UN UNIVERSO COMPLACIENTE
Por Laura Jurado Alonso
El otro día le ofrecí mi ayuda a una amiga muy querida para que comprara una cosa que deseaba. Si bien se trataba de algo bastante barato, su respuesta fue:
— ¡Claro que no… qué pena! ¿Cómo crees que te lo voy a aceptar?
Frustrada por su eterna actitud de solo dar, pero no recibir, le dije que se diera cuenta que el Universo (Dios, la vida o quien ustedes quieran) la estaba escuchando y que muy probablemente diría:
— ¡Úfale… y yo que estaba a punto darle a esta persona una casa hermosa (o un carro del año o un trabajo muy bien pagado)! No, pues ahora me doy cuenta que no quiere nada… mejor se lo doy a alguien más.
Mi amiga nada más se rió y dijo:
—Bueno pues… lo acepto, gracias.
Curiosamente, a los pocos días escuché una parte de un programa de radio en el cual entrevistaron a Laura Buendía, una excelente terapista de Juárez que toma en cuenta las emociones atrapadas a la hora de tratar a sus pacientes.
Ella mencionó algo similar a lo que yo le dije a mi amiga:
Cuando tú piensas o dices algo, el Universo responde de inmediato, pues lo toma como una orden… es como si se tratara del departamento de compras de una empresa.
Por ejemplo:
Al pensamiento (requisición) de: | El Universo responde (orden de compra): |
¡Cómo estoy gorda! | Sale orden para que por nada del mundo enflaque ésta… |
Hoy va a ser un día espantoso | Sale orden de llanta ponchada, regaño del jefe, pleito familiar |
No traigo ni un quinto | Sale orden de escasez y miseria |
Tengo la mecha muy corta | Sale orden de encontrarse con un pendejo que la haga explotar |
Siempre me encuentro hombres casados | Sale orden de hacerla invisible para los solteros |
No me gustan los amigos de mi hijo | Sale orden de amigos que anden en malos pasos |
Mis hijos no me obedecen | Sale orden de sordera selectiva para los hijos |
…y así por el estilo.
El día que aprendamos a escucharnos y que entendamos que NUESTRA REALIDAD DEPENDE ÚNICA Y EXCLUSIVAMENTE DE NOSOTROS, habremos dado un paso gigantesco en nuestra evolución.
Ya lo dijo Henry Ford: “Ya sea que pienses que puedes o que no… estás en lo cierto”.
Bueno, pero… ¿qué podemos hacer?
Lo primero es estar conscientes de nuestros pensamientos.
Como está muy cañón querer cambiar tooooda nuestra forma de pensar –o de hablar-, ¿qué tal si después de hacer el ejercicio que viene en la gunicharrita del 27 de enero de 2015, ‘Al Acecho de mis Pensamientos’ (identificar y clasificar los pensamientos en útiles, inútiles, positivos y negativos) elegimos uno de ellos y cada vez que nos sorprenda brincando en nuestra mente lo cambiamos por algo que sí queramos que pase?
Y para esto voy a tomar prestado algo que utiliza mucho Laura Buendía: “AMO Y AGRADEZCO MI _____________ PERFECTO (A)”
¿Cómo quedarían los ejemplos que puse anteriormente?
El pensamiento (requisición) de: | Yo, de manera consciente, lo cambio por: | El universo responde con esta orden de compra: |
¡Cómo estoy gorda! | Amo y agradezco mi figura perfecta | Sale orden de figura perfecta |
Hoy va a ser un día espantoso | Amo y agradezco mi día perfecto | Sale orden de día perfecto |
No traigo ni un quinto | Amo y agradezco mi abundancia perfecta | Sale orden de abundancia perfecta |
Tengo la mecha muy corta | Amo y agradezco mi paciencia perfecta | Sale orden de paciencia perfecta |
Siempre me encuentro hombres casados | Amo y agradezco mi hombre perfecto | Sale orden de hombre perfecto |
No me gustan los amigos de mi hijo | Amo y agradezco los amigos perfectos de mi hijo | Sale orden de amigos perfectos para tu hijo |
Mis hijos no me obedecen | Amo y agradezco la obediencia perfecta de mis hijos | Sale orden de obediencia perfecta de tus hijos |
Una vez que hayamos elegido el pensamiento a cambiar, podemos apoyarnos escribiendo la frase corregida en papelitos y pegarlos por todos lados para no olvidarlo.
Y bueno, dicen los que saben que para formar un hábito debemos hacer las cosas por 21 días, así que… ¿qué esperamos?
¡A darle, que nadie más lo puede hacer por nosotros!
Palabras clave:
Universo, pensamiento, orden de compra, realidad, Henry Ford