HABLANDO DE POMPAS

Algo que no puedo entender de la moda actual para adolescentes son los pantalones caídos. No importa que los chavos traigan calzones (por lo general bóxers) muy padres, a mí me da mucho asco, especialmente si “se echan uno”…¡jajaja!

Y es que parece como si los chavos de hoy se avergonzaran de sus pompas. En mish tiemposh , (principios de los 80´s) los muchachos usaban los pantalones a la altura para la cual habían sido diseñados. Por lo general todos andaban de mezclilla, aunque también había unos (los vaqueros) que usaban pantalones de un material similar, de colores, súper ajustados y de cuadritititos. La verdad es que era algo agradable a la vista. Y aquí permítanme hacer una aclaración. El hecho de que una mujer admire el trasero de un hombre (vestido, aclaro), no quiere decir que también va a admirar “el asunto”, pues contrariamente a lo que muchos machos podrían pensar, es raro que las mujeres digamos que lo primero que nos atrae de ellos es “aquellito”. Por lo general, su cara es lo que nos llama la atención: sus ojos, su sonrisa, pero ver a alguien que presume descaradamente sus atributos frontales… ¡OMG, qué asco!

A una amiga mía no solo le gustaba ver a los muchachos pompudos…. ¡también los quería tocar!… Para su fortuna, podía deleitarse con 3 chavos… los más nalgones de la prepa. No andaba con ninguno de ellos, pero eso no era impedimento, ya que era muy listilla. Cada vez que veía a alguno de ellos en las escaleras o en la cafetería (lugares que siempre estaban a reventar), ponía a sus amigas en alerta. Ya sabíamos que ella se colocaría justo detrás del chavo y que nosotras tendríamos que empujarla. Claro que el chiste era que su mano estaría “casualmente” abierta, justo a la altura de las pompas del inocente sujeto, jajajaja.

¿Qué sería de mi amiga con la moda de este tiempo? ¿Le gustaría verles hasta la cocina, o preferiría dejarlo a la imaginación ? ¿Ustedes qué opinan?

UBUNTU

El otro día vi la película “In my country”, que en resumen trata sobre unas reuniones de la Comisión para la verdad y la reconciliación que se llevaron a cabo en Sudáfrica después de las atrocidades del Apartheid.  Se juntaba toda una comunidad con un representante de la iglesia y otros líderes. En un lado ponían al acusado de asesinar -y en su mayoría, torturar- a X persona, pero no era un juicio. Al centro pasaba algún familiar de la víctima y contaba los pormenores sobre su desaparición. Entonces el asesino daba santo y seña de la tortura (si es que la hubo) y muerte de la misma. Después de confesar su crimen, solicitaba la amnistía, en muchas ocasiones sin el menor asomo de remordimiento.

En la película aparecieron varios casos desgarradores, pero sin lugar a dudas el más impactante es el de un niño que ha perdido el habla desde que asesinaron a sus padres. A él lo llevan ante la comisión para que escuche al asesino rendir su testimonio. El hombre cuenta cómo asesinó a los dos, sin darse cuenta que el niño estaba presente en la habitación. La escena es realmente conmovedora, ya que el asesino se muestra en verdad arrepentido, a tal grado que se compromete a pagar por sus estudios de por vida. Después de hablar, se acerca al niño y le pide perdón de rodillas. El niño lo mira fijamente, y todo parece indicar que le va a escupir, ya que sus caras están extremadamente cerca, pero el niño le echa los bracitos al cuello.

Esto a los ojos del resto del mundo puede parecer absurdo, sin embargo los sudafricanos, siendo un país con tantas carencias,  nos dan una gran lección. Esa filosofía de reconciliación nacional que inició con la liberación de Nelson Mandela se llama Ubuntu, y su objetivo final es el perdón. El Reverendo Desmond Tutu, quien encabezó la comisión de la verdad, dijo en alguna ocasión: “Una persona con Ubuntu es una persona abierta y siempre disponible, que respalda a los demás y no se siente amenazada cuando otros brillan en algo, porque está segura de sí misma, ya que sabe que pertenece a una totalidad que se decrece cuando otras personas son humilladas o menospreciadas, cuando otros son torturados u oprimidos”. O como dijeran los Hombrecitos Verdes de la película ‘Buzz Lightyear’: “Somos uno… estamos unidos”.

