ABRAZANDO A MIS PINCHES TIRANOS

Esto que voy a platicar a continuación ya lo he dicho en otras gunicharritas, pero siento la necesidad de compartirlo una y otra vez, ahora convirtiéndolo en el punto focal de la historia. Ahí les va pues:

Últimamente me he convencido más de la importancia de hacer un alto en nuestras vidas para identificar a nuestros pinches tiranos, como acertadamente llama Carlos Castañeda a todos aquellos que nos hacen la vida de cuadritos.

Me gusta salirme de mi drama personal y visualizar a la persona (o personas) con las que tengo conflicto, fuera de la Tierra, platicando animadamente junto a mí, pues estoy segura de que no hay nadie que quiera hacerme daño nomás porque sí y viceversa. Realmente creo que todo obedece a algo más grande que un simple berrinche…o inclusive, que un verdadero odio. 

Y es que eso lo he pensado más en este último año, no solo cuando me pasan cosas desagradables, sino cuando alguien me cuenta sus desgracias.

Para mí, es como una manera de escaparme de lo que llamamos realidad. Es ir al punto donde todo se originó y ver la creación del plan maestro de mi vida: mi aprendizaje. Ahí veo a mis pinches tiranos hablándome amorosamente y diciéndome cosas como: “…entonces yo voy a hacer (y como diría mi sobrina Patita: inserte una mega-gachada aquí) para que tú aprendas el valor de (el perdón, la caridad, la abnegación, el agradecimiento, la familia, la amistad, la honradez, o güarever). En ese estado ideal, yo sonrío a esa o esas personas y mi corazón desborda de amor y de gratitud por ella (s). Al final, nos fundimos un abrazo, rodeados de nuestros Maestros y Guías, de los Ángeles y, por supuesto, de Dios. 

Ya de regreso de mi “escape”, puedo ver con otros ojos a quien me hace sufrir y si me doy cuenta, puedo pedir perdón –mentalmente o mejor aún, en persona- a aquellos para quienes yo sea su pinche tirano. 

Así que, mi regalo de fin de año para ustedes, mis queridos lectores, es sugerirles que hagan lo mismo. Cuando se sientan ofendidos o heridos por alguien, dense un momento para reconocer la maravillosa enseñanza que se esconde tras esa acción. Les aseguro que se sentirán más ligeros después de eso. 

A todos los que yo amorosamente –no lo olviden, jajaja- he fregado, lastimado o herido… gracias por permitirme ser parte de su aprendizaje. Recibo esos violincitos y esas ralladas de madre con mucho orgullo. Y a los que me han ayudado a crecer a lo largo de mi vida… todo mi amor y agradecimiento (y un que otro violincito también, jajaja).

¡Gracias por un gran año!!!!

MI OTRA FAMILIA

¡No puede ser… hace ya casi un mes que publiqué la última gunicharrita! ¿Por qué? Porque he andado tremendamente ocupada –como todo el mundo- y aunque he tenido momentos de inspiración, no me he dado el tiempo de sentarme a cristalizarlos con pluma y papel… o más bien, con dedos y compu. Pero… ¿saben qué?  No me he mortificado por ello. ¿Se imaginan? Ya  bastante estrés tengo como para echarle algo más.

Y bueno, pues sí… este mes ha sido de mucho estrés y de mucho correr, pero también de grandes demostraciones de amor. Dios me ha premiado, rodeándome de gente hermosísima (amigos y familiares) que con su cariño hacen que mi corazón se sienta pleno.

Una de esos momentos de plenitud sucedió hace unas semanas, cuando asistí a una ceremonia con tambores. Mis hijos y mi esposo se habían ido a pasear en cuatrimoto y de ahí les pegó la loquera y se fueron al rancho con unos amigos muy queridos.

