2016

Esta gunicharrita no pretendía salir a la luz el último del año, pero por una cosa o por otra, así sucedió. 

¿Qué puedo decir del 2016? Que para mí ha sido UN GRAN AÑO.

Para empezar, he podido seguir utilizando mi CAJITA DE HUEVOS que junté el 27 de diciembre de 2014 y me he distanciado un poco de Facebook. No mucho, pues no era esa la intención, solo lo suficiente para hacerle caso a mi voz interior que me lo estaba pidiendo a gritos. Ese pequeño cambio hizo que el tiempo que le dedicaba mientras estaba sola, fuera ahora para escuchar a Susana Majul y sus bellísimas meditaciones, a Roxana Arnaud con su maravilloso programa A Tiempo y a Enric Corbera y sus interesantísimos videos sobre la sanación emocional. Así mismo, pude sumergirme un poco en la sabiduría del audio libro El Ser Uno, del cual confieso, he escuchado solo una parte, ya que trata de un tema sumamente elevado y mis neuronas a veces no dan pa’tanto.  

Este año pude nuevamente disfrutar de los enriquecedores talleres de Haydée Carrasco. Lo más valioso que en estos aprendí fue el CORTE DE CAJA MENTAL y la TEORÍA DEL ESPEJO, que si bien ya la había escuchado mucho, apenas este año me cayó el veinte de lo que realmente se trataba. Por fin pude comprender que aunque no entienda qué es lo que me ultra choca de una persona, ella solo está sirviendo como mi espejo. 

Algo que este año aprendí –gracias a Laura Buendía- es que vivimos en un universo complaciente y que la vida te dará justo lo que tú expreses. La frase “AMO Y AGRADEZCO la/el… PERFECT@” se ha convertido en mi mantra, diariamente lo practico y no dejo de maravillarme con los resultados (nota: lo perfecto no quiere decir precisamente lo que yo espero, ¿eh? Es lo que Dios o el universo considera que es mejor (perfecto) para mí).

De Haydée, Laura y Enric Corbera también aprendí que LA VIDA ES COMO ES, no como pensamos que debería de ser y que debemos de vivir de acuerdo a lo que tenemos, no a lo que nos haga falta (RESIGNIFICAR). 

De otros maestros aprendí que debo saborear cada instante… a VIVIR EN EL PRESENTE, o de lo contrario, el pasado y el futuro robarán mi paz. Que debo estar AL ACECHO DE MIS PENSAMIENTOS y procurar cambiar los inútiles y negativos. 

De mi amiga Tere Gutiérrez aprendí que NO SOY REDENTORA DE NADIE y que NO PUEDO CAMBIAR A LOS DEMÁS, aunque YO CREA que están equivocados. 

Eugenia, mi mamá adoptiva de mentiritas me dio un buen JALÓN DE OREJAS al decirme que el no aceptar un regalo es SOBERBIA. También Laura Buendía me dio otro jalón respecto a lo mismo (soberbia), al hacerme ver que el decir que no tengo tiempo para algo es bastante mamilón, ya que es darme demasiada importancia. Al final, el día que mi espíritu deje este cuerpo físico, el mundo seguirá girando. 

Liz de la Peña me enseñó que EL MUNDO ES COMO YO SOY y que EL CAMBIO EMIPIEZA CONMIGO.

Mi amiga Nancy Navarrete me dio las herramientas para que después de 22 años de intentarlo, pudiera volverme VEGETARIANA. Ella me habló sobre un libro (El Ser Uno) y le dio al clavo cuando dijo algo que ahí se menciona: que al comer la carne de un animal o algún producto de éstos, nuestro estado de ánimo se altera y podemos tener depresión, irritabilidad, ansiedad, agresividad, etc. Han pasado ya ocho meses desde que probé carne roja, pollo o pescado por última vez y ESTOY MUY ORGULLOSA DE MÍ MISMA. 

El 2016 trajo otras cosas importantes, una de ellas, mi llegada a los 50 años. Y bueno, contreras como soy, no quise hacer una fiesta en grande como todo el mundo. En lugar de eso, pedí de regalo un RETIRO DE MEDITACIÓN EN SILENCIO, ya que por primera vez (a raíz de la muerte de un querido amigo) sentí que debía CULTIVAR MI ESPÍRITU. Creo que es uno de los mejores regalos que he recibido y me hace muy feliz el haber podido tomarlo. 

Como consecuencia de esto, descubrí que tenía más de una cosa en común (el hacer Pilates en camas –Reformer- contiguas) con mi amiga Ana Gallegos. Un día, me preguntó qué había hecho en mi cumple y cuando le contesté, casi se va de espaldas. ¡Ella tenía tiempo buscando dónde practicar la meditación Vipassana! De esa plática surgió una GRAN AMISTAD y a pesar de la diferencia de años (le llevo como veinte), cada día descubrimos más cosas que nos unen. Pues gracias a ella, conocí a alguien que por fin logró hacer que la inflamación de mi pancita desapareciera. Pero no solo eso, también me dio una proteína vegetal para que por fin pudiera dejar el Ensure Plus sin bajar de peso (claro que como al principio no lo tomé exactamente como me lo dijo, se me fueron unos cuantos kilos, pero no importa… por lo menos sé que estoy COMIENDO MÁS SANO QUE NUNCA). Hablo de la chef vegana, ingeniero en alimentos y nutrióloga Alida López Parada. Gracias a Alida comprendí la importancia de comer germinados (este proceso aumenta su valor nutricional de 300 a 1200 por ciento!!!), de tomar enzimas con las comidas, de consumir proteína vegetal de calidad, etc. Estas dos mujeres han revolucionado mi vida en los últimos meses y no dejo de AGRADECER que estén en mi vida. 

Este año también fue de grandes reencuentros con mis compañeritos de la prepa, ya que las guapísimas e incansables Rosy Ugarte y Guille Barco se dieron a la tarea de juntar a muchos de nosotros en un fiestón para celebrar la llegada de la mayoría al quinto piso. Esa fiesta fue, sin lugar a dudas, UN GRAN REGALO. 

Claro que no todo fue miel sobre hojuelas, también tuvimos que DECIRLE ADIÓS A UN GRAN AMIGO… a un hermosísimo ser que nos acompañó por casi 14 años. Hablo de mi querido Manolito, nuestro Golden Retriever que acompañó a mis hijos durante toda su infancia y parte de la adolescencia y que con su nobleza conquistaba a todos los que lo conocían. 

Meses después, rescataríamos a Benito, un hermoso perro cruza de qué-sé-yo y yo-qué-sé que vivía confinado en una jaula sin poder guarecerse del sol, la lluvia o el frío. Fue maravilloso ver su TRANSFORMACIÓN. De un perro miedoso y con caminar de malandro, se convirtió en uno majestuoso, juguetón y cariñoso. Sus hermanos Toby y Chuy no pueden seguirle el paso cuando recorre el jardín de un lado a otro a una velocidad impresionante.