¡Qué alejados estamos los mexicanos de eso! ¿Veremos algún día un juicio en el que los sicarios cuenten todas sus atrocidades y pidan perdón? ¿Será que algún día tendremos la capacidad de aplicar esa maravilla de filosofía  en nuestras vidas? ¿Será que podremos escuchar y comprender a los demás con un respeto total y absoluto? ¿Que podremos entender a los que sufren? ¿Que reconoceremos nuestros propios errores y sabremos perdonar? ¿Será…? Sinceramente, espero que sí…

DÍA DEL PADRE

Un año más de celebración del Día del Padre… con ellos de cuerpo presente, o en espíritu. En mi vida ha habido dos papás súper importantes: el mío y el de mis hijos. Sin lugar a dudas, han sido los mejores padres del mundo. Pero, ¿qué hace que un papá sea el mejor? Para contestar a esta pregunta, tendré que echarme un rollo primero.

Comenzaré por decir que algunas mujeres piensan que la vida no es justa y que los hombres la tienen más fácil que nosotras. Esto puede ser cierto a nivel laboral, sin embargo creo que en lo que respecta a los hijos, somos las mujeres las que les llevamos una gran ventaja a los hombres. Somos  nosotras quienes los llevamos en nuestro vientre por nueve meses, siendo testigos directos del milagro de la vida. Somos nosotras quienes experimentamos los cambios en nuestro cuerpo, quienes tenemos el privilegio de dar a luz, y posteriormente, de disfrutar de ese pequeño gran milagro cuando amamantamos y cuidamos a nuestros hijos, creando así un lazo de amor indisoluble.

Pero la naturaleza es sabia, y cualquier persona que cuide a un bebé (o a otra persona de cualquier edad) y que responda a sus necesidades físicas y emocionales, podrá establecer fuertes vínculos con éste (Teoría del Apego de John Bowlby), así que los papás también pueden –y deben- crear esos lazos de amor.  “Se ha visto en investigaciones que la atención del padre y su interacción afectuosa con el bebé aumenta en los 3 primeros meses si tiene experiencias con su bebé sin ropas, con el cambio de pañales y la mirada cara a cara durante las 3 primeras horas de vida.” (Vínculo entre padres e hijos: observaciones recientes que alteran la atención perinatal. – John H. Kennell, MD* y Marshall H. Klaus, PhD).

Por lo tanto, creo que el título de Mejor Papá del Mundo se lo llevan aquellos padres que no solo apoyan económicamente a los hijos, sino que también llenan sus necesidades afectivas y están presentes en su vida. Aquellos que no solo ocupan el mismo espacio que sus hijos, sino que interactúan con ellos y les dan su amor.

Afortunadamente la vida me premió con dos papás así: el mío y el de mis hijos.

De mi esposo diré que me encanta su entrega y su compromiso con ellos. Como es una persona muy reservada, no mencionaré detalles. Solo agregaré que doy gracias a Dios por tenerlo en mi vida. ¡Mejor padre no hubieran podido tener mis bebés!

En cuanto a mi papá, yo creo que no le importa que lo ventanee… y si sí, pues ya no está aquí para reclamar, jajaja.

Como Médico, tuvo el privilegio de traer al mundo a cinco de sus seis hijos. Según él, por eso todos nosotros somos tan felices, pues lo primero que vimos al arribar a este mundo, fue su cara… jajaja, algo hay de eso.

Él trabajó incansablemente toda su vida para darnos siempre lo mejor. Fue un papá que no descuidaba a la madre de sus hijos y que balanceaba trabajo y familia, yéndose con ella de parranda mientras fueron jóvenes, y llevándonos a todos de vacaciones, mientras se pudo.

Siempre alegre, honesto, recto, trabajador, justo, simpático, defensor de las causas nobles. Por él aprendí a respetar la vida de los animales:

“…fue él quien me inculcó el amor a los animales una tarde que yo debía atrapar insectos para llevar al día siguiente a la escuela. Mi papá me vio cuando salí al patio con un frasco en la mano y me preguntó qué iba a hacer. Le expliqué que nos habían dejado de tarea atrapar tres insectos para luego disecarlos. Con mucha tristeza, me dijo que los seres humanos no teníamos derecho de matar a un animal, por más pequeño que éste fuera. Desgraciadamente, tuve que cumplir con mi tarea y llevé una mosca grandota, un chapulín y una araña, pero sus palabras se me quedaron grabadas por siempre. Hasta la fecha, no soporto que maltraten a los animales, ni siquiera a las hormigas.” (Mamá con Soda, Laura Jurado, agosto de 2011).