El día estaba hermoso, yo iba bien preparada por si hacía frío, pero no necesité ponerme nada más. Llegué a donde se iba a llevar a cabo la ceremonia, saludé a Sobha  (la mera mera del lugar, una mujer súper sencilla y espiritual)  y le entregué una pintura de mi talentosa y bella paisana, Josefina Membrila. Semanas antes, yo había ido a comprarle unos cuadros para mi casa y en cuanto vi esa, pensé en donarla al centro… claro que cuando la tuve en mi casa, por poco me arrepiento, pero recordé las palabras de Josefina: “Las pinturas dicen con quién se quieren ir y dónde quieren estar”, así que hice caso a mi primer impulso. Sobha se mostró sorprendida y agradecida a la vez, le gustó mucho la pintura y me pidió que la acompañara al patio. Ahí se encontraban ya varias personas reunidas alrededor de una fogata y había unas más haciendo fila para que  Lynn y Frances (otras que parten el queso ahí y que también son hermosas) limpiaran su campo energético con hierbas. Saludé con un abrazo fuerte a Frances y pude sentir su aprecio sincero. Me emocionó mucho que me dijera que tenía una energía muy bonita… bueno, me emocionó y me sorprendió, ya que el día anterior había tenido una mega discusión con una persona muy allegada. En fin, saludé también al chamán que iba a conducir la ceremonia: su siempre sonriente y agradable marido Raúl, a Teresa y a Norma, dos amigas a las que yo había invitado y que me llevan años luz en el camino espiritual (al igual que la mayoría de las casi 50 personas que ahí se encontraban).

Sobha entregó la pintura a Raúl, quien la colocó en un lugar especial dentro del círculo sagrado, para ser bendecida durante la ceremonia.  Yo fui por una silla y me senté alrededor de la fogata. A dos lugares de mí estaba Terrie Marie y nos saludamos con un gran abrazo. Tiempo atrás, ella y yo trabajamos juntas en su libro de mensajes de los ángeles, tuve el privilegio de traducirlo al español, y digo privilegio, pues en cuanto comenzaba a leer los mensajes, me llenaba de una paz muy especial.

Raúl ‘Gray Wolf’ dio inicio a la ceremonia dándonos la bienvenida. Haciendo gala de todo su carisma y buen humor, nos explicó la mecánica: él comenzaría tocando su tambor y todos nos uniríamos con nuestras sonajas o tambores (dos años antes yo había comprado una sonaja hermosa en Santa Fe y por fin se me haría estrenarla…¡yupi!).

Para comenzar, nos pidió a todos que nos pusiéramos de pie y con todo respeto, saludamos a los cuatro puntos cardinales. No recuerdo ya qué representaba cada uno de ellos, solo me acuerdo que el último tenía que ver con los ancestros… cuando ‘Gray Wolf’ los mencionó, sentí una emoción muy grande al pensar en los míos y me sentí muy cercana a ellos.

Luego comenzamos a tocar. En total fueron como cinco “canciones”…¿o cómo se les llamará… piezas? Bueno, no sé, el caso es que una de ellas fue muy padre, con muchísima intensidad y el objetivo fue generar la mayor cantidad de energía para enviarla a la Madre Tierra y al Padre Cielo. Cuando ‘Gray Wolf’ nos lo indicó, todos bajamos las manos al mismo tiempo y con mucho ímpetu, lanzamos la energía a la Tierra e inmediatamente después, las subimos, lanzándola hacia el cielo. Fue algo muy breve pero intenso que me dejó sumamente relajada.

La última, la favorita de ‘Gray Wolf’, también era mi favorita… obviamente no puedo explicar la tonada con palabras, solo puedo decir que la disfruté muchísimo.

Y aquí voy a hacer un paréntesis para platicar lo que sucedió en otra ceremonia con tambores. En esa ocasión nos habíamos reunido en casa de Lynn y la persona que dirigió la ceremonia (no recuerdo si fue Raúl u otra persona -Víctor Manuel-) nos pidió en determinado momento que cerráramos los ojos y comenzamos a meditar; minutos después, escuché claramente el rugido de un oso atrás de mí… ¡el sonido era tan fuerte que hasta me asusté y abrí los ojos, pensando que me toparía con él! Obviamente no había nada… el oso estaba en otra dimensión. Eso realmente me fascinó y más cuando alguien me dijo que probablemente se trataba de mi animal de poder. (Se cierra el paréntesis)

Cuando la ceremonia terminó, comenzamos a salir -de uno por uno- del círculo sagrado para dirigirnos a un laberinto, el cual sería inaugurado esa tarde. Ya casi para salir, me topé con Víctor Manuel, la persona de la que hablaba en el párrafo anterior, y me dio muchísimo gusto verlo, ya que ha estado muy enfermo y lo noté repuesto (Víctor Manuel (médium) es a quien le llegó la cancón de “Sabor a Mí” unos días antes de que mi tío Luis dejara su cuerpo físico… ¿se acuerdan? (Ver “Pasarán más de mil años” en este blog)).

