le dije que pensaba que las llagas me habían salido por una diferencia de opinión que tuve con un grupo al que pertenezco y que como lo había expresado, ese coraje me había ‘quemado’. 

En ese momento, me paró en seco.

  • ¿Sabes qué? Tú no eres redentora de nadie. Si esas personas quieren actuar de una manera que no te parece y te molestas por ello, estás fregada. 

¡Plop! Sus palabras me cayeron como balde de agua helada…

—Pero… ¡eso que hacen no está bien! 

—Para ti no está bien, pero ellos no lo ven como tú. Si te molesta tanto, no participes de eso. La próxima vez que te veas envuelta en esa situación que te incomoda, retírate con cualquier pretexto. 

Y remató:

—Tú no eres su mamá. 

¡Toin y más toin!

Sus palabras me hicieron recordar algo que Laura Buendía había escrito recientemente:

La vida es como es, no como debería. Gracias por todo lo que me sucede a cada instante, bueno, maravilloso, grandioso, horrible, horrendo, feo y demás. Gracias por la bendición y la maldición, gracias por la luz y por la obscuridad. Gracias a mis hijas, gracias a mi familia. Gracias a todos los que me felicitaron y se dieron tiempo de mostrarme su cariño por cualquier medio. Gracias a los que no les importo ni un cacahuate, gracias a los que me aman, gracias a los que me odian. 

Y pues sí… entre Laura y Tere me hicieron entender que ese “debería” no tiene razón de ser. 

Que yo no soy nadie para decirles a los demás cómo vivir su vida… por muy torcido que me parezca su camino. 

Si hago esto –que no es nada fácil- no solamente voy a dejar de molestar a otros, sino me quitaré ese tremendo peso que adquirí cuando decidí volverme Directora de Vidas Ajenas. 

Así que… retiro lo dicho a todos aquellos que he intentado cambiar: que cada quien haga de su vida un papalote y lo eche a volar, porque sí… LA VIDA ES COMO ES, NO COMO PENSAMOS QUE DEBERÍA DE SER.

¡Gracias por todas las cosas, personas y situaciones que me retan siendo como son y no como yo quisiera que fueran!

¡Gracias porque eso es perfecto!

¡Gracias por abrirme los ojos!

¡Gracias, gracias, gracias!

AGUAS

Dicen que cuando el río suena es que agua lleva… ¡En la torre! Ya me pusieron a pensar dos personas que en los últimos meses me han dicho algo que me ha sorprendido bastante. 

La primera fue una señora muy querida a la que hace tiempo adopté como mamá. En una ocasión que me dio un regalo “nomás porque sí”, le dije que me daba mucha pena recibirlo, que para qué se había molestado y todas esas babosadas que uno acostumbra decir. Su respuesta me dejó de a seis: “Aguas mijita, porque no aceptar los regalos que te hacen los demás raya en la soberbia”… ¡Ploooop! 

  • ¿Por qué? –pregunté asombrada con cara de ¿cómo-chingados-si-soy-bien-linda?

La buena señora procedió entonces a explicarme que así como yo disfruto enormemente al dar, cuando no acepto un regalo o me siento mal porque me lo están dando, le estoy quitando a la otra persona la satisfacción de verme gratamente sorprendida. 

Su lógica me dejó pensando y llegué a la conclusión de que tenía razón, ya que algo que disfruto mucho al salir de vacaciones es comprar recuerditos para amigos y familiares y el ir encontrando algo significativo para cada uno de ellos me hace muy feliz. 

Recordé también una vez que gané dinero en efectivo (creo que como 1,500 pesos de hace casi 30 años) en un concurso. Emocionada, decidí dividirlo en ocho partes para compartirlo con mis hermanos y mis papás. Todos se mostraron muy contentos, solo un@ de ell@s (no voy a decir quién) no lo quiso aceptar, diciéndome que me hacía más falta a mí. Si bien entendí su razonamiento (esa persona ya trabajaba y ganaba mucho más de lo que yo le estaba dando), no pude dejar de sentir un nudo en la garganta al ver cómo mi muestra de cariño era rechazada. Claro que ese detalle no fue lo suficientemente importante en mi vida, ya que hasta hace unos pocos meses, seguí repitiendo la conducta de mi herman@ al no sentirme digna de recibir algún regalo (¡Ay, para qué te molestas, qué pena!). Por fortuna, la plática con mi mamá adoptiva me hizo conectar de nuevo con ese sentimiento que había estado dormido por muchos años y pude hacer ‘clic’ (o lo que es lo mismo, ¡vengan los regalos que los acepto con gusto, jajaja!)