Y bueno, ya que menciono mi libro, ni para qué me quemo el coco tratando de explicarles lo buena onda que era mi papá. Mejor copiaré otra sección donde lo describo a la perfección:

“Cuando llegaba mi papá del consultorio por la noche, dejaba el carro en la entrada del portón o lo metía hasta la cochera por el corredor. Cuando hacía esto último, las cuatro hermanas nos asomábamos por la ventana de nuestro cuarto y le cantábamos: ‘ ♫ El Pelón Sopipo, pipo pipo pipo…’, luego corríamos a la ventana del suyo para seguirle cantando. En cuanto abría la puerta le  brincábamos los seis hijos… ¡nos podía a todos!

Pero no siempre llegaba temprano. Muchas veces regresaba cuando ya estábamos nosotros acostados y solo lo oíamos platicar con mi mamá: ¡”Tuve 25 particulares y 23 “isteros” (por decir un número.)”! Para mí, hablaban en clave, no sabía quiénes eran los famosos “isteros”. Luego entendí que eran pacientes que tenían servicio del ISSSTE (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado), porque mi papá era el responsable de un puesto periférico de esa institución. Los “isteros” no pagaban consulta, el ISSSTE le pagaba a mi papá independientemente del número de pacientes que atendiera. Obviamente, él hubiera preferido atender a más particulares, sin embargo a la hora de la consulta no hacía diferencias entre unos y otros: a todos los recibía con la misma dedicación y empeño.

Y es que, aunque su sueño había sido convertirse en un gran cantante, siempre demostró una gran pasión por curar y por ayudar a sus enfermos. No solo escuchaba sus dolencias del cuerpo, sino también las del alma: era médico, psicólogo, consejero legal, amigo. ¡Muchas personas le decían que se aliviaban tan solo de verlo! Los adultos recibían algo más que una consulta, ya que los bombardeaba con innumerables chistes. ¡Las carcajadas se oían hasta la sala de espera, y los pacientes que ahí se encontraban se volvían impacientes queriendo recibir su dosis de buen humor! Su encanto se extendía también a los niños, prometía no inyectarlos, y  les hacía magia. ¡En cuanto empezaba la función, se olvidaban de sus dolencias!

Nunca le gustó operar pero realizaba todo tipo de curaciones; por ejemplo, aliviaba con gran éxito las quemaduras, sin dejar prácticamente cicatrices. También era muy bueno para el diagnóstico. Entre sus logros más grandes se puede contar el de un señor que tenía 20 años con hipo y el de una señora a quien le salvó un pie gangrenado, amarrándole los tobillos uno con otro durante varios meses.

Hacía visitas a domicilio, y cuando eran casos urgentes prendía una sirena que colocaba en el techo de su carro. Por muchos años, no tuvo horario. Sus pacientes lo buscaban ¡hasta en la madrugada!, y él se levantaba sin importar lo cansado que estuviera. Un día atendió  ¡a 70 pacientes! Empezó a las 7 de la mañana y regresó a la casa alrededor de las 12 de la noche, casi al borde de un infarto.

En una ocasión, tuvimos por unos días a un niñito que estaba muy grave. Mi papá invitó a sus papás a que se quedaran con nosotros para poder monitorear al bebé, quien afortunadamente se recuperó por completo.

¡Era muy guapo y lo celábamos bastante! A veces se ofrecía a llevar a alguna señora en el carro. Inmediatamente alguna de nosotras se pasaba al asiento de enfrente para que la ‘vieja’ no fuera de volada con él.  ¡Y es que era un tipazo! Todos los días andaba de traje, impecable, oliendo a loción, con sus uñas muy limpias y bien cortadas… ¡la pulcritud personificada!

Le gustaba jugar con nosotros. Lo peinábamos, y él dejaba que le pusiéramos brochecitos… ¡hacíamos lo que queríamos con él! Era súper lindo, más de una vez recibió a los pacientes con sus brochecitos puestos (¡jajaja!, pero no es que le gustara usarlos ¿eh?).

Su pelo empezaba a ponerse gris y llegamos a proponerle que nos diera un peso por cada cana que le quitáramos. Obviamente no quiso, argumentando que lo íbamos a dejar pobre y pelón.

También nos gustaba acompañarlo cuando hacía sus ejercicios. Como mencioné anteriormente, él tenía unas mancuernas con las que había logrado ponerse en forma y nosotros usábamos las nuestras (¡unos flamantes botes de desodorante!). Respirábamos profundamente mientras levantábamos los botecitos y exhalábamos con tanta fuerza como si hubiéramos hecho un gran esfuerzo. ¡Como disfrutábamos esos momentos juntos!