En fin. Ya en el laberinto, saludé a Lynn, quien con un abrazo me dijo mil cosas y pude sentir su bellísima esencia.  Ella y Frances fueron las encargadas de recorrerlo –y bendecirlo, supongo- por primera vez y una vez que dimos la vuelta al círculo externo, los que quisieron, entraron para caminarlo de principio a fin.

De ahí pasamos al comedor donde saboreamos las delicias que entre todos llevamos y yo platiqué con mis lindas amiguitas de Unity: Teresa y Norma. La borlotera de Teresa organizó la sesión de fotos y el tiempo de despedirse se llegó pronto.

Al salir de ahí, el corazón no me cabía en el pecho. Sentí una inmensa gratitud por haber encontrado en esta vida a mi otra familia -mi familia espiritual- y me sentí inmensamente feliz de poder pertenecer a este hermoso grupo.

¡Gracias Sobha, Lynn, ‘Gray Wolf’, Frances y Víctor Manuel por hacerlo posible!

Mi mamá, a diez años… tan cerca

En tres días se cumplirán diez años de un evento sumamente importante en la vida de mi madre: la culminación de sus estudios en este plano. ¿Y qué fue lo que estudió? La vida.

Mi hermosa madre se graduó con honores en Caridad, Compasión, Empatía, Amor, Entrega Total y probablemente algunas otras materias que ahorita no me vienen a la mente.

Ella regresó al Hogar, dejando aquí el vehículo que la transportaba. Sus compañeros de estudios, sus alumnos y maestros, nos encargamos de ponerlo en la tierra para que se reintegrara  a ésta.

Fue una bella ceremonia a la que nos acompañaron tantos y tantos amigos y familiares, algunos en espíritu y otros en persona. Aunque la despedida era para ella, nuestro grupo de estudio denominado familia se vio alimentado por todas esas muestras de cariño: abrazos, tarjetas, llamadas y flores.

Y de eso han pasado ya diez añotes.

Durante todo ese tiempo, mi mamá ha venido a saludarnos, a abrazarnos, a darnos consejos…a reiterarnos su amor. Jamás la había sentido tan cerca; y es que como alguien bien dijo: “Su ausencia nos llenó de su presencia”.

Yo no sé si ya haya comenzado de nuevo sus estudios con otro vehículo, o si está trabajando en algún lado, aunque me inclino a pensar que un alma tan pura como la de ella se encuentra más bien ayudando en otro plano. Y tengo motivos para hacerlo, ya que muy al principio de su partida, una doctora nos dijo que la veía recibiendo a los niños que terminaban su experiencia aquí en la Tierra.

También, con esa misma doctora, ella ha estado presente en las sesiones de curación de algunos miembros de mi familia y míos; ha sido portadora de buenas noticias y en particular, me ha seguido aconsejando.

Y ni qué decir de las innumerables veces que me ha visitado en sueños y que he podido tocar su brazo gordito y fresco, escuchar su bella voz, disfrutar de su sonrisa, de sus abrazos… y sentir su inmenso amor.

Pero bueno, ese trabajo no se limita a su familia, una amiga mía vivió una experiencia increíble con ella y con mi papá que ya había dejado también su cuerpo físico. Todo empezó hace algún tiempo, cuando le regalé un perfume que había sido de mi mamá. Cuando ella dejó este plano, decidimos repartir sus cosas entre sus hijos (o más bien entre las hijas, pues los hombres casi no quisieron nada)  y como ese perfume había sido un obsequio de mi parte, mis hermanas me dijeron que me quedara con él. Lo usé un rato y luego me puse a pensar a quién dárselo. Pasaron por mi mente algunas personas, pero no me latía ninguna de ellas… hasta que pensé en mi amiga Carmen. Ella lo recibió emocionada, sabiendo que había pertenecido a un bello ser. Pues bien, tiempo después, cuando hospitalizaron a mi amiga, yo fui a visitarla y a llevarle un nuevo perfume (pero del mismo), pues ya se había acabado el otro. Estuve solo unos minutos para no cansarla y le entregué su regalo. Al día siguiente, Carmen me llamó y como no escuché el teléfono, me dejó un recado. Muy contenta, me decía que se sentía mejor, que se acababa de bañar, que se había puesto el perfume y… en eso se le quebró la voz: “Ay amiga, a qué no sabes quién está aquí… ¡tu papá y tu mamá!…” comenzó a sollozar y terminó con un “Luego hablamos”.