A finales de año pudimos hacer el viaje con el que yo tanto soñaba: un recorrido por Aguascalientes, Guadalajara y Guanajuato. Y no es que yo quisiera hacerlo por mí, más bien me interesaba que NUESTROS HIJOS conocieran el VERDADERO MÉXICO, pues como dijo mi amiga Josefina Membrila: antes de enseñarles el mundo, deben saber lo que es México. ¿Qué puedo decir? El reencontrarnos con familiares y amigos tan queridos y descubrir las bellezas de nuestro país hicieron que sintiera –en más de una ocasión- que mi niña interior BRINCABA de alegría en mi pecho. 

Y ya para terminar el 2016, volvimos a tener la tradicional POSADA y fiesta de CUMPLE DE MI MARIDO. El año pasado nos la brincamos, pero ahora tuvimos la fortuna de recibir a amigos y familiares muy cercanos a nosotros y de llenarnos de abrazos y de cariño. 

Y bueno, mucho de lo que me sucedió este maravilloso año fue posible gracias al apoyo de mi esposo y de mis hijos, por quienes DOY GRACIAS día a día. 

Después de este  largo recorrido podría decir que estos últimos doce meses han sido de los mejores de mi vida, pero ¿saben qué? También lo han sido los 588 anteriores, solo que ahora estoy más consciente de las bendiciones que recibo. Por esto, me voy a permitir citar nuevamente a la Madre Teresa de Calcuta, esperando de corazón que todos ustedes puedan decir lo mismo: 

POR TODO LO VIVIDO GRACIAS Y A TODO LO QUE VENGA SÍ… 

¡Gracias 2015, bienvenido 2016!

Un agradecimiento especial

Se acerca nuevamente una fecha importantísima en la cultura estadounidense, la más importante quizás: el Día de Acción de Gracias. Y éste, como todos los años, tengo mucho que agradecer: por mi familia, amigos, mascotas, trabajo, salud, amor, tranquilidad, paz, alegría y un larguísimo etc. 

En esta sección de “etcétera” la vida ha puesto recientemente en mi camino a tres grandes maestros: Laura Buendía (fisioterapeuta), Haydée Carrasco (terapeuta) y Enric Corbera (psicólogo diplomado en bioneuroemoción). Los tres han ayudado a observarme y a conocerme un poquito más y con sus enseñanzas me han hecho sentir que estoy frente a una alberca gigante de conocimientos y que comienzo a nadar, dándome cuenta de tooooodo lo que aún me falta por aprender. Es ahora cuando más comprendo la famosa frase: yo solo sé que no sé nada. 

A simple vista parecería que una fisioterapeuta no tiene nada que ver con el autoconocimiento, pero no es el caso de Laura Buendía. Aunque ella se dedica a la fisioterapia y hasta es maestra en la UACJ, lo que tiene para ofrecer es muchísimo más  amplio. Laura está convencida de que todo lo que nos sucede tiene no un por qué, sino un para qué (y esta es precisamente la filosofía de Enric y de Haydée). 

Mi encuentro con ella fue así: después de ser revisada por un Ortopedista debido a un dolor de rodillas y de hombro, me mandaron a terapia. Si bien ésta me ayudó durante el tiempo que la estuve haciendo, con el paso de los meses los dolores volvieron. Alguien me recomendó al Dr. David Ledesma, también excelente fisioterapeuta de esta ciudad (El Paso). Él me ayudó bastante, pero tuve que suspender el tratamiento porque mi seguro médico no lo cubría y a mis otras dolencias se unió la del codo. Por fortuna, el Iridólogo me recomendó a Laura Buendía y aunque el seguro tampoco lo cubría, sus honorarios estaban dentro de un rango aceptable (y más porque eran en pesos). 

La primera vez que fui me sorprendió ver que en su consultorio tenía calcomanías de Ho’oponopono (te amo, lo siento, perdóname, gracias), lo cual, aunque me pareció súper extraño para un lugar de fisioterapia, me hizo sentir muy bien, ya que hablábamos el mismo idioma. Para comenzar, me hizo algunas preguntas, luego me pidió que me quitara toda la ropa (menos los chones) y que me acostara en la cama de masajes. Así lo hice, y tapadita con una sábana, esperé a que regresara. Se llenó las manos de aceite y comenzó a masajear el cuello y la espalda. Pronto me di cuenta que no era un masaje cualquiera, la presión que ella ejercía era espantosa… ¡me dolía con madres, pero había puntos en que dolía aún más! Entonces ella me preguntó con quién se relacionaba ese dolor… ¿Y yo cómo “#$%& voy a saber? –pensé, a lo que Laura contestó que mi Ser me daría la respuesta. De repente, se vino a la mente mi mamá y antes de que se lo dijera, ella mencionó que creía que tenía que ver con mi madresanta… No hice “¡plop!” nomás porque estaba acostada boca abajo… De repente comencé a llorar, pero no por el dolor físico, sino de tristeza. Y así se pasó la hora y media de la terapia, tiempo en el que lloré y grité, sacando algunas emociones atrapadas. Cuando Torquemada (como atinadamente le dice otra de sus pacientes) salió de la habitación, me vestí y revisé mi cara en un espejo… ¡estaba totalmente transformada, parecía otra! Y cómo no… me había quitado no sé cuántas cargas energéticas de encima. 

Después de pagar,  Laura me dijo que lo mío era relativamente fácil, por lo que “solo” tenía que ir a cuatro sesiones más… menos mal. 

Para no hacerles el cuento largo, terminé las cinco sesiones que me dolieron un… deste y sorprendentemente, los dolores se fueron como por arte de magia. 

Al poco tiempo comencé a escucharla en la radio donde siguió impactándome con su franqueza y sentido común y enseñándome a distancia. (Ustedes pueden escucharla sale todos los miércoles en el 640 de AM con Roxana Arnaud, en su maravilloso programa diario ‘A Tiempo’ el cual pueden escuchar por internet).

A los pocos meses me invitaron a una plática en Unity, la iglesia sin denominación a la que de vez en nunca voy.  En esa ocasión escuché por primera vez sobre el desdoblamiento del tiempo (la teoría de Jean Pierre Garnier Malet que dice que todos tenemos un doble –el llamado doble etérico-) y obvio, al día o a los dos días siguientes, mi geme compartió algo en Facebook sobre el mismo tema. Movida por la curiosidad, me puse a buscarlo en internet y encontré un video de Enric Corbera en donde lo explica claramente (https://www.youtube.com/watch?v=QuOBby2Rubw). Yo había escuchado hablar de ese señor gracias a mi amiga Lulú, quien estaba fascinada con lo que él decía sobre la biodescodificación (o bioneuroemoción), así que después de ese primer video quedé igual de fascinada que ella. 

Y así comencé a enriquecer mis días escuchando a Enric Corbera mientras lavaba platos o doblaba ropa.