A pesar de que no estuvo mucho tiempo con nosotros por su trabajo, él fue, junto con mi mamá, el responsable de que mi vida haya estado llena de amor y alegría. ¡Fue una gran bendición el tenerlo como padre!” (Mamá con Soda, Laura Jurado, agosto de 2011).

Y bueno, podría seguir toda la tarde contando anécdotas de mi querido Gordo, pero no los quiero aburrir. Solo les diré que aún después de haber dejado su cuerpo físico, él se las ingenia para hacerse presente en mi vida:

“Pero el Gordo no solo se hizo presente en mis sueños. Al año siguiente me estuve acordando mucho de mi papá el día de su cumpleaños.  En la tarde fui a buscar una bolsa para la basura, y al sacar la caja, me brincó una foto que se había caído de un cajón, donde estamos él y yo bailando en la boda de  Carolina (Nora)… ¡Me dio tanto gusto verlo! ¡Fue como si me hubiera dicho que estaba feliz!

Lo más curioso es que dos años después, cuando faltaba un día para su cumpleaños, sucedió algo muy parecido. Ese día me puse a buscar fotos en un cajón, para un trabajo de Sofía (Catalina). Entre otras, encontré una donde estaba el Gordo celebrando su cumpleaños en un restaurante, con un pastel enfrente. Le comenté a mi hija que era muy raro el haberme encontrado precisamente esa foto un día antes de su cumpleaños. Al verla se me ocurrió escribir algo para mis hermanos como si viniera de parte de mi papá y anexarle la foto, así que la puse aparte. Empecé a guardar todos los papeles y fotografías que había sacado, cuando de repente la del cumpleaños me brincó de una carpeta… ¡la había guardado sin darme cuenta! ¡No me queda la menor duda de que el Gordo sigue presente en nuestras vidas, que es inmensamente feliz, y quiere hacérnoslo saber!” (sí… Mamá con Soda, etc., etc.).

Todos los días lo recuerdo, igual que a mi mamá, pero ayer ese recuerdo cobró más fuerza al encontrarnos mi hija y yo en el super a nuestros tíos (de cariño) Rafa y Mine Marroquín con una de sus hijas y dos de sus nietas. Curiosamente en ese momento llegó también uno de mis hermanos con su esposa y nos pusimos todos a platicar. Obviamente, no pudimos dejar de mencionar a mis queridos Gordos, especialmente a mi papá, pues él siempre le decía a Rafa que era su gran amigo. Nos dimos mil abrazos de despedida, pero el último fue el más importante, pues le dije al Sr. Marroquín: “Este abrazo se lo manda mi papá”. Estoy segura que el Gordo ha de haber estado muy complacido con eso.

En fin, ya fue mucho rollo. Por este medio le pido a Dios que ilumine a todos los papás del mundo para que siempre sepan guiar los pasos de sus hijos con amor.

¡Felicidades Papás!

LA CASA DEL ESPÍRITU

Hoy que me estaba bañando, al verme mi pancilla que ha crecido en los últimos meses y nomás no quiere bajar, le mandé mucho amor a todos mis músculos y en general a todo mi cuerpo. Me di cuenta en ese momento que el cuerpo físico es el hogar del espíritu, y le di las gracias por ello. Entonces me vino a la mente la idea de que nuestro cuerpo es como nuestra casa. Si ésta es fea, vieja, moderna, firme, o como sea, sigue siendo nuestra casa, la que nos alberga a nosotros y a nuestros seres queridos. Debemos verla como tal y ser agradecidos. ¿Qué nos pasa si el jardín, por ejemplo, está seco o tiene hierba mala? Nada. Podemos seguir viviendo ahí, pero tal vez sería mejor si le diéramos agua y sembráramos algo bonito en lugar de la hierba mala, ¿verdad? Pues con nuestro cuerpo físico es lo mismo. Si nos salen arrugas, o lonja, o celulitis… ¡no pasa nada! Nuestro bello espíritu va a seguir habitando ahí, pues es la casa que eligió desde antes de venir a la Tierra, así que, ¿por qué nos atormentamos tanto con el físico si lo importante es lo de adentro? Salgamos a la calle y contemplemos nuestra casa. Veamos con infinito amor y agradecimiento las puertas, las ventanas, el techo, el piso, las paredes, el jardín, las habitaciones, en fin, toda la casa porque es nuestro refugio. ¿Qué importa si la del vecino es más bonita o más fea? Nosotros vivimos en ésta y debemos dar gracias por tener un techo. Tal vez podemos hacerle algunas reparaciones… está bien, hagámoslas, pero no nos obsesionemos con ello. Ahora parémonos frente a un espejo y veamos nuestro maravilloso cuerpo con el mismo amor con el que vimos la casa. No importa si somos güeros, morenos, altos, bajos, flacos, gordos, buenotes, aguados, firmes, celulíticos, con o sin lonja, nuestro cuerpo es el hogar perfecto para la misión que el Espíritu tiene en esta Tierra. ¡Amemos nuestro cuerpo! ¡Demos gracias a todos nuestros aparatos, órganos, células y sistemas! Si podemos, hagamos ejercicio, comamos más saludablemente, tomemos más agua, pero por favor no nos obsesionemos con la belleza exterior, pues feos o bonitos, nuestros cuerpos guardan lo más preciado de nuestra vida: la Presencia Yo Soy, o sea… un pedacito de Dios.