Lógicamente, me emocioné mucho al escuchar su mensaje y le regresé la llamada de inmediato. Mi amiga estaba ya más tranquila y me contó que en cuanto se puso el perfume, vio a mi papá parado a los pies de la cama, con su bata blanca y a mi mamá con un vestido de flores chiquitas, sentada justo en la silla en la que yo había estado (había dos en la habitación). Wow!!! Aunque ninguno de los dos había hablado, esa visión le dio a mi amiga la certeza de que todo iba a salir bien y así fue, gracias a Dios.

Aunque suene un poco frío, yo no la extraño… Se extraña aquello que ya no se tiene, así que, ¿cómo hacerlo, teniendo todas estas manifestaciones?

Estoy segura de que cuando llegue el momento de mi graduación, ella y mi papá estarán en primera fila y me ayudarán a cruzar el puente que me llevará de regreso al Hogar. Mientras tanto, los sigo disfrutando así: irradiando amor por todos lados y demostrando que la muerte no existe. 

Y ya para concluir, con motivo de estos primeros diez años, envío un abrazo apretadísimo a ese bello espíritu que me tocó por madre y me uno a la celebración por el aniversario de su Nueva Vida.

¡Los quiero, Gordos… FELICIDADES MAMÁ!

La naturaleza, una gran maestra

Últimamente me he puesto a pensar que la sabiduría de las personas mayores les viene –en su mayoría- de observar la naturaleza, aunque por culpa de la tecnología, esto cada vez es más raro. ¿A poco no? Antes, la gente pasaba más tiempo en el campo, o si vivían en la ciudad, no estaban tan encerrados como nosotros en nuestras casas, que nos la pasamos conectados a algún aparato.

Y es que no cabe duda de que Dios hizo todo perfecto. En alguna ocasión ya había escrito aquí (yo, no Dios…LOL) sobre cómo Él/Ella nos dejó pistas en la naturaleza y en nuestro propio cuerpo (LECCIONES ESCONDIDAS) y ahora, al contemplar mis hermosos crisantemos y rosales, vuelvo a pensar más o menos lo mismo. Sus flores marchitas me han enseñado que debemos despojarnos de lo viejo para que pueda llegar algo nuevo. 

Sí, qué bueno que hayamos tenido X o Y logro, X o Y amor, pero si estos ya forman parte de nuestro pasado, debemos darle vuelta a la página y cortarlos (como a las flores secas), para que surja algo nuevo en nuestra vida. 

Un claro ejemplo de esto es mi querida amiga Fulanita de Tal, a quien le mataron al esposo hace ya cinco años y no deja de pensar en él ni de sufrir por su ausencia. Por supuesto que le encantaría volverse a enamorar, pero piensa que nunca va a encontrar a nadie como él. Yo le digo que tiene razón…puede encontrar a alguien mejor, pero claro que no la convenzo…sigue aferrada a su dolor. 

Por otra parte, tengo contactos en facebook que lo único que publican son sus triunfos pasados… Cuando veo eso, me doy cuenta que no viven el presente y me quedo con las ganas de saber cómo son en realidad. En fin…

La naturaleza también es una gran maestra para enseñarnos la importancia de estar en el lugar adecuado si queremos crecer sanos y sentirnos plenos. 

Esto lo escuché apenas hace unos días, cuando una doctora muy intuitiva le preguntó a una persona que conozco:

— ¿Eres feliz haciendo lo que haces? 

Él titubeó un poco y contestó con un tímido “pues sí”.  La doctora de inmediato supo que algo andaba mal y le dijo que tenía que cambiar. Y es que esta persona se acostumbró a vivir con dolor hasta que llegó a pensar que eso era normal. 

A los pocos días, tres de mis plantas (un geranio, una hiedra y una Julieta) vinieron a corroborar eso que la doctora decía. 

A la primera, hace meses la coloqué debajo de un pino, pues se me estaba muriendo. Si bien mejoró un poco y hasta comenzó a echar hojas grandes, nunca pude lograr que floreara. Entonces la cambié a donde le da el sol directamente y le cae el agua de los aspersores… ahora tiene unas flores hermosas y brotes por todos lados. 

La segunda se veía aparentemente sana, la tenía en un pasillo y la regaba cuando me acordaba. Para evitar que se fuera a morir por falta de agua, decidí cambiarla al mismo lugar que el geranio. Sorprendentemente, a los pocos días se puso como si hubiera pasado la noche bajo la lluvia… ¡hermosa!

