Mi mamá, a diez años… tan cerca

En tres días se cumplirán diez años de un evento sumamente importante en la vida de mi madre: la culminación de sus estudios en este plano. ¿Y qué fue lo que estudió? La vida.

Mi hermosa madre se graduó con honores en Caridad, Compasión, Empatía, Amor, Entrega Total y probablemente algunas otras materias que ahorita no me vienen a la mente.

Ella regresó al Hogar, dejando aquí el vehículo que la transportaba. Sus compañeros de estudios, sus alumnos y maestros, nos encargamos de ponerlo en la tierra para que se reintegrara  a ésta.

Fue una bella ceremonia a la que nos acompañaron tantos y tantos amigos y familiares, algunos en espíritu y otros en persona. Aunque la despedida era para ella, nuestro grupo de estudio denominado familia se vio alimentado por todas esas muestras de cariño: abrazos, tarjetas, llamadas y flores.

Y de eso han pasado ya diez añotes.

Durante todo ese tiempo, mi mamá ha venido a saludarnos, a abrazarnos, a darnos consejos…a reiterarnos su amor. Jamás la había sentido tan cerca; y es que como alguien bien dijo: “Su ausencia nos llenó de su presencia”.

Yo no sé si ya haya comenzado de nuevo sus estudios con otro vehículo, o si está trabajando en algún lado, aunque me inclino a pensar que un alma tan pura como la de ella se encuentra más bien ayudando en otro plano. Y tengo motivos para hacerlo, ya que muy al principio de su partida, una doctora nos dijo que la veía recibiendo a los niños que terminaban su experiencia aquí en la Tierra.

También, con esa misma doctora, ella ha estado presente en las sesiones de curación de algunos miembros de mi familia y míos; ha sido portadora de buenas noticias y en particular, me ha seguido aconsejando.

Y ni qué decir de las innumerables veces que me ha visitado en sueños y que he podido tocar su brazo gordito y fresco, escuchar su bella voz, disfrutar de su sonrisa, de sus abrazos… y sentir su inmenso amor.

Pero bueno, ese trabajo no se limita a su familia, una amiga mía vivió una experiencia increíble con ella y con mi papá que ya había dejado también su cuerpo físico. Todo empezó hace algún tiempo, cuando le regalé un perfume que había sido de mi mamá. Cuando ella dejó este plano, decidimos repartir sus cosas entre sus hijos (o más bien entre las hijas, pues los hombres casi no quisieron nada)  y como ese perfume había sido un obsequio de mi parte, mis hermanas me dijeron que me quedara con él. Lo usé un rato y luego me puse a pensar a quién dárselo. Pasaron por mi mente algunas personas, pero no me latía ninguna de ellas… hasta que pensé en mi amiga Carmen. Ella lo recibió emocionada, sabiendo que había pertenecido a un bello ser. Pues bien, tiempo después, cuando hospitalizaron a mi amiga, yo fui a visitarla y a llevarle un nuevo perfume (pero del mismo), pues ya se había acabado el otro. Estuve solo unos minutos para no cansarla y le entregué su regalo. Al día siguiente, Carmen me llamó y como no escuché el teléfono, me dejó un recado. Muy contenta, me decía que se sentía mejor, que se acababa de bañar, que se había puesto el perfume y… en eso se le quebró la voz: “Ay amiga, a qué no sabes quién está aquí… ¡tu papá y tu mamá!…” comenzó a sollozar y terminó con un “Luego hablamos”.

Lógicamente, me emocioné mucho al escuchar su mensaje y le regresé la llamada de inmediato. Mi amiga estaba ya más tranquila y me contó que en cuanto se puso el perfume, vio a mi papá parado a los pies de la cama, con su bata blanca y a mi mamá con un vestido de flores chiquitas, sentada justo en la silla en la que yo había estado (había dos en la habitación). Wow!!! Aunque ninguno de los dos había hablado, esa visión le dio a mi amiga la certeza de que todo iba a salir bien y así fue, gracias a Dios.

Aunque suene un poco frío, yo no la extraño… Se extraña aquello que ya no se tiene, así que, ¿cómo hacerlo, teniendo todas estas manifestaciones?

Estoy segura de que cuando llegue el momento de mi graduación, ella y mi papá estarán en primera fila y me ayudarán a cruzar el puente que me llevará de regreso al Hogar. Mientras tanto, los sigo disfrutando así: irradiando amor por todos lados y demostrando que la muerte no existe. 

Y ya para concluir, con motivo de estos primeros diez años, envío un abrazo apretadísimo a ese bello espíritu que me tocó por madre y me uno a la celebración por el aniversario de su Nueva Vida.

¡Los quiero, Gordos… FELICIDADES MAMÁ!

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