CHUYO

Hace cuatro años llegó a nuestras vidas un perrito muy hermoso. Tenía aproximadamente tres meses, mientras que Manolo, nuestro perro consentido, tenía 8 años. El cachorrito era una mezcla de Golden Retriever (la raza de Manolo) con otra, ¡estaba muy lindo! De inmediato fue adoptado por él y les gustaba jugar y jugar todo el día. Lo bautizamos como Toby. Para entrenarlo compramos los rectángulos que están hechos del mismo material que los pañales, y muy pronto aprendió. Dormía en el comedor, y mi esposo le puso una puertita de madera para que no pasara al resto de la casa, sin embargo, en varias ocasiones lo cachamos en las recámaras. Pronto descubrimos por qué. Como la puertita no estaba todavía bien puesta, sino que la detenía un banquito, el muy listo aprendió a subirse a éste, luego a caminar sobre los muebles de la cocina y de ahí a brincar al piso, jajaja, ¡qué simpático!

Aproximadamente a los 15 días de haber llegado Toby, una cuñada de mi hermana nos contó que también ellos tenían perrito nuevo. Curiosamente, eran de la misma raza (bueno, el de ella sí era puro), del mismo color y casi de la misma edad (se llevaban 15 días nada más). Los hijos de esa familia se morían de las ganas de tener un perro, pero como ni el papá ni la mamá habían tenido nunca uno, el señor quiso escoger lo que fuera mejor para todos. Se puso a investigar, y encontró que la raza Golden Retriever es excelente para niños. Ignoro la razón, pero decidió comprar en un criadero uno de los cachorros de una pareja de campeones. El perrito le salió en un ojo de la cara, y aparte de eso, tuvo que pagar el traslado en avión. ¡Los hijos lo esperaban ilusionados, no así la cuñada de mi hermana, jajaja! El cachorrito estaba realmente hermoso…

El señor le construyó una especie de corralito en el patio, para que ahí fuera al baño. De día lo amarraban en el jardín, y lo soltaban solamente para que fuera al baño (dentro del corralito). De noche dormía adentro de una jaula… ¡Inocente! Como en esas fechas andaba por aquí mi hermana, íbamos mucho a visitar a la cuñada. Mis hijos se fascinaban con Rojo (así se llamaba) y él con ellos. A mí se me partía el alma de verlo encerrado o amarrado, y le decía a la señora que lo soltara o que me lo regalara. Claro que no me hacía caso. Un día decidieron que tener un perro no había sido la mejor decisión de sus vidas. Pusieron un anuncio en el periódico, intentando venderlo por la mitad de lo que les había costado, pero no recibieron ninguna oferta. Mi hermana estaba muy angustiada, pues pensaba que la cuñada, en cualquier momento, le abriría la puerta –como lo hacen tantas personas-. Hasta que un día, el señor le ofreció el cachorrito a mi esposo. Con dos perros, él pensaba que no era la mejor idea. El señor le dijo que se lo regalaba, que no le importaba perder dinero, pero que se habían dado cuenta que no estaban hechos para tener una mascota. Mi esposo entonces le propuso traerlo a prueba por tres semanas a nuestra casa, para ver si se llevaba bien con los otros dos. Si de plano no se acoplaba, no se lo devolvería, sino que lo cuidaríamos hasta que saliera un comprador. Sobra decir que los niños, Rojo y yo brincamos de la alegría con este notición.