La tercera me la regaló precisamente mi amiga de la que les acabo de contar. Hace varios años me dio un piecito para que mi hijo hiciera un proyecto de ciencias y aunque la he cambiado y cambiado de lugar, la planta cuenta con apenas algunas hojas. Afortunadamente, la naturaleza vino en su ayuda (con la lección que aprendí de las otras) y en estos días la sacaré de la tierra y la pondré en agua (en cuanto consiga un recipiente apropiado). 

Lo mismo pasa con las personas. El ser humano vino a esta vida a ser feliz, a ser pleno. Si lo que estás haciendo actualmente no te hace sentir así, cambia. ¿Qué? Tu trabajo, tus amigos, tu pareja, tus hábitos…qué sé yo. Afortunadamente estamos equipados con una especie de “antenitas de vinil” que nos ayudan a tantear el terreno y saber cuándo poner pies en polvorosa. Yo lo he hecho en varias ocasiones, especialmente en lo que se refiere a personas. Por ejemplo, alguna vez llegué a un grupo dizque de mujeres sensibles, espirituales, maduras, fregonas, pero con el paso del tiempo me di cuenta de que mi percepción inicial estaba muy lejos de la realidad. La mayoría eran huecas y excesivamente vanidosas. Jamás me sentí completamente aceptada, yo era una cara más en su foto de cumpleaños; se desvivían en elogios (por supuesto que no para mí, sino entre ellas mismas), haciéndonos sentir poca cosa al resto de las mortales. Un día, afortunadamente, me di cuenta de ello y me alejé, conservando solamente la amistad de la minoría que sí es auténtica. 

Hay otro caso, el de la clásica “prima del amigo”. Ella decidió terminar con una relación formal porque se dio cuenta que aunque su novio era todo lo que cualquier mujer podría soñar, ya no lo amaba. Un día, salió a comer con dos amigos, un hombre y una mujer. Cuando les soltó la noticia, el chavo casi se atraganta… 

— ¿Quéeeeee? Pero, ¿qué estás loca? ¿Cómo se te ocurre terminar con él, a tus 25 años????? ¿No te da miedo quedarte solterona???? 

¡Jajajaja, las dos mujeres no salían de su asombro, jamás se imaginaron que un hombre pensara así!

Afortunadamente, la prima de mi amigo conoció luego al amor de su vida y hasta la fecha están felizmente casados y tienen una hermosa familia. 

Y esto es algo que todos podemos hacer. Por desgracia, muchas personas se quedan en donde están –y con quien están- por miedo a lo desconocido o porque piensan que la vida es así. No es cierto, la vida no debe ser sufrimiento. Claro que éste existe, pero no debe ser una constante en nuestras vidas. 

Así que, sal ahora a contemplar la naturaleza, escucha sus sabios consejos y reflexiona sobre tu vida. Tal vez te sorprendas con tus pensamientos. 

Muchas gracias a ti por leerme y a la creación por guiarme. Hasta la próxima. 

LA MAMÁ IDEAL VS. LA MAMÁ REAL – HACIENDO LAS PACES CONMIGO MISMA

El otro día me puse a buscar unos papeles y me encontré los apuntes de un curso padrísimo para padres que tomé hace como ocho años. Éste fue magistralmente impartido por Lelia Onsurez, del Hospital Thomason en El Paso.

Con tristeza, leí algo de lo que ahí estaba escrito: Cuando tu hijo te hable, debes parar el mundo para atenderlo.

Pues bien, hoy, una amiga me contó que su marido le había dicho que era una floja. La verdad, nunca he ido a su casa, así que no sé cómo la tenga, pero he visto la atención que le pone a sus hijos. Me he dado cuenta de que mi amiga no solo detiene el mundo cuando ellos la necesitan, sino que va más allá, con juegos, bailes e interminables risas. Qué tristeza que ese papá no se dé cuenta del papel tan importante que mi amiga juega en la vida de sus hijos y del regalo tan grande que les está dando. 

Eso me transportó varios años atrás y recordé que cuando yo tuve a mis hijos, me hice el firme propósito de ser una excelente mamá. Mi biblia era el libro “What to Expect When You Are Expecting” (‘Qué Puedes Esperar Cuando Estás Esperando’), así como la revista “Parents” (Padres). Esa mamá ideal se veía jugando con sus hijos, educándolos con amor, cocinando juntos, etc. Por ahí deben de andar todavía varias carpetas de cosas padres para hacer con los niños (recetas, manualidades, etc.) que yo arrancaba de la revista. Yo creo que de las 200 ideas que junté, tal vez hice una o dos. ¿Por qué? No estoy segura, pero creo que quise ir en contra de mi naturaleza.