Al mismo tiempo comencé a tomar el taller del que ya he hablado (y que ayer finalizó): ‘Descubriendo el Propósito de mi Vida’, con Haydée Carrasco, y en una de esas sesiones ella nos habló sobre el espejo. Curiosamente, ya Laura había hablado de eso en la radio y yo lo había escuchado hacía poco con Enric… pareciera que la vida me estuviese enviando información en original y dos copias, a ver si así despertaba. 

Ya he hablado en varias gunicharras sobre lo que Haydée y sus temas han movido en mi ser, ¿verdad? Bueno, pues el del espejo no fue la excepción, aunque debo confesar que al principio no me sonaba eso de “lo que te choca, te checa”. No entendía cómo una persona con tales o cuales características que yo alucinaba podía ser mi reflejo… hasta que Haydée nos explicó que el espejo puede ser directo o inverso. ¡Ahhhh!

Al día siguiente, como muchas de mis noches, puse una meditación de Susana Majul (otro gran regalo que pueden ver gratis en youtube). Al estar buscándolas, salió una que jamás había visto: Sanando a mis Padres. Como andaba muy emocionada con toda la información que estaba recibiendo, me gustó el título y la abrí. Bueno… ¡qué lloradera! 

Esa noche soñé que alguien me decía que la persona con la que más conflicto he tenido en la vida había muerto. No supe si se había suicidado o la habían matado, ya que me dieron las dos versiones, pero eso fue suficiente para que a las cinco de la mañana se me fuera el sueño y comenzara a pensar qué pasaría si esta persona o yo muriéramos… Y de repente como el fresa: ¡Pum, que me cae el veinte y por primera vez comprendo que es el maestro más importante de mi vida, ya que me está haciendo ver que lo que no me gusta de ella ES LO QUE NO ME GUSTA DE MÍ… plop!

Pues cuando me levanté, me armé de valor y le mandé un whatsapp, diciéndole que entendía que mis rollos hacia ella eran en realidad hacia mí y que aunque no me quedaba claro qué era exactamente lo que me reflejaba, la liberaba y me liberaba de esa situación tan fea que yo había creado por mi ceguera. 

Más o menos a los diez minutos me respondió: “Luego te contesto”. ¡Uf… eso fue un regalo del  tamaño del mundo! A partir de ese momento ya no necesité nada… si se reanuda la relación, qué bueno; si no, yo ya estoy en paz y espero también haberle dado paz a esta persona. 

Otra cosa más que aprendí de Haydée es que no podemos cambiar lo que nos ha pasado (Laura Buendía dice que las cosas son como son, no como deberían), pero sí podemos RESIGNIFICAR. ¿Qué quiere decir eso? 

Que debemos VIVIR NUESTRA VIDA DE ACUERDO A LO QUE TENEMOS, NO A LO QUE NOS FALTA. Y para eso, nos puso el ejemplo de una mujer a la que su padre abandonó antes de que naciera. La mujer sufría por todo lo que su papá no le dio, así que Haydée la puso a hacer una lista de lo que ella esperaba de él: 

El don de la vida, sus cuidados, amor, educación, valores, consejos y compañía. 

Revisando juntas esa lista, Haydée le dijo:

  • En vez de estarte fijando en lo que NO te dio, fíjate en lo que SÍ, y hazlo tu 100%. ¿Qué fue lo que te dio? Su esperma… Y pues bueno, sin eso aparentemente tan pequeño no estarías aquí. 

La mujer entendió y dejó de sufrir.

Yo pasé por un proceso similar. Quejándome en terapia de ciertas personas de las que yo esperaba más, Haydée me dejó de tarea hacer una lista de las cosas que me unen a ellas (por ejemplo, temas que puedo tratar con cada una). Al ver esa lista me quedé helada, pues me di cuenta que estaba tratando de cambiar a aquellos con los que no me unían tantas cosas, exigiéndoles lo que no podían o no querían darme y tuve que resignificar mi relación con cada uno de ellos y quedarme con lo que sí. 

Estos son solo algunos ejemplos de lo que estos maravillosos maestros han traído a mi vida. Sin lugar a dudas, lo más importante que me han dejado es que por primera vez he comenzado a dejar de ver la paja  en el ojo ajeno para voltear a mi interior y darme cuenta de la tremenda viga en el mío… Bueno, no es cierto, la neta es que sigo viendo la de ellos, pero ahora también la mía.

Y es que yo creo que a la gran mayoría nos pasa lo que dice mi geme  que sucede cuando leemos un libro de superación personal o escuchamos a personas como Haydée, Laura o Enric: de inmediato recordamos el problema del vecino, de mi amiga, mi tía, el perro (bueno, no tanto, jajaja) o hasta del cartero y tratamos de arreglarles la vida, sin darnos cuenta que ‘probablemente’ (por no decir ‘seguramente’) esa plática o libro pueda ir dirigido a nosotros.

De ser especialista en lo que les sucede a los demás, el otro día me sentí muy bien pues pude analizar algo que me sucede periódicamente. Siempre que me expongo al viento helado me duelen los oídos, y si no me pongo tomillo me agarra un dolorón de aquellos. Pues la semana pasada que se soltó el aire gélido, anduve haciendo varios mandados en la calle y el viento me encontró sin orejeras. De inmediato me empezaron a doler los oídos, pero recordando las enseñanzas de estos maestros, me puse a ver más allá de lo lógico. ¿Por qué no a todo el mundo le pasa igual? Después de unos minutos de analizar la función del oído, llegué a la siguiente conclusión: 

No me gusta que las personas sean frías conmigo. De inmediato comienzo a alucinar y pienso que le caigo mal o que están enojadas.

 ¿Qué puedo hacer? Muy sencillo: dejar de jugar el papel de víctima y de esperar cosas (en este caso, dulzura) de los demás. ¿Tengo razón? No lo sé, el siguiente viento helado que me encuentre sin orejeras me lo dirá, aunque sospecho que por ahí va la cosa. 

Vaya pues un agradecimiento enorme al Universo por enviarme a esa maravillosa tríada de maestros. 

Y ya para despedirme, los dejo con esta frase que Haydée nos enseñó y que me encanta:

POR TODO LO VIVIDO, GRACIAS Y A TODO LO QUE VENGA, SÍ. 

¡Hasta la próxima!

CONECTÁNDONOS CON LA SABIDURÍA INTERNA

Los últimos seis o siete viernes he llegado a la casa motivadísima del taller que estoy tomando, e invariablemente pienso que ya tengo el tema para la gunicharrita. Por desgracia, pasan los días y no me doy el tiempo de sentarme a vaciar lo aprendido con Haydée Carrasco. 

El viernes pasado no fue la excepción (esto lo empecé a escribir el miércoles, por eso no cuento éste), pero ahora voy de gane… apenas han pasado cinco días y ya hice un espacio en mi apretada agenda (aunque usted… no lo crea) para dedicarme a lo que más me gusta: escribir. 

Bueno, pues la semana pasada que llegué al salón me sorprendió ver dos ramos de flores y una canasta con frutas. Como era 30 de octubre, pensé que haríamos un altar para muertos. No podía estar más equivocada.