La otra persona que me puso a pensar es alguien a quien conozco poco pero que admiro mucho. Quejándome yo del desmadre que mi hijo tiene en su cuarto, ella me contestó que quizá él solamente está imitándome… ¡Toñoñoñoñóooooon! Mi mente viajó de inmediato a mi closet, ya que le traigo unas ganas enormes desde hace meses.  Entendiendo la conexión entre una y otra cosa, le dije: 

—Tiene razón, mi closet también es un desmadre, pero créame que no tengo tiempo de arreglarlo. 

Y ahí fue cuando vino el segundo jalón de orejas:

—No tiene tiempo… OK… Decir que no se tiene tiempo para hacer algo es ser SOBERBIO… ¿Usted cree que si Laura (´ora yo) deja de hacer alguna de las múltiples actividades, el planeta Tierra va a dejar de girar (e hizo la representación con las manos, simulando que el planeta se detenía, emitiendo un chirrido)? ¡Pues no!!! A nadie le deseamos que se enferme o tenga un accidente y vaya a dar al hospital, pero cuando esto sucede… ¡no pasa nada allá afuera!!!! ¿Por qué? Porque no somos IN-DIS-PEN-SA-BLES y el pensar lo contario denota soberbia. 

Toin, toin y más toin!!!! 

¡Es cierto! Y de pronto recordé la frase mamona que la mayoría de las mamás solemos decir, hasta poniendo cara de mártires y dándonoslas de ‘muy acá’: 

—“Es que las mamás no nos podemos enfermar…” y con voz de Armando Hoyos: ¡Cá-lle-se! … o como decían unos amigos: “¡No sea mamón!” (por cierto, esa frase le encantaba a mi mamá y cuando veía a alguien muy mamilas, la decía sin que la otra persona se diera cuenta, jajajaja).

Es cierto, somos personas muy ocupadas, pero la naturaleza se encarga de desmentirnos cuando nos resfriamos o peor aún, cuando nos viene alguna otra enfermedad grave Y EL MUNDO SIGUE GIRANDO: Alguien más hace de comer en nuestras casas, las mantiene limpias, sirve de chofer de los hijos y un larguísimo etcétera. 

Y aquí queda perfectamente la frase de una famosa modelo de los años 70’s u 80’s que leí cuando era una adolescente cursi que se la mantenía copiando frases y citas citables de libros y revistas (han de disculpar que no sean las palabras exactas, pero no encuentro la libreta en la que la apunté):

“Mi consejo para quienes desean ser modelos es que NO SE TOMEN DEMASIADO EN SERIO.  Deben recordar que si aparecen en las portadas de las revistas no es porque hayan firmado un importante tratado de paz, sino porque el color de su cabello combina con el lápiz labial”.

¡Bien! 

Así que, de todo corazón, mil gracias a esas dos maravillosas personas por hacerme ver la realidad. ¡Y a ponerlo en práctica!

La pausa del medio siglo

Una pausa en el camino a medio siglo de distancia.

¿Recuerdan que en la gunicharrita anterior les conté que para celebrar mis 50 primaveras pensaba irme a un retiro de meditación en silencio? Pues bien, por primera vez en muchos años, pasé mi cumple de una manera totalmente diferente a lo de siempre y quiero platicarles cómo me fue. 

Esto sucedió en Las Cruces, Nuevo México, en un lugar que unos sacerdotes franciscanos tienen especialmente para retiros.

¿Sacerdotes? ¿Retiros? No se asusten, yo no soy nada religiosa, aunque cuando era adolescente sí me atraía mucho lo que la iglesia católica hacía. Junto con mis hermanas Thalía y Nora participaba en el grupo de oración de San Felipe (en Chihuahua). Nos juntábamos los sábados, cantábamos y hacíamos oración. Los domingos nos íbamos muy temprano al Hospital Central a cantarle a los enfermos… mi mamá nos decía que más bien íbamos a martirizarlos, ¡jajaja! Una vez hubo un retiro en la ciudad de Delicias y tuve la fortuna de ir. Fue solo de un día, salimos muy temprano y regresamos como a las 11 de la noche, creo. No recuerdo muy bien qué hicimos, solo  que cantamos y que el ambiente era increíblemente hermoso. 