Primero, nunca me ha gustado jugar con los niños (ni cuando era más joven; mi sobrina más grande me cuenta toda frustrada que cuando ella era chiquita y nos pedía a mis hermanas o a mí que jugáramos con ella, lo hacíamos como por un minuto y luego le decíamos que las Barbies tenían sueño; acostábamos a las muñecas y se acababa el juego, jajajajaja).

Segundo, no soy muy paciente que digamos. Cuando mi hijo mayor era muy chiquito y hacía berrinche, yo lo abrazaba hasta que se le pasaba… ¡Uf, eso me hacía sentir la mejor mamá del mundo! Todo fue que creciera un poco más, para que él y mi hija conocieran el ogro que llevo dentro: una mamá gritona, poco tolerante y pegalona (y al escribir esto, se me llenan los ojos de lágrimas, deseando que las cosas hubieran sido de otra manera y que la mamá real se asemejara más a la ideal).

Tercero, aunque quisiera ser de las mamás que cocinan con mucho amor para su familia, la realidad es que yo lo hago porque sé que es mi obligación. A veces, esa mamá ideal se apodera de mí y lo logro, pero la mayor parte del tiempo no sucede así. Y bueno, ni qué decir de cocinar con los hijos… mi paciencia casi nunca da para eso.

Cuarto, si bien mi casa no siempre está al 100%, yo invierto mucho tiempo en ella. Tal vez porque soy muy pachorruda y/o muy desorganizada (empiezo tendiendo la cama y en eso me acuerdo de que tengo que lavar, me llevo la ropa a la lavandería, pero en el camino veo unos zapatos; los tomo y los llevo a la recámara que correspondan y ahí me encuentro dos vasos sucios… después de un buen tiempo, la cama sigue sin tender, la ropa está a medio pasillo, los vasos nunca llegaron a la cocina, etc.).

Recuerdo muy bien un día cuando mis hijos eran chiquitos y yo estaba estrenando ayuda doméstica. Aunque ya había tenido trabajadora, esta señora era diferente, ya que se esperó a que termináramos de comer, lavó los platos y todo el sartenerío, los secó y los guardó, así que a las 4 de la tarde, mi casa estaba impecable. ¿Qué hice? Me salí con mis hijos al jardín y por primera vez me pude sentar en la mecedora y pude disfrutar al verlos correr y SER NIÑOS.

Claro que el gusto me duró muy poco, la señora se enfermó y dejó de trabajar y nunca conseguí otra que se fuera después de la comida.

Y créanme que para las señoras que nos gusta tener la casa arreglada y que quisiéramos más tiempo para nuestra familia, esto es algo muy importante. Tengo una amiga muy querida en el sur de México que cuenta con ayuda doméstica cinco días a la semana… Wow! Para los que vivimos en Estados Unidos, eso es algo prácticamente impensable, pues aquí ganan al día lo que allá a la semana. Por supuesto que su casa siempre está impecable, sus comidas son riquísimas y balanceadas, ella está radiante y puede dedicar tiempo a su esposo y a sus hijas.

Pero bueno, volviendo a lo que hablábamos al principio, a casi 17 años de haberme convertido en madre, estoy empezando a hacer las paces conmigo misma por no haber podido alcanzar ese estándar que formé en mi cabeza. Quiero pensar que la mamá que mis hijos necesitaban era ésta, precisamente ésta: la intolerante, la enojona… la PERFECTAMENTE IMPERFECTA, porque, ¿cómo carambas se explica que por más que yo me esforzara por ser esa mamá ideal, nunca lo haya logrado? Aunque bueno, en mi defensa, debo decir que no soy un monstruo. Gracias a Dios, sí he abrazado mucho a mis hijos, les he dicho cuánto los quiero, les he preparado sus platillos favoritos, hemos cocinado juntos (pocas veces, pero lo hemos hecho), les he contado cuentos, los he arrullado, los he chipleado y les he llevado un diario (uno para cada uno), desde que antes de que nacieran hasta aproximadamente los cinco años. Pero sin lugar a dudas, lo más importante es que he reconocido mis errores ante ellos y les he pedido perdón.

Así que, señores, si notan que su esposa está cansada, de malas, que no está con sus hijos o que se la pasa regañándolos, llamen al 1-800-ALEGRÍA DEL HOGAR. Les aseguro que eso resolverá gran parte de sus problemas. Eso sí, no sean piedras, una vez por semana es muy poquito… que sea mínimo tres.