Haydée nos pidió que pasáramos una por una al frente para escoger una flor y una fruta y regresar a nuestros lugares. Yo escogí una gerbera preciosa de color rosa fuerte y una manzana de un verde intenso.

Una vez sentadas, debíamos –en silencio- observar detenidamente la flor. Lo primero en lo que me fijé fueron sus pétalos, luego me di cuenta que del centro (que era de un color entre amarillo y verde y estaba formado por pequeños filamentos) salían decenas de pequeños pétalos, como acentuando la belleza del centro. 

En ese momento me vi reflejada en la gerbera y comparé sus pétalos grandes con mi cabello. ¿Cómo es posible –pensé- que muchas veces solo me preocupo por mostrar una bonita imagen por fuera, sin darme cuenta de lo hermosa que en realidad soy por dentro? 

Y me di cuenta que soy perfecta en todos los sentidos y que TODOS -sin excepción- lo somos. 

Al ir descubriendo más y más detalles de ella, me sentí invadida de un gran amor y gratitud por esa revelación y comencé a llorar ante tanta belleza y me propuse de ese momento en adelante intentar ver la belleza y la perfección de todos los seres, empezando por mí. 

Después de un rato verdaderamente hermoso, cambiamos a la fruta. Como ya dije, su color era de un verde intenso y en su parte inferior se podía apreciar una estrella perfectamente marcada. Entonces, Haydée nos pidió que nos fijáramos en la parte donde había estado unida al árbol, y nos dijo que así como algo tan insignificante como una fruta había sido formado gracias a algo muy grande que le había dado la vida, igual pasaba con nosotros.

Nos pidió entonces que le claváramos una uña, acercándola primero a nuestro oído para escuchar ese sonido y luego a la nariz para percibir su aroma. Después de eso, le dimos pequeñas mordidas, saboreando cada bocado, mientras ella narraba todo lo que esa fruta había pasado para que la pudiéramos tener en nuestras manos. Y nos dimos cuenta que había habido muchas personas involucradas… y dimos gracias a ellas. 

Luego nos indicó que saliéramos durante diez minutos y que escogiéramos algo para observar: un pájaro, un árbol, las nubes, el pasto, etc. 

A mí me llamó la atención un árbol. Me puse a contemplarlo y me fijé en los lugares donde alguna vez hubo una rama; como era un árbol grande, me imaginé que lo habrían podado muchas veces para que cobrara vigor. Y pude ver la similitud con las personas… Para crecer, para madurar,  tenemos que cortar con todo aquello que nos detiene… todo eso que no nos permite seguir adelante. Y muy contenta con mi analogía, regresé al salón. 

Ahí, Haydée nos puso a escribir lo que habíamos observado y tuvimos que dibujarlo para luego compartirlo con las compañeras de nuestra mesa. 

Me quedé gratamente sorprendida al escuchar lo que cada una de ellas había podido interiorizar.  Y es que, como Haydée nos explicó, dentro de todos los seres humanos existe una sabiduría divina, y una manera de tener acceso a ella es mediante la contemplación de la naturaleza. El problema es que no todos nos damos el tiempo para hacerlo. 

Las dos horas se pasaron volando y yo salí de ahí emocionada de ver que existieran ejercicios en los que se hiciera lo que tanto me gusta. Fue como si me dieran una palmada en la espalda y me dijeran: “Lo estás haciendo muy bien… vas por el camino correcto”. 

Con un gran suspiro y una sonrisa en mi corazón, me subí a mi camioneta y me alejé del lugar…

Vivir en el presente

El día de ayer tuve la fortuna de asistir a un retiro de bienestar. Mi amiga Ana (de Pilates) me había insistido mucho que la acompañara y como suele pasar, al final fui yo sola.

Llegué faltando minutos para las 10, hora de inicio del retiro. Me llamó la atención que en el camino vi un cachorrito de pastor alemán corriendo. Digo me llamó la atención porque es la segunda vez que me encuentro un perro perdido cuando me dirijo al centro LIGHT. La primera vez fue hace unos meses, ya ni me acuerdo qué raza de perro era, solo sé que era peludo y chiquito. Esa vez me paré y lo subí a la camioneta para revisar si traía plaquita con sus datos. Apenas lo había subido cuando se acercaron unas muchachas desesperadas, gritándome que ese era su perro. Se los entregué, feliz por el reencuentro y porque ya no me iba a retrasar. En esta ocasión, por desgracia, el méndigo perrillo no me hizo el menor caso. Me bajé, le chiflé, abrí la puerta de la camioneta, pero salió corriendo para el otro lado. Lo que me tranquilizó es que no se veía perdido, o sea que tal vez solo salió a dar el rol.

Perro perdido

En fin, una vez en el Centro, me registré, hice el pago y pasé al salón a sentarme. En ese momento me di cuenta que no llevaba nada para apuntar, pero recordé una imagen que acababa de ver de una viejita rodeada de muchas personas con sus teléfonos y cámaras y ella solamente disfrutando del momento con sus ojos y oídos, así que decidí que yo también haría lo mismo.

A los pocos minutos se acercó una muchacha a decirme que nos habíamos conocido en el retiro de meditación en silencio, el pasado mes de mayo. Me dio mucho gusto verla, ya que me había caído muy bien. Platicamos un rato, luego regresó a su lugar, y Lynn (una de las meras meras del Centro y organizadora de este evento) pasó al frente a darnos la bienvenida.

Comenzamos con una meditación muy especial, cuyo propósito es alcanzar la iluminación o conciencia universal a través de la activación y desarrollo de los centros energéticos (chakras) del corazón y la corona. A estos chakras se les conoce como corazones gemelos, por lo que el Maestro Choa Kok Sui le dio el nombre de Meditación de Corazones Gemelos. Lynn puso el CD con la meditación guiada y una vez que nos hubimos convertido en un canal para la energía divina, se nos pidió que visualizáramos la Tierra como una pelota girando frente a nosotros. Entonces, con las manos levantadas hacia enfrente, la bañamos para que todos se beneficiaran con esa energía.

Meditación en corazones gemelos

Después de este hermoso ejercicio, Lynn presentó a otro de los organizadores, un médico que trabaja en el hospital de Fort Bliss (base militar ubicada en El Paso, Texas), quien a su vez, presentó a la conferencista del día, la Psicoterapeuta Sharon Ferrell.

Sharon, una mujer de poco más de 60 años, vestida de blanco y con unos ojos chispeantes y una sonrisa contagiosa, comenzó su conferencia.

Nos contó que llevaba ya muchos años atendiendo al personal de Fort Bliss, especialmente a aquellos con estrés post-traumático y que para ello había desarrollado un programa de cinco pasos. El objetivo: vivir una vida centrada, o sea, una vida enfocada en el presente.

Militares

Bueno, pero… ¿qué pasa si vivimos en el pasado? Pues que muy probablemente nos llenaremos de lamentaciones y/o de remordimientos:

—Ay, ¿por qué hice/dije/no hice/no dije tal o cual cosa?

— ¡Qué mala onda que Fulanito de Tal me haya hecho eso!