Luego crecí y desarrollé una alergia por la religión. A pesar de eso, volví a ir a otro retiro, en esta ocasión para matrimonios,  en el mismo lugar del de la semana pasada. También fue muy bonito. 

El de mis 50 años (10 después del de matrimonios) sería el primero que no tuviera nada que ver con la religión… bueno, si acaso un poco con el budismo, pero en realidad era más bien iba a ser una práctica espiritual.  

Y se llegó el día. El registro era de 3 a 5, pero yo -a la moda Jurado Alonso- llegué después de las 6, ya que tuve que ir por mis hijos a la escuela, llevar a la alegría del hogar al camión, comer y pues ya entrados en gastos, aventarme unos quince minutos de “Drop Dead Diva” con mi marido… de despedida. 

Subí las maletas a mi camioneta… fue una sensación muy rara irme yo solita, pero me di ánimos pensando que así había nacido y que cuando mi cuerpo muriera, así también regresaría al Hogar. En el camino apagué el radio para ir entrando en el silencio. Llegué a las Cruces (o Kruces, para los pochos) en un santiamén y  me dirigí al lugar del retiro. Me estacioné entrando a la derecha y sonreí dando gracias a mis angelitos adorados de mamá y de papá porque –para variar- me tenían el lugar de la mera orilla (como siempre se los pido para evitar los portazos). 

Bajé primero un pastel que había comprado en Sam’s, ya que todos teníamos que llevar algo y eso fue lo primero que me topé al entrar a la tienda… ¡se veía delicioso! Llegué directo a la cocina y ahí me encontré a Frances, la coordinadora. El voto de silencio todavía no comenzaba, así que me presentó a Michael Freeman, quien sería nuestro guía durante el fin de semana (Michael es uno de los fundadores de un monasterio contemplativo en Nuevo México: Southwest Sangha).

Frances guardó el pastel en el refri y me entregó la llave de mi cuarto. Regresé al carro por mis cosas y después de dejarlas en la habitación, me dirigí a la sala de meditación, a donde ya estaban entrando algunas personas; dejé mis tenis cerca de la puerta y me senté entre dos señoras. En total, éramos como 30 personas  (20 mujeres y 10 hombres), con edades que fluctuaban entre los veintipocos hasta los chochenta y muchos.  No me lo esperaba, pero Michael comenzó pidiéndonos a todos que nos presentáramos y que dijéramos por qué habíamos ido al retiro. Nos explicó que a partir de esa noche ya no deberíamos de hablar y que en lo posible, evitáramos establecer contacto visual con los demás. Como no éramos los únicos en el centro (había también un grupo de diáconos), nos pidió que no nos molestáramos ni los juzgáramos si los escuchábamos hablar en los pasillos o a la hora de la comida, pues ellos no tenían por qué guardar silencio. 

Luego procedió a explicar la agenda. Esa noche meditaríamos por un buen rato y a las 9 podíamos ir a dormir o continuar meditando por todo el tiempo que quisiéramos… o bien, irnos a nuestra habitación y regresar a cualquier hora de la noche. A las 6:30 del día siguiente, él pasaría por los pasillos tocando una campanita para despertarnos y a las 6:45 habría una clase de Chi Gong. A las 7:15 meditaríamos y a las 7:45 nos iríamos a desayunar. 

Algo no tenía sentido, así que levanté mi manita para preguntar si aparte de ser un retiro sin hablar, era también un retiro sin bañarse, ya que solo nos daban 15 minutos para estar listos, jajaja. Y es que sin celular (nos habían pedido que lo dejáramos en el carro) y sin reloj (yo nunca uso), iba a estar muy cañón levantarnos, lo bueno es que Frances -mi compañera de habitación- dijo que ella se encargaría de  despertarme (como era la mera mera de ahí, tenía un teléfono para emergencias). 

Bueno, después de todas esas instrucciones, Michael dijo “se cierra la rosca pum, el que hable o se ría, bachicha pum” y comenzamos a meditars. El tipo de meditación que Michael practica se llama Vipassana, que es con la que Buda alcanzó la iluminación y consiste en centrar la atención en algo a lo que podamos regresar cada vez que nos asalta un pensamiento. Ese algo iba a ser nuestra respiración, ya que –dijo- es lo único que tenemos seguro desde que nacemos hasta que abandonamos el cuerpo. Lo que se busca con Vipassana es estar conscientes o alertas en todo momento, no se trata de no tener pensamientos, sino de que cuando estos aparezcan, reconocerlos y etiquetarlos como tales y volver a la respiración, sintiendo cómo entra y cómo sale el aire. 