Niños, jóvenes o adultos: recuerden que sus padres hicieron lo que pudieron, con los recursos y la información que ellos tenían en ese momento.

Por último… señoras, disfruten a sus hijos (aunque ya sean grandes, nunca es tarde), el trabajo de la casa puede esperar. Pero lo más importante, no se torturen tratando de ser lo que no son.

Y si a alguien le sirve mi experiencia, qué bien. Si no, no importa… me ha servido a mí.

¡Hasta la próxima!

VITILIGO, ESO QUE NOS HACE DIFERENTES

Un día de finales de los 80´s me encontraba platicando con un amigo a pleno sol (eran las 3 de la tarde). — ¿Qué es esta manchita? –me pregunta, señalando mi cuello. 

Me acerco al espejo de su carro y veo, por primera vez, una mancha blanca pequeñita en la base del cuello. No tenía la menor idea de qué podría ser, pero no le di importancia. A las pocas semanas, la manchita se fue agrandando y me salieron otras, primero en el cuello, luego en la espalda y en otras partes del cuerpo. 

Fui a ver a un Dermatólogo, quien me dijo que era vitiligo, una enfermedad de la que no se sabía mucho, pero que se creía era de tipo nervioso y hereditaria. Si bien, yo no me consideraba una persona preocupona, sí había estado sometida a mucha presión justo cuando apareció la primera manchita, ya que en ese tiempo preparaba mi tesis y me había topado con muchas trabas para terminarla. Por otra parte, no era la primera persona de la familia a la que se lo diagnosticaban: mi abuelo paterno, una hija de él y mi hermana lo tuvieron, aunque no tan extendido como el mío. 

Me sometí a todos los tratamientos habidos y por haber, recomendados por varios médicos y sanadores. Lo más efectivo fue una medicina que originalmente era para la psoriasis (Daivonex) y un remedio natural: ajo machado revuelto con limón y untado en las manchas, diez minutos antes de bañarme (ojo: siempre tuve cuidado de no exponerme al sol durante ese tiempo). Ambos tratamientos los seguí al pie de la letra (no juntos), pero llegó un momento en el que las manchas eran tantas que me cansé y decidí hacer las paces con la enfermedad. 

Un buen día, las manchas dejaron de salir y las que ya tenía se hicieron más pequeñas.  Sé que aún tengo unas más notorias  en la espalda, pero eso ya no me importa. 

¿Y por qué les cuento todo esto? Ah, pues porque ayer vi a una de mis sobrinas (Patita), quien se sacó la rifa del tigre al heredar también el vitiligo. Menciono lo de la rifa porque el de ella es más pronunciado que el mío y los tratamientos a los que se ha sometido han sido un verdadero calvario.  Ella constantemente trata de concientizar a la gente sobre el estigma que esto representa para muchas personas y de hecho, al final de esta gunicharrita comparto (con su autorización) una nota que escribió –años atrás- sobre el tema.  También gracias a ella conocí a una famosa modelo con vitiligo – Chantelle Brown Young (Winnie Harlow) – y al ver las fotos de esta valiente mujer, cambió mi percepción y mi concepto de la belleza.  

Pero bueno, volviendo a lo del estigma, confieso que yo he sido muy afortunada, ya que el vitiligo no me ha afectado tanto. ¿Por qué? No estoy segura, pero tengo dos teorías. Para explicar la primera, debo remontarme a mis años mozos en los que una noche me arreglaba para ir a un baile. Mi mamá se acercó solícita a ponerme maquillaje en  la cicatriz tipo zipper que “adorna” mi  espalda, ya que mi vestido dejaba ver una tercera parte de ella. Yo decliné su oferta, diciéndole que no era algo de lo que me avergonzara, sino al contrario, eso me hacía sentir única. Y lo mismo aplica para las manchas. Pero aquí viene la segunda teoría: tal vez no me ha afectado porque nunca me han salido en la cara. 

En fin, por lo que haya sido, pienso que no tiene caso dedicar tanto tiempo a tratar de “curar” algo en mi cuerpo que no me debilita, no me duele ni me va a provocar la muerte. Y contrario a lo que hice todos esos años tratando de recuperar mi color, ahora me maravillo al ver la obra de arte que es el cuerpo de mi sobrina y el de todas las personas que padecen de esta condición o de alguna otra que los haga ser diferentes. 