— ¿Por qué se tuvo que morir tal o cual persona?, etc.

Por su parte, si vivimos en el futuro, nos comerán la ansiedad y las preocupaciones.

  • Se me hace que me van a correr del trabajo… ¿qué voy a hacer?
  • ¿A qué hora irá a llegar mi hijo de la fiesta? ¿Estará bien? ¡Ay, ojalá que no vaya a chocar!
  • Esta Navidad toca con mi familia política… ¡qué horror, de seguro mi suegra se va a poner de grosera como siempre!

O sea que si vivimos en el pasado o en el futuro, perdemos algo inmensamente valioso: NUESTRA PAZ.

Mujer Paz

¿Cómo no caer en eso?

Viviendo momento a momento, como si estuviéramos asomándonos a una casa por una ventana, y para explicar esto, Sharon puso sus manos alrededor de sus ojos (como para concentrar mejor la vista) y comenzó a caminar de lado “estoy aquí, estoy aquí, estoy aquí”.

En otras palabras, estar conscientes del aquí y el ahora.

Ella también mencionó el reclamar nuestro poderío. Si somos hechos a imagen y semejanza de Dios, una chispa divina (para los que no sean religiosos), una parte del Todo, quiere decir que somos gigantes, ¿verdad?

Gigante

Y entonces, ¿por qué nos comportamos como si fuéramos hormigas? ¿Por qué dejamos que en lugar de que sea uno (el gigante, el de origen divino) el que controle su vida, lo haga una niña o niño de 3 ó 4 años… berrinchud@, herid@, lastimad@? El que debe llevar el volante es el grande, no al revés.

Berrinche

Para propósitos prácticos, podemos considerar que dentro de nosotros cohabitan esas dos personas: el gigante (mi Real Ser) y el niño o la niña (mi ego).

Muy simpática, Sharon se puso a jugar a que estábamos en el programa de Oprah y me escogió para dizque entrevistarme.

  • ¿Eres segura de ti misma? (o algo así, no recuerdo ya bien la pregunta)
  • No, contesté, un poco apenada
  • No le estoy hablando a la niña chiquita, le estoy hablando a la parte de ti que es divina, al gigante…
  • Ah no, pues entonces sí lo soy.

Al rato me hizo otra pregunta… y volví a caer:

  • ¿Te duele algo ahorita?
  • Pues sí… siento como un tirón en el hombro
  • ¡Jajajaja, noooo, otra vez me está contestando la niña!
  • Jajaja, tienes razón, no me duele nada porque soy un gigante.

Y ahí mismo hizo que me comprometiera a realizar el punto número uno de su programa:

  • Vivir en el presente por 1 hora.

Esto debería llevarlo a cabo, saliendo del retiro.  Luego procedió a explicar los demás puntos:

  • Vivir en el presente por 24 horas
  • Vivir en el presente por 3 días.
  • Hipnosis

Para esto, Sharon lleva a sus pacientes a un viaje imaginario por un bosque. Les dice que los dos son gigantes y van en busca de su niña (o niño) que se oye llorar a lo lejos. Cuando lo encuentran, el paciente lo debe tomar en los brazos y prometerle que lo amará sin condiciones, que lo protegerá y lo valorará.

  • Vivir en el presente por 3 semanas.

Los resultados que ella ha obtenido con sus pacientes han sido increíbles. Yo no dejo de sorprenderme de que Fort Bliss acepte este tipo de terapia, la verdad, mis respetos para quienes toman ese tipo de decisiones, ya que muchos de los militares que regresan de la guerra lo hacen sumamente trastornados.

Sharon también nos contó un descubrimiento que hizo en su consulta. Dice que al preguntar a sus pacientes si habían podido cumplir con el reto de vivir en el presente, muchos de ellos dijeron que no, y le explicaron sus razones:

  • Es que llegué a mi casa y mi esposa me dijo que estaba muy gordo.
  • Es que una persona me la rayó mientras yo iba manejando.

… y como decía mi querido jefe el Ingeniero Reza cuando le salía con algún pretexto: ‘Es que, es que…’.

Excusas

Después de años de apuntar todas las justificaciones que sus pacientes le habían dado, ella llegó a la siguiente conclusión:

No es lo que otros te hacen, sino cómo reaccionas a ello, en otras palabras, lo que te saca de tu centro es el juicio que haces después de una acción. ¡Toin! Me pareció clarísimo y totalmente lógico: nadie tiene el poder de alterarme, solo yo.

La conferencia terminó en medio de un estruendoso aplauso, ¡a todos nos encantó! De ahí pasamos a disfrutar de una deliciosa comida hindú-vegetariana; al terminar me acerqué a donde estaba Sharon y le di las gracias. Ella respondió con un abrazo muy caluroso… la verdad es que desde que la vi me atrajo su personalidad. Le dije que me había encantado, que lo había explicado tan bien que lo hacía ver muy fácil. Riéndose, contestó que entonces no debía vivir una hora en el presente, sino dos, jajaja. Y bueno, ya platicando, me enteré que hablaba perfecto español porque había vivido cinco años en México y trabajado nada más y nada menos que como cantante en el grupo de los Hermanos Castro. Encontré una foto y con su permiso, la anduve presumiendo por todo el salón (es la güera guapísima de la derecha).

Castro 74

Posteriormente tuvimos sesiones de sanación pránica, terapia de sonido y mensajes de los ángeles a través de cartas.

El retiro terminó con algo un poco extraño, la primera parte de la meditación Kundalini de Osho, en la que nos sacudimos durante 14 minutos al compás de una música bastante curiosona. Como lo hicimos con los ojos cerrados, pude vencer mi timidez y ya casi al último, hasta lo disfruté.

Salí del lugar feliz, dispuesta a cumplir con las dos horas del compromiso… y más. Al momento han pasado alrededor de 28 horas y ahí la llevo.

Los invito pues a unirse a esta intención de vivir de manera centrada. Si les interesa lo de la hipnosis, les puedo pasar los datos de Sharon (esto es cuando ya tienen 3 días en ese estado). También, pueden escuchar por internet la meditación de corazones gemelos. Solo tienen que buscarla y listo.

Ya para despedirme, solo me resta agradecer a mi amiga Ana por decirme del retiro, a Lynn, Richard y Sobha por organizarlo, a Sharon por compartir sus conocimientos y a ustedes –como siempre- por hacerme el favor leer y/o comentar lo que escribo

¡Hasta la próxima!

Sanación Emocional

Hace dos años escribí en ‘Lecciones Olvidadas’:

Pero Dios hizo todo tan perfecto que no solamente nos puso pistas en la naturaleza, sino también en nuestro propio cuerpo. ¿Acaso no es éste un mapa en el cual están todas las respuestas para encontrar la salud y el equilibrio? Disciplinas como la Acupuntura, la Reflexología, la Iridología -entre otras- nos sorprenden al darnos la clave para sanarnos.