Por fin llegó el día de recoger a nuestro nuevo bebé. ¡Rojo no cabía en sí de la felicidad! Lo metimos a su jaula y subimos al carro las quinientas mil cosas que le habían comprado (croquetas, cepillo, juguetes, camita, shampoo, etc.). Cuando lo llevamos al patio, lo primero que hicieron los tres fue olfatearse con las orejas muy paraditas, luego comenzaron a correr en círculos, Rojo  con Manolo y Toby a los lados, ¡parecían caballos! Al cabo de unos angustiantes minutos, comenzaron a jugar, corriendo para todos lados y abalanzándose unos sobre otros… ¡Fiu, habían pasado la primera prueba!

Los días pasaron, hasta que se llegaron las tres semanas. Mi marido convocó a una junta familiar para decidir el destino del pobre perrito. Obviamente, mis hijos y yo votamos porque se quedara. Él como que no estaba muy convencido que digamos, pero al final dijo que sí… ¡Yupiiiiiii! Cuando les dimos la noticia a nuestros amigos, la señora casi se desmaya, ¡temía que se los fuéramos a devolver, jajaja!

Ese día decidimos cambiarle el nombre. Todos hicimos nuestras propuestas, pero ninguna nos convencía. En eso nos acordamos de que al muy simple le encantaba cruzar la alberca caminando (claro, es que tenía una cubierta especial), creyéndose Jesús…. Jesús… Chuy… ¡habíamos encontrado el nombre!!!! 

Aparte de la caminata mística, le fascinaba correr como loco por todo el jardín. Era tanto lo que corría, que hasta un caminito hizo. Empezamos a pensar que era autista, pues corría y corría, sin hacerle caso a nadie.

Como en todo proceso de integración, los juegos tuvieron un papel muy importante. Comenzamos aventándole la pelota… ¡le fascina ir por ella! A Manolo también, pero cuando él la atrapa, se acaba el juego por un rato, pues no le gusta soltarla. En tiempo de calor, procuramos que la pelota caiga al agua, para que Chuy se aviente por ella… ¡es lo máximo para él! De hecho, a veces él solito empuja la pelota con el hocico para aventarse por ella, jajajaja.

Otro de sus pasatiempos favoritos se da cuando comemos en el jardín. Invariablemente, alguien le avienta la pelota al agua, se echa un clavado, agarra la pelota y regresa muy contento, corriendo todo mojado y se sacude justo enseguida de la comida y/o de los invitados, jajajajaja.

De tanto practicar, ya es un experto. Hace tres años lo llevamos a un concurso de salto de longitud y quedó en segundo lugar, brincando 12 pies. El año pasado también concursó, pero ahora no pasó a la final… eso sí, como está tan bonito, pusieron dos fotos de él en el periódico local (El Paso Times).

Debo confesar que en sus primeros meses en la casa Chuy no me caía tan bien, pues no me pelaba… bueno, no pelaba a nadie. Claro que me daba lástima y no lo hubiera rechazado por nada del mundo. Afortunadamente, con el paso del tiempo se le quitó lo antisocial. Tanto, que creo que ahora es el que más interactúa con nosotros. Cuando entran al comedor, Manolo se va a su camita. Toby da unas dos vueltas y también se acuesta. Chuy es el único que se queda parado, viéndonos, esperando que lo acariciemos y/o que juguemos con él. Me encanta ver cómo mueve sus cejitas, parece como si hablara con la pura mirada.

Sin lugar a dudas, los animales son seres especiales, y nosotros somos muy afortunados por poder disfrutarlos día a día. ¡Paco, Manolo, Toby y Chuy, gracias por venir a nuestras vidas y llenarlas de amor!