Esa tarde-noche, cerré mis ojitos, le puse atención a una o dos respiradas y… zzzz… ¡caí como tronco!  Creo que me desperté cuando nos dijeron que nos podíamos retirar, jajaja, ¡qué pena! Claro que Michael ya nos había explicado que no pasaba nada si nos dormíamos, ya que muchos de nosotros no nos dábamos cuenta de lo cansados que realmente estamos… ¡y sí!

Me urgía llegar a mi camita… ¡estaba agotada! Me lavé la cara y los dientes, me puse la pijama, mis cremas y nuevamente… zzzzzz, o más bien… ¡ZZZZZZZ!

Al día siguiente –mi cumple-, Frances y yo abrimos los ojos casi al mismo tiempo. Ella tomó su teléfono y solo me lo mostró para que viera la hora. Mientras ella se metía a bañar, yo me puse a contemplar la mañana y a dar gracias por este medio siglo de vida. ¡El día era hermoso! En el jardín había cuatro cuervos con unas colas majestuosas, como haciendo una especie de danza. Caminaban hacia las orillas (cada uno hacia la suya), levantaban la cabeza al cielo y regresaban al centro. Yo no entendía qué significado podía tener eso, pero me quedé embelesada observándolos. Primero pensé que tenían que ver con mi cumpleaños, o sea, uno por década, pero eran cuatro, no cinco. Luego me imaginé que tenía que ver con mi  familia, la de origen o la que yo formé con mi marido, pero  tampoco tenía mucho sentido, así que me gustó más pensar que tenía que ver con un saludo a los cuatro puntos cardinales… eso me emocionó mucho. 

Cuando Frances terminó, me metí rápido a bañar, utilizando una gorra para el cabello, ya que no me iba a dar tiempo de secármelo. Me arreglé lo más pronto que pude y cuando estaba a punto de salir de la habitación, vi que Frances me había dejado un libro y una barrita energética en mi cama… ¡mi regalo de cumple, qué detalle! Cerré la puerta del cuarto sintiendo mucho gozo y paz. 

Llegué a los ejercicios cuando ya iban a la mitad. La mañana era muy fresca, pero con los movimientos del Chi Gong, pronto entramos en calor. Cuando terminamos, Michael sonó la campana y nos dirigimos a la sala de meditación. Afuera del lugar tuve otro regalote: un gatito anaranjado hermoso que se acercó con toda la confianza a mí… ¡y se dejó cargar! Ronroneaba muy diferente a Paco, Zorry o cualquier otro gato. Una vez más, di gracias porque este cumpleaños estaba lleno de pequeños grandes detalles.

Meditamos, en esta ocasión no me dormí para nada y aunque diferentes pensamientos comenzaron a hacer su aparición, pude identificarlos, etiquetarlos y mandarlos a la… ah no, verdad… pude volver a centrar mi atención en la respiración. 

A la media hora, Michael nos dijo que nos fuéramos a desayunar en silencio y que cuando termináramos, el que quisiera podría practicar Karma Yoga (disciplina a través de la acción). 

Pasamos al comedor, desayunamos muy rico, lavamos nuestros platos y cubiertos, los secamos y los volvimos a envolver en un pedazo de tela (que cada quien había traído), dejándolos en nuestras respectivas mesas. Ya para salir, le di las gracias a Frances en un susurro por mis regalitos. 

Pasé un momentito a la habitación para el clásico “dientes y pipí” y regresé con Michael para el Karma Yoga. Casi me voy de espaldas cuando veo que eso era nada más y nada menos que…. ¡trabajo, jajajaja! A unos nos puso a desyerbar, a otros a barrer y así. Cuando me preguntó qué quería hacer, le dije que acariciar al gato, pero no “capeó”, jajaja.

Desde el día anterior me había llamado la atención que cada vez que alguien entraba a la sala de meditación, hacía una reverencia a una cabeza de madera. Aproveché ese momento para preguntarle a Michael quién era esa persona. Me explicó que se trataba de Kwan Yin, la personificación femenina de Buda (o la Maestra de la Misericordia y del Amor).

Terminamos nuestro trabajo y de 9:15 a 11:45 continuamos con la meditación. En esta ocasión nos dijo que alternáramos la práctica sentados con la meditación caminando. Esto último debíamos hacerlo a paso normal, pero estando conscientes de lo que estábamos haciendo. Por ejemplo, notando que habíamos dado el paso con la derecha, luego con la izquierda y seguir fijando nuestra atención en nuestra respiración. 