Debemos apreciar nuestro cuerpo, sin importar cómo sea. 

Recordemos que Dios nos los prestó para que nuestro Espíritu pudiera asistir a la Universidad de la Vida para APRENDER. 

Abracemos nuestras “imperfecciones” y más bien, veámoslas como algo que nos hace ÚNICOS e irrepetibles. 

Y ahora sí, para cerrar con broche de oro, los dejo con la nota de mi sobrina, a la que le mando todo mi cariño y agradecimiento y le deseo de todo corazón que ella también se llegue a ver como lo que es: una  hermosísima y valiosísima obra de arte. 

Vivir con vitiligo

Por Patricia Aurelia

¿Qué tanto sabes tú acerca del vitiligo? No, no se llama “Mal del Pinto”. Ese es un término ofensivo para las personas que padecemos esta enfermedad…

Estuve debatiéndome entre compartir esta situación tan personal, pero al final de cuentas, el silencio es lo peor que nos pasa.

Tengo desde que tenía la edad de siete con manchas que vienen y van. El vitiligo es una enfermedad caprichosa, un día te despiertas con una mancha, así nomas, literalmente de la noche a la mañana. Y luego de repente ves que a esa mancha le empiezan a salir “pecas” de tu color normal de piel… y si tienes suerte, desaparece, paulatinamente. Pero esa misma mancha, puede regresar- mañana, pasado, en diez años… Caprichosa. Aparentemente (porque no está comprobado al cien por ciento, porque no existen suficientes estudios…) es el mismo sistema inmunológico que ataca las células que producen melanina, pero no saben por qué.

He intentado de todo, desde soluciones preparadas en la farmacia, homeopatía, acupuntura, medicina tradicional, medicina cubana (placenta humana en hidruro de calcio) y hasta hipnosis.

Después de ocho años de no visitar a un dermatólogo, decidí que era tiempo de hacerlo nuevamente. Lo hice después del mega trauma de ver mis fotos de cumpleaños. Nadie habla de la incomodidad, del estigma con el que cargamos, porque no es una enfermedad contagiosa ni dolorosa físicamente (gracias a Dios).

Creo que la mayoría de la gente no dice nada porque no saben que decir, y aquellos que se aventuran a darte una opinión generalmente te dicen cosas como “es que eres muy nerviosa”, “dale gracias a Dios que es eso y no SIDA o cáncer.” Y sinceramente creo que por actitudes como esta, es por la que no existen avances para la cura de esta enfermedad. Ocho años después de mi última visita con un dermatólogo, inicié hace un mes y medio casi el mismo tratamiento que la ultima vez: pero esta vez con esteroides. Y no de los que te hacen crecer los músculos, sino de los que te inflan, te dan pesadillas, te traen como si estuvieses tomando café todo el día, no duermes, y te la pasas cansado. De esos esteroides.

Las pomadas que tengo que usar aparte de ser caras, literalmente me queman la piel, y su uso prolongado puede provocar estrías, y adelgazamiento de la piel. Hay días que no puedo usar mezclilla porque me arde. Hay días que hasta la ropa interior es insoportable. Pero no es SIDA ni cáncer, ¿verdad?

Aún las mismas personas que padecemos esto, no mencionamos el dolor ni el trauma que te causa ser diferente. Generalmente si nos encontramos a alguien más con este padecimiento, hablamos de que tratamientos nos han servido o no. “Mucho cuidado con las pastillas de tal nombre, terminan por amolarte el hígado” – “Ten cuidado con X o Y suplemento, no sirve y te afecta el estomago”. Nunca hablamos de como en cierta ocasión  mi hermana me tuvo que maquillar la espalda, porque yo estaba llorando antes de la boda de un familiar; o de como adapté mis trajes de baile árabe para que me cubrieran, o como en la alberca del gimnasio un niño me pregunto si Dios no me había “creado bien” (a lo cual amablemente conteste que sí, pero que se le había acabado el color). O de como batallas para escoger ropa que te cubra para que no se te queden viendo. No hablamos de como a veces tus mismos amigos se te quedan viendo, y los entiendes, pero no entiendes porque minimizan tu condición…

Si has logrado llegar hasta aquí con este articulo, te lo agradezco. Mucho. Para mí lo más importante es compartírtelo, romper el silencio.

Y te invito a que veas el trabajo de Chiara Goia, con la liga a continuación.

http://www.time.com/time/photogallery/0,29307,2023428_2196405,00.html