Pues bien, en los últimos meses (y más en las últimas semanas) he sido bombardeada con información que me ha hecho pensar lo mismo que hace dos años, sin embargo, ahora lo veo bajo otra luz: 

Dios nos hizo tan maravillosos y tan perfectos que nuestro propio cuerpo genera pistas (enfermedades) para que podamos sanar nuestras EMOCIONES. 

¿De qué información hablo? De la biodescodificación, la cual, según el Psicólogo español Eric Corbera que fue quien le dio ese nombre, es el arte de acompañar a la persona a encontrar la emoción oculta, esencial (el resentir) asociada al síntoma que hay (la enfermedad) para descodificarla y así favorecer la curación mediante la liberación de la emoción que hay en el inconsciente y trascender dicha emoción, transformándola. 

Este término lo escuché por primera vez hace unos dos años, cuando mi amiga Lulú me platicó que estaba muy entrada aprendiendo sobre eso. La verdad es que no me llamó mucho la atención, pero últimamente lo escucho en todos lados: con Laura Buendía –fisioterapeuta-, Haydée Carrasco –terapeuta-, en cursos, pláticas y mensajes, por lo que me di a la tarea de buscar en youtube los videos del señor Corbera. Apenas voy en la parte 4 (son 9) del curso de Curación Emocional y me está  gustando mucho. 

Me he dado cuenta de que para sanar aquello que me aqueja, debo primero poner atención a lo que hay detrás: a la emoción o actitud escondida. 

Ahora sé que en lugar de quejarme por esta u otra afección, debo abrazarlas y darles las gracias porque ellas son como el foquito que se prende en los carros cuando algo no está funcionando como debiera. Entendí que no debo quitarle el fusible a ese foquito, sino ir a la raíz del problema y cuando lo haya solucionado, el foquito se apagará solo. 

Bueno, pues no pude aguantarme a terminar todos los videos, así que me puse a buscar mis dolencias en internet y lo que encontré me dejó de a seis… ¡todo coincidía! 

Pero no solo eso… creo que he descubierto el origen de la inflamación de estómago que me ha traído en jaque desde el 2013… Creo que es un asunto emocional que sucedió semanas o meses antes y que fue el detonador para que mi pancita se viera como la de una embarazada. Bien me decía la fisioterapeuta: es algo que no termino de digerir. 

Claro que puedo estar equivocada, pero como esto me parece de lo más lógico, hoy mismo me aventé una sesión de perdón con la persona involucrada (de la cual salí como si hubiera ido a que me dieran un masaje)  y ahora le doy las gracias a esa inflamación que me ha hecho voltear hacia atrás para sanar esa emoción. 

Ya para despedirme, me voy a permitir citar –una vez más- a Laura Buendía, con esta frase que me fascina:

La vida es como es, no como debería. Gracias por todo lo que me sucede a cada instante, bueno, maravilloso, grandioso, horrible, horrendo, feo y demás. Gracias por la bendición y la maldición, gracias por la luz y por la obscuridad.

…o sea, gracias no solo por la salud, sino también por la enfermedad. 

Y claro, a todos esos maestros que surgen en el momento preciso: gracias, gracias, gracias. 

DESCUBRIENDO Y REDESCUBRIENDO TESOROS

Como muchos de ustedes saben, hace unos días estuvimos de asueto en los Estados Unidos, por lo que mi familia y yo aprovechamos para tomar unas vacaciones.

Todo comenzó el sábado cuando llegamos al aeropuerto de Ciudad Juárez. Unas amigas me habían dicho que como iba a viajar por Vivaaerobús, me recomendaban que nos fuéramos con mucha anticipación, para no arriesgarnos a perder el vuelo. Así lo hicimos, llegamos dos horas antes y para nuestra sorpresa, nos dijeron que el avión estaba retrasado y que en lugar de salir a las 4:30, saldría a las 7. Tratando de no dejar que eso echara a perder nuestras vacaciones, nos fuimos al restaurante. Mi esposo nos sugirió que saboreáramos la comida, pues íbamos a estar ahí  5 horas. Mientras esperábamos en el restaurante, escuchamos que llamaban a los pasajeros del viaje a León (nosotros íbamos a Guadalajara). Luego comenzaron a hacer limpieza y nos tuvimos que ir a esperar a otro lado. Y nos dieron las 3 y las 4, las 5 y las 6 y las 7… como a las 8 nos piden que pasemos a la puerta X. Ahí vamos con toda la perrada a formarnos y de repente vemos que no es para abordar, ¡sino para que nos dieran sodas, papitas y galletas… OMG! Obvi que me hice la digna y no me formé, pero al rato comenzó a apretar la tripa y dejando a un lado a mi otro yo (ese que está clavadísimo comiendo solo cosas nutritivas –alimentos vivos- y que gracias a ello ha bajado la inflamación de la panza) me paré muy humildita a recibir unas galletas. La ilusa pregunté si tenían botellas de agua. No, pura bebida carbonatada retacada de azúcar y de porquerías, contestaron (jajaja, no es cierto, pero así me sonó). Sin llorar. Me pasé unas tres o cuatro galletas con pura saliva y dejé el paquete a medias.

Después de esa bomba, los ánimos comenzaron a caldearse, ya que eran ya las 8:30 y ni luces del avión. Alguien dijo que lo que había pasado es que nos iban a mandar en el que se había ido a León… Viva México, me cae. Comenzamos a sulfurarnos y luego recordamos que habíamos pagado una cuarta parte del vuelo de Aeroméxico y se nos pasó.

Por fin, a las 9:30 de la noche comenzamos a abordar. En cuanto nos subimos, mi esposo y yo nos ‘jetoneamos’ y abrimos los ojos cuando estábamos a punto de aterrizar.

Recogimos las maletas, nos fuimos por el carro de renta y nos dirigimos al hotel. Éste se encontraba en pleno centro, el cual está en remodelación. Dimos vueltas y vueltas y no dábamos con la dirección… hasta que se me ocurrió hablar al hotel. Muy amables, nos mandaron a un estacionamiento y fueron por nosotros con un diablito. Nos venimos durmiendo como a las 2 de la mañana.

Al día siguiente nos deleitamos con la vista maravillosa de la catedral desde nuestra habitación. Desayunamos unos chilaquiles wannabe y salimos a caminar y a tomar un paseo en calandria. Yo tenía sentimientos encontrados por el inocente caballo. Mi hijo trató de consolarme, diciéndome que no se veía flaco ni maltratado… en fin. Recorrimos buena parte del primer cuadro de la ciudad, exclamando “aes” y “oes” (diría la ridi de mi mamá) al por doquier. Luego nos fuimos caminando al mercado de San Juan de Dios. Ahí comimos unos sopecitos (bueno, yo, ellos comieron otras cosas) y dimos el rol por los puestos. Mis tres acompañantes se ajuarearon de zapatos y ropa.