Al terminar, pasamos al comedor (poquito antes de las 12). Había tres mesas con comida para nosotras y otras para los del otro grupo. La comida era vegetariana, por lo que me di vuelo probando nuevas recetas. Al llegar a la mesa de los postres, había un pie, el pastel de chocolate que yo había llevado y dos más con letreritos de “Feliz Cumpleaños” para otra señora (que ni fue) y para mí… ¡Esa Frances!!!! Se me salieron las lágrimas… con una sonrisota regresé a mi mesa y le di las gracias. El pastel era de zanahoria… mi favorito cuando no es muy dulce. Este estaba ¡riquisisisisísimo! Tanto, que me tuve que servir dos rebanadas. No sé en qué momento me di cuenta que los del otro grupo no tenían postre, así que le pregunté a Frances si le podía llevar el pastel de chocolate. Me dijo que sí y mientras yo lo ponía en una de sus mesas, ella fue a avisarles, ya que se habían ido a otro lado a comer. 

Comenzó a dolerme la cabeza, pero no traía ninguna pastilla. 

De 1:15 a 5:45 continuamos con la meditación y cenamos (comimos tarde, pues) antes de las 6, para regresar a la meditación a las 7. Luego hubo una sesión de discusión. Michael nos dijo que estaba seguro que la práctica de ninguno de nosotros había sido perfecta, pero nos aseguró que era normal. Eso me tranquilizó, ya que no pude aventarme ningún viaje como los que acostumbro cuando hago una meditación guiada. Solamente tuve una visión con un gran mensaje de algo que estoy trabajando en mi vida. 

Para ese entonces, sentía que la cabeza me iba a estallar. En uno de los recesos me encontré a Michael y a la señora que nos dio las clases de Chi Gong, quienes me dijeron que era exceso de energía. Me fui a mi habitación y me di unos golpecitos utilizando la Técnica de Liberación Emocional (EFT en inglés). Luego me limpié un poco con Sanación Pránica y me dormí. Cuando desperté, el dolor había desaparecido. Claro que todo fue que estornudara, para que el hijo de su madre regresara… ¡grrr!

En fin, esa noche terminamos a las 9 y me fui derechito a la cama. 

Ahora fue al revés, las veces que me despertaba, sentía el dolor (poquito, pero latente), pero en cuanto me levanté, éste desapareció por completo. Como era temprano (antes de las 6) y me quería lavar el cabello, le gané el baño a Frances (ella seguía dormida). Cuando me estaba bañando, recordé que había tenido un sueño muy especial con una persona con la que había tenido un altercado meses atrás. Me pareció algo muy bonito y significativo. 

Me arreglé  y salí de la habitación para unirme al grupo de Chi Gong y luego proseguimos con la rutina, la cual fue básicamente la misma del día anterior. En esta ocasión no le entré al Karma Yoga y me fui a buscar al gatito anaranjado. 

A las 10:30 tuvimos una sesión de preguntas y respuestas y algo muy importante, el cierre. Michael nos explicó que en la vida debemos cerrar todo. Por ejemplo, bajarle a la taza del excu después de usarla, guardar cada cosa una vez que ya no la vamos a utilizar, lavar nuestros platos, secarlos y guardarlos, etc. Dice que si no lo hacemos así, el caos comienza a surgir… y si no le creen a este señor, los invito a que se den una vuelta por el cuarto de mis hijos (o por mi clóset, la cochera, la despensa, etc., etc.!!!), jajaja!

Continuó  mencionando el incidente del pastel de chocolate y me preguntó qué había sucedido… que por qué se los había regalado. Contesté que se me había hecho muy feo que nosotros teníamos cuatro postres y ellos ninguno. Entonces dijo algo que me dejó pensando. Que en el momento en que me vio llevando el pastel a la otra mesa, su “niñito” se había enojado y había dicho “¡Mío, mío, mío!”. Otro señor dijo que pensaba que él había sido el único… ¡yo no hallaba ni dónde meterme! Y es que el día anterior nos había dicho que a veces los adultos reaccionábamos como niñitos pensando que todo nos pertenecía. 