EL DIFÍCIL ARTE DE SER MAESTRO

La vida está hecha de enseñanzas. Venimos a ella a APRENDER. Algunas veces nos tocarán maestros muy queridos, otras, realmente insufribles. Pero… ¿qué es un maestro? Un maestro es una persona que transmite un conocimiento a los demás. Algunos estudian para ello, otros (la gran mayoría) enseñan aún sin proponérselo, de hecho, todos –absolutamente todos- contamos con uno o varios maestros a lo largo de nuestra vida: padres, hermanos, cónyuges, hijos, familia en general, amigos, jefes, compañeros de trabajo, de escuela, profesores, vecinos, mascotas, la vida misma… en fin, cada ser que se cruza en nuestro camino y cada situación que vivimos son (o pueden ser) portadores de una enseñanza, y viceversa, nosotros también –probablemente sin que sepamos- nos convertimos en maestro de alguien. Y aquí no hablo de la docencia, sino de algo más profundo. Dicen los que saben, que aquellas personas con las que tenemos más problemas, las que nos caen más gordas, son nuestros mejores maestros. Carlos Castañeda les llama “los pinches tiranos”. Afortunadamente son contadas las personas que me caen muy pero muy mal, y cuando me topo a alguien así, me gusta pensar que antes de venir a esta vida nos pusimos de acuerdo para hacernos la vida de cuadritos y que pudiéramos aprender algo de eso. Claro que la vida no es como la escuela, aquí no podemos copiar ni hacer trampa. Depende exclusivamente de nosotros el aprender o no la lección. Si lo hacemos, todo quedará como un simple recuerdo. Si no lo hacemos, se  nos seguirán presentando las mismas situaciones y/o el mismo tipo de personas, hasta que nos caiga el veinte y APRENDAMOS.

Hoy quiero hacer un reconocimiento especial a todos y cada uno de mis maestros, incluyendo a los de la escuela, así que va todo mi cariño y agradecimiento:

  1. A la señorita Sara León (Preprimaria).
  2. A las madres Bernardita la flaquita – (1º), Juana Torres Manzano (2º), Bernardita la Gordita (3º), Magdalena (4º), Pilar (5º) –a ella una mención especial por ser la maestra más discriminadora que he tenido en la vida, y quien con su odio me hizo demostrarle de qué estaba yo hecha-, Chayo (6º) –un remanso de paz, después de haber sufrido lo indecible con la anterior-, Carmen (1º de Secundaria, súper estricta pero justa, sin pelos en la lengua; abría la puerta de nuestro salón –especialmente después de Educación Física- y cuando le llegaba nuestro suave aroma, nos gritaba: “¡Pónganse limón!……….. ¡Úntense bicarrrrbonato!”, abriendo todas las ventanas para que se saliera la peste, jajaja, ¡pobre!).
  3. A los diferentes maestros (inglés, educación física, música) de Primaria y 1º  de Secundaria:  el ‘Patillas Roñosas’ (jajaja, perdón pero no me acuerdo de su nombre y así le pusieron mis hermanos), la Sra. Rosella Prieto (ella nos enseñó el Padre Nuestro en inglés, pero no sé si era la titular), “La Bruja” (un maestro que nos daba clases particulares de piano, mismas que yo odiaba y por lo tanto no le ponía empeño; en una ocasión le “renuncié”, pero mis papás no me dejaron, jajaja), a otro maestro viejito y flaquito que también nos daba música en 5º. Y 6º y que nos enseñó las biografías de los grandes como Chopin, Bach, Beethoven, entre otros. A la maestra de Dibujo  (no me acuerdo cómo se llamaba pero era guapísima). Al Profesor de Ciencias Naturales (súper buena gente, un poco grande de edad y con quien me inicié en eso de las metidas de pata: un día me quise hacer la graciosa y cuando él dijo que si alguien tenía alguna pregunta, yo levanté la mano y dije: “¿Qué va a hacer esta noche?”, la cual era una frase muy socorrida en las telenovelas; de inmediato se hizo un silencio impresionante en el salón y me di cuenta de la metida de pata que había dado; afortunadamente, el Profesor era tan lindo que, con su voz bondadosa me rescató diciendo: “Hoy en la noche voy a estar con mi familia, como siempre”… ¡fiu!).
  4. A los de 2º y 3º. de Secundaria. Quisiera rendir homenaje a todos ellos, pero desafortunadamente no recuerdo los nombres:

Víctor Villalobos (Ciencias Sociales 2, buenísima persona, me escribió algo muy bonito: “Vive este día como si fuera el último de tu vida”), Leobardo Sánchez Silva ‘Takeshi’ (Ciencias Naturales 2, muy jovial, siempre sonriente y agradable), Salvador Sánchez (Español 2, tenía un método muy peculiar para llamar nuestra atención: cuando nos poníamos a hablar como tarabillas, empezaba a dar la clase con una voz apenas audible… ¡en menos de dos minutos lograba calmarnos!), Víctor Vázquez (Matemáticas 2, siempre iba súper elegante a sus clases, de traje), Martha Alanís (Taquimecanografía, de falda y tacones, una vez me dijo algo muy cierto: “Todos los extremos son malos”), Vicente Valles (Ciencias Naturales 3, súper lindo, muy identificado con los jóvenes), Carlos Millán ‘el Príncipe Azul’ porque siempre se vestía de ese color (Inglés 3), Isaías Orozco (Ciencias Sociales 3, le dieron en su mero mole cuando vimos el régimen comunista), Esteban Alva Jr (Inglés 2… ¿qué puedo decir de este maestro? Era de los más jóvenes, súper educado, pulcro y carismático. Yo llegué a tenerle mucho cariño. En una ocasión, tuvimos que aprendernos una breve historia. Era tan buen maestro que jamás la he olvidado: “Mrs. Martínez went to the park yesterday. When she left, she forgot her purse on the bench. An old man came and saw the purse on the bench; he followed Mrs. Martínez and called her: ‘¡Lady!’. He gave her the purse. Mrs. Martínez was grateful and gave him a tip”).