Intenté ver a mi sobrina Pame que vive allá, pero estaba trabajando y ya no se pudo. Regresamos al hotel por nuestras cosas y salimos para Aguascalientes. En el camino comencé a mensajearme con Juan, el patriarca de la querida familia que tuvimos el placer de conocer dos años atrás y que mencioné en la gunicharrita del 13 de octubre de 2013 (Un Regalo de Dios). Quedamos que él y su esposa Dulce nos encontrarían a la entrada de la ciudad, para de ahí guiarnos al cine. Ahí, sus hijas ya estarían esperando a los nuestros para ver una película de estreno. Así lo hicimos… cuando los tuvimos frente a frente, no lo podíamos creer. ¡Por fin nos volvíamos a ver! Llegamos al cine y me encantó el hecho de que sus hijas fueran con un grupo grande de muchachos y muchachas, todos súper sanos.

Los dejamos ahí y nos fuimos los cuatro a cenar. Pronto recordé que Juan era bastante chistín y pasamos el tiempo atacados de la risa.

Al poco rato llegamos a su casa, la cual está ubicada en un fraccionamiento hermoso. Nos sentimos abrumados cuando nos dieron su recámara para que mi hijo se quedara con nosotros  en un colchón… eran demasiadas atenciones.

Los niños regresaron del cine fascinados y nos fuimos a dormir.

Al día siguiente pasamos a conocer la congre, un lugar padrísimo que los Valtierra iniciaron hace poco y en donde se juntan (se congregan pues) para orar los jueves y para la alabanza los domingos. Para los que no estén muy familiarizados con la religión cristiana (que es la de nuestros amigos), según lo que yo entiendo, un pastor puede abrir una iglesia (no sé si se le llame así), como lo hicieron ellos, y la renta y los gastos del lugar son pagados por toda la congregación (bueno, por quien guste). Claro que si nadie coopera, la familia del pastor es la que le entra al quite, pero por lo que Juan y Dulce nos dijeron, gracias a Dios ahí van con los gastos. Mi esposo y yo nos quedamos con el ojo cuadrado al ver la obra tan grande que esa pequeña familia está haciendo por los jóvenes de Aguascalientes y aunque yo no soy cristiana, me encantaría vivir allá solamente para acompañarlos y vivir esa experiencia tan linda.  Sus tres hijas y otros jóvenes están a cargo de la parte musical, ya que todas son muy talentosas.

No pudimos quedarnos mucho tiempo porque ya nos esperaban a comer unos primos a los que no veía desde hace varios años, pero con los que me mantengo en contacto por el feis. ¿Qué les puedo decir? Los cuatro hermanos y el esposo de Pilar, la que organizó la comida, son lindísimos y nos hicieron sentir muy queridos. Mi hijo se emocionó porque por fin podría pistear legalmente en México, ya que recién cumplió los 18. Mis primos (los que no vivían en esa casa, obvi) fueron llegando de uno por uno, así como mi sobrina Menis que está a punto de terminar su carrera allá. Como Pilar y yo habíamos estado batallando de lo mismo (la inflamación), toda linda, me preparó una comida especial… ¿así o más chiple? El tiempo se nos hizo corto y tuvimos que despedirnos porque teníamos planes con los Valtierra y la mamá de Laura (la chica que vivió con ellos aquí en El Paso).

Nos despedimos sin ganas de retirarnos, contentísimos de pasar un rato muy agradable con personas tan sencillas y queridas.

Menis se vino con nosotros. Pasamos por los Valtierra a su casa y nos dirigimos al bellísimo Jardín de San Marcos, en donde nos habíamos quedado de ver con Laura y su mamá. El jardín estaba repleto de esculturas de bronce, así como de diferentes puestos. Me sorprendió la educación de los vendedores que caminaban entre la gente, ya que se acercaban como no queriendo molestar y nos pedían disculpas por ofrecernos sus productos. Si les decíamos que no, no insistían, daban las gracias y se despedían con mucha amabilidad. Esto es algo que jamás habíamos visto. Mientras platicaba con Dulce, se acercó una señora a ofrecernos unas plumas; no le compramos nada. Como a los veinte minutos se volvió a acercar, solo que ahora iba yo con mi marido. Ella comenzó a hablar, pero en cuanto me vio, dijo: “Ay, disculpe… a usted ya le había ofrecido”, y se retiró. Me pudo encantar su prudencia.

Las niñas Valtierra quisieron probar las famosas chascas (elote desgranado con chilito y todos sus arrimadijos) y yo no quise quedarme atrás. Le puse de un ajonjolí que tenía un poco de aceite y algo picante… casi se me salen los ojos… ¡era chile habanero! Le pedí al señor que le pusiera un poco más de crema (que no debo, pero en fin) y medio se compuso, pero al final terminé tirándolo pues comencé a sentir el estómago revuelto.

Después de caminar un rato y de pasar por una cajita de Sal de Uvas, nos dirigimos a una placita con diferentes restaurantes. Nosotros no teníamos hambre, habíamos comido súper bien con los primos, pero todos los demás sí cenaron.

Me llamó la atención que una señora ya grande y de apariencia humilde se paró como a dos metros de donde estábamos nosotros, y sin decir nada, nos transmitió su necesidad. Mi esposo se levantó de la mesa para darle algo de dinero. La señora, amabilísima, le dio las gracias con tanta educación que nos dejó con el ojo cuadrado.

Al día siguiente nos fuimos a Guanajuato con Juan, Dulce y Fer, una de sus hijas. Conforme nos íbamos acercando a la ciudad, yo sentía que algo brincaba en mi pecho… estaba súper emocionada, pues mi mamá había nacido en ese estado (digo, no íbamos a ir a su pueblo, pero el hecho de estar ahí era más que suficiente para mí).

Pasando la primera caseta de la ciudad, vimos unas personas de la Secretaría de Turismo. Nos ofrecieron un tour por la ciudad que duraría cinco horas. Estacionamos los carros y esperamos a que llegaran por nosotros. Mientras eso sucedía, yo llamé a la Secretaría de Turismo solamente para confirmar que dichos puestos estuvieran autorizados (la desconfiada y unos compas…).

Por fin llegó la camioneta que nos llevó a comer a un hermoso restaurante (Casa Valadez) ubicado en el Jardín Unión. Éste es una pequeña plaza con árboles tan tupidos que se unen, formando una sola copa… ¡hermosísimo! Comimos opíparamente y después de eso, caminamos un poco por el lugar. Todos estábamos emocionadísimos y asombrados con tanta belleza. Cuando llegó la camioneta para comenzar el tour, el chofer nos pidió que le pagáramos, sin embargo el muchacho con el que lo contratamos, nos había dicho que eso sería al final. El señor comenzó a sulfurarse diciendo que le ofendía que desconfiáramos de él (LOL), pero mi marido y Juan no cedieron. Para colmo, cuando estaba la discusión más acalorada, llegó un tránsito porque estaba mal estacionado y le quitó una placa. Yo no paraba de repetir “amo y agradezco la justicia perfecta, amo y agradezco nuestra seguridad perfecta, amo y agradezco la tranquilidad perfecta del chofer”, etc.