La plática siguió y como a los diez minutos levanté la mano para disculparme con todos por haber tomado una decisión unilateral, pensando solo en el otro grupo y no en el nuestro. Esa disculpa no fue necesaria, todos estuvieron de acuerdo en que había estado bien y Michael señaló que solo quería que nos diéramos cuenta cómo funciona nuestra mente… ¡fiu!

Algunas personas dieron las gracias, compartiendo lo que les había parecido el retiro y a las 12 en punto, éste terminó. Me despedí de las personas que me topé y regresé a mi casa, con ganas de ver a todos los integrantes de mi familia (humanos, perros y gatos) y feliz de haber vivido ese cumpleaños tan inusual. 

Si bien, no fue –como ya lo dije- un viaje como los que a veces surgen cuando practico las meditaciones guiadas, sí fue, sin lugar a dudas, un gran regalo para mi conciencia: el poder estar presente, por más de un día, en el Aquí y el Ahora. 

¡Gracias a Frances y a Michael por hacerlo posible!!!

Y como decía mi papá: ¡Hasta las próximas piscas! (y no, no va con z). 

El mejor regalo para mi primer tostón

CORRIGIENDO EL RUMBO

La muerte es una constante en nuestras vidas, pero últimamente –como dijera mi ilustre hermano Virgilio- se está muriendo mucha gente que no se había muerto antes. No, ya en serio, últimamente he visto a la muerte más de cerca: mi perro Manolito, mi tía Libia y mi amigo Eugenio. Los dos primeros eran ya muy grandes, por lo que su partida  no fue tan inesperada (aunque no por eso, menos dolorosa), pero mi amigo tenía apenas 49 años. Y bueno, aunque él y yo no nos veíamos desde 1998, Facebook nos acercó de nuevo hace pocos años y pudimos restablecer esa amistad que comenzó cuando estudiábamos la carrera. Campe (como le decía mi mamá) fue siempre una persona optimista, alegre, entusiasta y emprendedora que venía de una familia muy amorosa y sencilla. Los dos pensábamos más o menos igual en cuanto a la espiritualidad y cuando volví a tener contacto con él me di cuenta que había crecido mucho en ese aspecto. 

Su muerte me dolió porque era el primero de mis amigos que se iba… a pesar de que nuestra relación no era muy estrecha, los dos formábamos parte de “la bola”. 

Pero no solo eso, también me sacudió pues sirvió para que reflexionara sobre mi propia muerte. El hecho de saber que él estaba muy bien espiritualmente hablando, me dio la certeza de que su retorno al Hogar sería inmediato. 

Y ahí fue donde comencé a pensar en mí… en lo que estoy haciendo por la parte más importante de mi existencia: MI ESPÍRITU.

A los pocos días me llegó una invitación por correo electrónico para un retiro de meditación en silencio (que no tiene nada que ver con ninguna religión, afortunadamente, porque como ustedes saben, me salen ronchas). Yo tenía conocimiento de ese retiro desde hace varios años y aunque siempre me habían dado  muchas ganas de ir, me detenía el hecho de que siempre coincidía con mi cumpleaños y el día de las madres (se me hacía feo con mi esposo y mis hijos). Sin embargo, el llamado era ahora más grande, por lo que le dije a mi esposo que eso quería de regalo para mi llegada al Tostón… ¡y me inscribí!

Y bueno, este retiro no podía haber llegado en mejor momento, ya que el 8 de abril (o sea, un poco más de tres semanas) comencé a desintoxicar mi cuerpo, al decidir dejar de ser parte de un sistema que explota, maltrata y tortura a los animales: me volví vegetariana. Esta fue una decisión que anhelaba tomar desde hace 22 años y aunque SUPUESTAMENTE sí quiero mucho a los animalitos, nunca había hecho nada realmente importante por ellos como reunir el valor para ver los videos de los rastros o de las granjas o simplemente dejar de consumir esos productos. 

Pues bien, ese miércoles 8 de abril tuve una plática muy larga con mi amiga Nancy N., quien también anda en la misma onda que yo. Comenzó a contarme sobre un libro muy interesante, cuando dijo algo que en éste se menciona y que me pareció tenía todo el sentido del mundo: “Cuando comemos la carne de un animal o algún producto de estos, nuestro estado de ánimo se altera y podemos tener depresión, irritabilidad, ansiedad, agresividad, etc.”. Al pensar en la tortura a la que se somete a los animales para consumo humano, creo que es lógico que al comerlo absorbamos todo eso (y si no me creen, vean “
Como Agua para Chocolate”).