  • A los del COBACH 3TM. Aquí también una disculpa a todos los que no menciono. Empezamos con el Ing. Antonio Sandoval Olivas (Física), súper inteligente y buena persona. Elsa Mireya Rodríguez Gallardo (Literatura, al finalizar el año nos dio un papelito con una poesía de Rudyard Kipling: “No Desistas” –Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir… descansar acaso debes, pero nunca desistir), Pedro Gallo (Química), Rosario Durán (Inglés, estricta, pero muy buena para explicar), la maestra de Metodología (Socorro no sé qué… recuerdo que nos enseño lo de Modus Tollendo Tollens y Modus Ponendo Ponens), la de Laboratorio (creo que se llamaba Jesusita), la de E.S.E.M (muy guapa, pero no me acuerdo de su nombre), Carlos Girón (Cálculo), Graciela González (excelente maestra de Química con una personalidad que nos cautivó desde el primer día pues era una mujer muy segura de sí misma. Nos encantaba su forma de maquillarse y la manera en que daba la clase, pero lo que más admirábamos de ella era que apenas se había casado y ya no era una jovencita (no me acuerdo qué edad tendría, ¿30?, ¿40? no sé, solo sé que en esa época era una edad poco convencional para casarse).
  • A los del ITCH, alias mi querido Tec de Chihuahua. En primer lugar, y aunque nunca me dio clases, no puedo dejar de mencionar a una finísima persona, que con su rectitud y amabilidad se ganó el cariño y el respeto de todos, nuestro Director, el Dr. Esteban Hernández. De igual manera, y con el mismo cariño: Posada, la Escuadrita, el Cartulino, Maurilio, Santiesteban, Pinoncelly, García Terrazas, Horacio Baca, Germán Máynez, Aguayo, Manzanera, Luján (el joven y el señor), Rodríguez, Castellanos, Hinostroza, Delia Castillo, Salvador Sánchez, Carrasco, Miguel Gallardo, Galicia y el Cabo Telésforo López (el instructor de la banda de guerra y escoltas). Aunque sí son todos los que están, no están todos los que son, por lo tanto, ofrezco una sincera disculpa a aquellos que se me pasaron.
  • A los otros maestros que he tenido (en la actualidad, a Daniela quien me da clases de Italiano, y a Betsy y Gilberto, de Pilates).

Sin lugar a dudas, los maestros nos marcan, unos más que otros. Ya para terminar quiero compartir con ustedes un ejercicio hermoso que tuvo nuestra querida maestra de Psicología, Delia Castillo. En una de sus clases nos puso a escribir nuestros nombres en un papelito, luego los pusimos en un frasco, y cada quién escogió uno.  Posteriormente, nos dio diplomas en blanco para que pusiéramos el nombre de la persona que nos tocó, y le dijéramos sus cualidades. Curiosamente, no recuerdo a quién le escribí yo, ni qué le dije, pero tengo perfectamente grabado lo que mi compañero Raúl me escribió a mí. Fue un ejercicio realmente hermoso que aumentó nuestra auto-estima.

Gracias a Dios, mi hija de tan solo 13 años acaba de vivir un experimento como ese. Una de sus maestras (Mrs. Gafkjen) pasó una hoja en blanco a cada uno de sus alumnos y les pidió que escribieran algo bonito de todos sus compañeros. Al final, ella se encargó de resumir todo en hojas individuales y se las entregó a los muchachos. ¡Mi hija estaba emocionadísima! Lo que más recuerdo es que le chulearon su carácter, su sonrisa y su cabello… ¿qué más puede pedir una adolescente?

A ella, a Delia Castillo, a los maestros que he tenido y/o que mencioné, y a todos los que día a día hacen una diferencia en la vida de sus alumnos… ¡GRACIAS!