Más enchilado que la chasca de la noche anterior, el chofer comenzó el tour. De repente, mi esposo como que se empezó a paniquear cuando no supo para dónde nos llevaba, y medio me contagió, pero recordando que esos decretos no fallan y que íbamos con los Valtierra, nada malo podría pasarnos. Y así fue. El señor nos llevó a un mirador con una vista espectacular, luego cambiamos de chofer (gracia a Dios) y nos dirigimos a un lugar donde vendían piedras, y saliendo de la demostración, al Museo de la Inquisición… ¡qué cosa más horrible! Yo no podía dejar de pensar en lo bajo que la humanidad había caído con la dizque “santa” inquisición, pero luego me pasó por la mente que tal vez en alguna otra vida, yo participé en actos igual o peor de abominables. El final del recorrido en el museo era visitar una mazmorra, pero Dulce y yo solamente bajamos unos cuantos escalones. Ella, porque es claustrofóbica, yo porque el lugar olía a puro moho y no quería respirarlo.

De  ahí nos llevaron a una mina, a la que tampoco bajamos ni ella ni yo. Lo último sería visitar a las famosas “tías” de todo mundo, las que “están bien paradas” (chiste más viejo que mi abuelita), pero como ya habíamos visto dos en el museo, les pedimos que mejor nos dejaran en el mercado. Durante el trayecto me fui aspirando el embriagador perfume de una florecita de huele-de-nocheque había arrancado en la entrada de la mina. Ese olor me transportó a mi adolescencia, ya que en el jardín teníamos sembrada de esa hierba y la casa se llenaba de su exquisito aroma al caer el sol. No pude evitar recordar la vez que mi querida tía Bibita fue a visitarnos, y tomando  un florero que había en la mesa con una de esas florecitas, dijo: “Esta plantita… huele… huele de noche”,  y como somos todos bien viborones, nos botaneamos de lo lindo con ese comentario tan obvio, ¡jajaja, perdón tía!

Pues por viborona, al llegar al mercado, Juan me hizo notar que traía la nariz pintada de amarillo, ¡jajajaja, esa Bibita se vengó desde el Mas Allá, usando el polen!  Rápidamente me lo quité y entramos al mercado. Nos quedamos maravillados con la cantidad de puestos que ahí había y con el tamaño de las guayabas. Yo me compré una bolsa de Frida que me costó 170 pesos y que me encantó.

Y por fin se llegó la hora de lo que yo tanto anhelaba de este viaje: la callejoneada. Yo me acordaba que cuando mi hermano Virgilio iba a entrar a la universidad, llegó a pensar en estudiar en  la ciudad de Guanajuato, así que un día nos fuimos los ocho (mis papás y sus seis hijos) a conocer su probable alma mater. No recuerdo muchas cosas de aquel viaje, solo que nos tocó caminar detrás de una estudiantina y que lo pasamos de lo mejor.

En el restaurante se había acercado uno de los miembros de uno de esos grupos a ofrecernos una callejoneada a las 8:30. Por desgracia, ya era muy tarde para nosotros. Le preguntamos si había algo más temprano, dijo que sí, que estaba dispuesto a conseguir unos cuantos compañeros si les pagábamos la ‘módica’ cantidad de $3,000. Bueno sí ajá, yo le aviso. Por fortuna, minutos después se acercó otro que nos ofreció lo mismo, a solo 100 pesos por persona. De aquí somos, dijimos, y compramos los boletos.

Habíamos quedado de vernos en los escalones del Teatro Juárez, por lo que tuvimos que caminar un buen tramo del mercado. ¡Qué ciudad tan hermosa, estábamos todos extasiados! Por fin llegamos y esperamos solo unos minutos. Mientras estábamos sentados en los escalones, llegó un señor a ofrecer un chal con la imagen de Frida y no es que a mí me fascine ella, es solo que ese chal me encantó, por lo que mi marido accedió a comprarlo. Yo tenía en mente ponerlo en un bastidor, igual que lo había hecho la prima Ale Sosa con un pareo.

Y por fin comenzó el guateque. El corazón parecía salirse de mi pecho… ¡aquello era tan diferente a todo! Yo no era la única que lo disfrutaba, los de la estudiantina nos tenían a todos aplaudiendo, atacados de la risa. Lo único malo es que nos invitaron a mi esposo y a mí, junto con otra pareja a hacer el oso en una pequeña obra, jajaja.

Y comenzamos a caminar siguiendo a la estudiantina que cantaba canciones nuevas y viejas. Y caminamos y caminamos y caminamos. En la primera parada nos dieron unas ranitas bastante naquitas de cerámica, con un agujerito en la trompa y una especie de tubo en la parte superior del cuerpo (de regreso en la aduana, el gringo que revisó la maleta por los rayos X dijo que era un bong, jajaja). Luego nos detuvimos en una especie de balcón, al que subimos todas las mujeres, y los hombres nos llevaron serenata… me encantó que mis hijos vieran eso. En la tercera parada, comenzaron a repartir jugo de naranja, ya que ya no se permite pistear en la calle. Con lo especialita que soy, obviamente no quise que me sirvieran nada en algo que de seguro ni habían lavado. Mis hijos y la mayoría de las personas sí le entraron, se veía que era todo un show poder tomarle, hubo varios que lo único que lograron fue mojarse la ropa. En fin. De ahí nos fuimos a otro de los lugares emblemáticos: la Universidad de Guanajuato… ¡qué cosa más hermosa! Por último visitamos el Callejón del Beso, al que fuimos entrando de uno por uno. Mi esposo y mi hijo se habían desviado a hacer una parada sanitaria, por lo que mi hija y yo bajamos solitas. Casi al llegar al escalón donde supuestamente Ana y Carlos se habían besuqueado, apareció mi marido del otro lado de la calle. Le grité que corriera para besarnos y así lo hicimos, ante los aplausos y porras de la concurrencia y la lógica incomodidad de mi hija, jajaja.

Nos paramos a cenar en un restaurante, pero tuvimos que levantarnos porque nos dijeron que se iban a tardar. Tomamos dos taxis y nos dirigimos al estacionamiento donde habíamos dejado los carros. Cerramos la noche en un restaurante de taquitos, donde me tuve que recetar unas deliciosas y grasientas quesadillas (digo “tuve”, pues era lo único que no llevaba carne).

Llegamos a Aguascalientes todavía emocionados y yo di gracias a Dios por ese gran día y por esas maravillosas vacaciones. Me encantó que mis hijos tuvieran una probadita de lo que México es, que pudiéramos todos volver a ver a nuestros queridos amigos y familiares y quedamos convidadísimos a regresar.

No faltará quien diga que fue muy poquito tiempo, que así ni saben las vacaciones, pero por fortuna mi familia y yo no pensamos así. El ver las fotos que tomamos (especialmente mis hijos) de las personas queridas, los hermosos paisajes, los bellos atardeceres y los imponentes edificios es prueba de que nuestro corazón sabe valorar la belleza, independientemente de cuánto dure la experiencia.

Y por eso, una vez más, solo puedo decir: ¡gracias Dios!