A diferencia de hace 22 años que fue mi primer intento, ahora no cambié a lonches de queso y quesadillas (de queso, recuerden que soy norteña). Me puse a buscar recetas en libros, revistas e internet y desde entonces estoy comiendo más nutritivo y variado que nunca. Y mi familia también, ya que aunque les sigo preparando carne, pollo y pescado, les sirvo de lo que yo como. 

Y es que ese era un aspecto que también me detenía… ¿qué les iba a dar, si ellos no querían ser vegetarianos? Hasta que comprendí que el cambio es PERSONAL y que cada quien es responsable de su propia vida y de sus propias decisiones.  Lo único que yo puedo hacer es darles una alimentación más nutritiva y balanceada y dejar de preocuparme  por lo que ellos hagan o dejen de hacer. 

Solo me han pasado dos cosas desde que cambié mis hábitos alimenticios: mi sudor (ustedes disculpen) ya no huele mal, al contrario, ahora es como dulzón… y no, no tengo problemas con mi olfato, jajaja. 

La segunda –y más importante- es que en dos ocasiones he sentido como si trajera otra persona dentro de mí que trae toda la pila del mundo: alegre, con mucha energía y un gozo indescriptible. Me imagino que es mi espíritu, feliz de verme hacer algo por el (escultural, jajaja) cuerpo que me han asignado en esta vida y por los otros seres sintientes que comparten conmigo este bello lugar llamado Tierra. 

Pero eso no es todo… Como bien lo dijo Paulo Coelho: “Cuando realmente quieres algo, el Universo conspira para que lo logres”:

A las dos semanas de haber cambiado mis hábitos alimenticios dio inicio la Cumbre de la Revolución Alimenticia con tres entrevistas diarias que reforzaron en mí el deseo de hacer algo por mi salud, los animales y el planeta. 

Así que aquí estoy, a punto de llegar al tan temido -para muchos- cumple 50 previsto para el 9 de mayo, decidida a tomar más en serio esta aventura del espíritu, que es la que me puso en este hermoso lugar.

Y desde ya, me uno a las muestras de cariño que año con año me hacen sentir la persona más consentida del mundo y comienzo siendo la primera en expresarlo: 

¡Felicidades porque este es, sin duda, el mejor de tus cumpleaños…yay!!!!!

El segundo año de Gunistorias… Yay!

¡Y llegaron los terribles dos años!!! Ah no, ¿verdad? Eso es solo en los niños. Corrijo: ¡Y llegaron los fabulosos dos años!!! Así es, nuevamente nos ponemos de manteles largos, en esta ocasión, para celebrar el segundo año de vida de mi bebé gunistorias. Hasta el momento, escribir las gunicharritas y recibir retroalimentación de quienes me hacen el honor de leerlas ha sido sumamente enriquecedor. Historia tras historia voy aprendiendo un poco más de esta maravillosa pasión. 

Y bueno, hoy quiero dedicar la gunicharrita a aquellas personas que me han externado su deseo de escribir y que me han pedido asesoría. 

Primero que nada, gracias a ellas por la confianza. Para los que no lo saben, yo estudié Ingeniería Industrial en Producción, trabajé unos años en mi carrera y ahora me dedico a hacer traducciones, en su mayoría del inglés al español. Mi incursión en el mundo de las letras se dio un poco antes de que el espíritu de mi mamá abandonara su cuerpo físico y me dejara con un montón de recuerdos atorados en el corazón.

Sin darme cuenta de que estaba formando el esqueleto de mi primer libro, un día comencé a vaciar en un cuaderno algunas cosas que recordaba de mi familia (frases célebres, mascotas, apodos, señoras que habían trabajado en la casa, etc.), pero aunque eran simplemente listas, nos reímos mucho todos cuando se los leí durante la cena de Nochebuena del año 2003. Casi un año después, mi mamá dejó este plano y a los pocos meses, toda la gratitud que yo sentía por haber tenido una familia y una madre como ella se agolparon en recuerdos pugnando por salir al exterior… y mi nueva faceta de escritora (wannabe, si ustedes quieren) comenzó, cristalizando esos recuerdos en “Mamá con Soda”, mi primer libro. 

Cuando  lo llevaba a medias, Carmen Almeida -una amiga de la secundaria- vino a mi casa de visita, por lo que aproveché para mostrarle lo que llevaba escrito y le dije que quería entrar a la universidad para tomar algún curso de escritura creativa o algo así. Después de leerlo, ella me sugirió que no estudiara nada, pues eso simplemente haría que mi forma de escribir perdiera su frescura y me alentó a seguir adelante con mi proyecto. 

Así lo hice y en agosto de 2011 tuve el lanzamiento del libro en el hermoso museo “Quinta  Gameros” de la ciudad de Chihuahua y dos meses después, uno en el Consulado General de México en El Paso, Texas.

¿Que por qué me tardé tanto? Pues porque yo era un ama de casa, traductora y mamá de niños chiquitos que solamente escribía cuando tenía tiempo. 

Del libro obtuve diferentes respuestas, la mayoría fueron –afortunadamente- positivas (que los hice reír, llorar, reflexionar). Solo hubo tres personas que me dijeron algo diferente. Una de ellas fue mi hermano Álvaro, quien me sugirió que para la segunda edición no me clavara tanto en detalles (fechas, por ejemplo). Otra amiga  –la periodista Paty Giovine- me dijo que se había quedado picada con el asunto de los novios, ya que no quise tocar el tema, pero cuando le expliqué que lo había hecho por no incomodar a mi esposo ni a las parejas de mis amigas y primas, lo entendió. De la tercera persona prefiero omitir su nombre, solo diré que me hizo pasar un trago amarguísimo, pues no solo me hizo saber que no le había gustado el libro, sino me dio como diez ejemplos de por qué era –según su criterio- la peor porquería que había leído en su vida. Y aclaro, ni él es crítico literario ni yo le pedí su opinión, él me preguntó si me interesaba saberla… ¡y vaya que “se fue jefe” con ella!

En fin, ese mismo año entré a Facebook y comencé a publicar todo lo que me venía a la mente. Ahí empecé a tantear el terreno y poco a poco fui aprendiendo cuáles cosas gustaban de mi forma de escribir y cuáles no. 

Dos años después nació este nuevo bebé, gunistorias.com, el cual me ha dado un sinfín de satisfacciones pues he podido expresar y transmitir mis sentimientos a todo aquel que me distingue con su lectura. 

Así que bueno, aunque no soy una experta en el ramo, en el tiempo que llevo escribiendo me he dado cuenta de algunos factores fundamentales que pueden ayudar a aquellos escritores de clóset:

  1. Escribe cuando así lo sientas, cuando venga del corazón. Por ejemplo, si ves un hermoso amanecer, el aroma a tierra mojada te provoca nostalgia o te emocionas con la llegada de un bebé, toma papel y pluma (o tu compu) y escribe todo lo que sientas. No importa que no tenga sentido ni que sean oraciones o párrafos, pueden ser solamente ideas, sentimientos. A lo mejor en ese momento no puedes hacerlo, no importa, hazlo en cuanto puedas, pero cuidado, mientras más tiempo pase, la emoción irá desapareciendo y entonces aunque lo recuerdes a la perfección, lo que escribas sonará hueco. En mi caso, he notado que el sentimiento me puede durar uno o dos días, así que me da tiempo de plasmarlo en papel (o compu). 
  2. Verifica tu ortografía. Si no quieres depender del corrector de la computadora, lee muchos libros y consulta las palabras que no te sepas, así aumentarás tu vocabulario.
  3. Asegúrate que tu escrito tenga tres partes: introducción, cuerpo principal y conclusiones. 
  4. Sé tu primer crítico. Revisa, revisa y revisa lo que escribiste, hasta que quedes satisfecho. Si no te gusta, lo más probable es que a los demás tampoco. Luego pide la opinión de una o dos personas. 
  5. Publica en donde puedas, expón tu trabajo para que mucha gente lo lea y te retroalimente. Facebook es realmente una gran escuela de la que puedes aprender mucho. También lo es el tener un blog propio, si es que cuentas con suscriptores que se tomen el tiempo de comentar tus escritos.
  6. No te lo tomes demasiado en serio. Relájate y disfruta la escritura. Si tienes ganas de escribir, hazlo. Si no, ponte a hacer otra cosa y regresa más tarde u otro día. 
  7. Todos tenemos una historia que contar. Solo debemos recordar eso de “Entre comer y rascar, todo es empezar”… La escritura y cualquier cosa que quieras hacer requiere, antes que nada, de romper la inercia. Y como dijo Luis Miguel: 

♪ Decídete, no lo dudes más, decídete… ♫

Por último, a todos aquellos que me han apoyado de una u otra manera para que hoy cumplamos dos años… 

¡G R A C I A S!