EL PODER DE UNA SONRISA

En estos días he tenido que hacer viajes relámpago a Ciudad Juárez y las dos últimas veces que he cruzado me han tocado dos oficiales súper amables, lo cual es extremadamente raro por estos lares. Como todavía no tengo mi tarjeta pasaporte (solo el librito), no puedo pasar por las casetas que dicen “Ready Lane”, así que tengo que formarme en las otras filas, con toda la perrada. Por desgracia, en esa ocasión había menos casetas para nosotros (3 contra 6), así que tuve que pasar ahí más tiempo que todo el que había hecho desde que me formé. Cuando le conté esto al oficial (un gringo)  y le dije que me daba de topes por no tener todavía mi tarjeta, se disculpó todo lindo diciéndome:

I´m sorry hon! (¡Lo siento, cariño!)

Su genuina y extraña aflicción me conmovió bastante y le dije que no tenía de qué disculparse, que la culpa era mía por no  haber ido a tramitarla. Me preguntó a qué iba y qué traía; le contesté, y con una amplia sonrisa me dejó pasar.

A los pocos días tuve que regresar… todavía sin mi tarjeta pasaporte. Afortunadamente,  en esta ocasión pusieron más casetas de las normales. Me atendió un joven, a todas luces mexa (o bueno, latino). Con una sonrisota me preguntó si podía bajar el vidrio de atrás de mi asiento; lo bajé y me dijo que no estaba seguro que se pudiera hacer. Entonces comenzamos a platicar de las cosas tan padres que tiene mi camioneta. Me hizo las preguntas de rigor y cuando me dio luz verde, lo felicité por su amabilidad. Contestó que era su trabajo, pero le dije que por desgracia no todo el mundo pensaba como él (y menos los latinos –dije para mis adentros-, ya que esos –con sus honrosas excepciones-  son los peores: su consigna es tratar mal a todo el que le recuerde a su propia raza). Al despedirme le di las gracias y -como estudiante de secundaria- le pedí que no cambiara… solo me faltó decirle “¡vales mil y así!”, jajaja.

Mientras me dirigía hacia la I-10, me puse a pensar en el poder que una sonrisa tiene y recordé mis años mozos en que concursé para reina de la escuela.

La primera vez fue entrando al Bachilleres (la prepa). El día que mis compañeros me hicieron el favor de proponerme para reina de novatos, yo traía un pantalón negro y una camisa gris de mi querida prima Susanita y cuando llegué a la casa, le conté feliz a mi mamá lo sucedido. Ella ya estaba acostumbrada a que sus otras hijas concursaran, ya que se había encargado de llenar al tope nuestro tonel de autoestima con su diario recordatorio de que seríamos las más lindas de cualquier lugar al que fuéramos (la escuela, el banco, la fila en las tortillas, etc.), así que no le sorprendió que también a mí me hubieran elegido.  Esa tarde me presentó a  Brigitte, una señora que  trabajaba con nuestros vecinos y que a partir de entonces y por muchísimos años, sería la Alegría de nuestro Hogar.

Los días pasaron y el día del concurso llegó. Me puse un vestido bastante serio color chedrón que no me favorecía en nada, casi no me maquillé (no sabía cómo… ¡era una nerd de 15 años!!!) ni tampoco me peiné bonito. Cuando pasamos por los salones para que los alumnos votaran, me sentí bastante intimidada por  las otras concursantes, ya que casi todas (si no es que todas) iban súper arregladas. Por si eso fuera poco, me aterraba sentir las miradas examinadoras de cientos de pubertos y pubertas. Por supuesto que esa incomodidad se notó a la hora de presentarme y con cara de pocos amigos y voz de “me-muero-de-los nervios-por-estar-aquí”, dije mi nombre, casi casi sin voltear a ver a nadie y mucho menos, sin esbozar una sonrisa; mis compañeras, por el contrario, parecían castañuelas. Todo eso se reflejó en la votación y cuando nos entregaron los resultados, no me sorprendió el haber obtenido el sexto lugar (de seis concursante, jajajaja), con tremendos 25 votos. La ganadora fue Pily Muñoz, una chava simpatiquísima y muy guapa que a todo el mundo le caía muy bien. Las otras concursantes – Sara Bardán, Lilian Campos, Mague Silva y Luisa Hultsch- no se quedaban atrás.

Foto periódico reina de novatos COBACH3TM

Al año siguiente me volvieron a proponer, ahora para reina del estudiante, pero en esta ocasión ni siquiera llegué a semifinales. De todas las que propusieron en mi salón, fui la que obtuve menos votos (creo que solo uno!!!), quedando de representante mi querida amiga Maruquita (Mara Reyes). Ese infortunado incidente me hizo reflexionar un poco y llegué a la conclusión de que era yo bastante mamilas.

Dos años después salí de la prepa y junto con Liz, una de mis mejores amigas, me fui al Tec de Chihuahua. El encontrarme por primera vez en un territorio desconocido me provocó sentimientos encontrados. Por una parte, me asustaba la idea de no contar con mi enorme grupo de amigas (al que Liz también pertenecía), ya que en él podía esconder mi timidez. Por otra, el hecho de verme obligada algunas veces a recorrer sola los pasillos, hizo que mi verdadero yo emergiera y aquella muchachita tímida que no podía hablar con nadie se convirtió en el “Guasón”. A veces le pedía a Liz que no pasáramos por donde hubiera gente, ya que me dolían los músculos de la parte posterior de la cabeza de tanto sonreír y prefería sacarles la vuelta a no saludar,  jajajaja, ¡neta!.

Pues esa “guasonería” –si me permiten la palabra- hizo que nuevamente me nominaran para reina de novatos, concurso que tampoco gané. En esa ocasión quedé en segundo lugar, superada por Cristina Jácquez, una chava guapísima y aunque muy seria, buena onda; las otras guapas concursantes fueron: Malula Escobedo –quien quedó en tercer lugar-, Guille Barco, Mapy Chávez, Ileana Ochoa, Katy Bujaidar, Margarita Loya, Silvia Martínez, Tere Velasco, Guille Sánchez, Rosalba Sáenz, Rosy Ochoa, Yolanda Bojórquez y Martha Barrio.

Foto periódico reina de novatos ITCH

Y bueno, dicen que la tercera es la vencida… tres años después un grupo de chavos me propuso para reina del estudiante. Y ahí va la terca a concursar, jajaja.

Alguien me había dicho que para ganar tenía que llevar minifalda… el problema es que yo jamás había usado una y la verdad no me atrevía. Por fortuna, mi cuñada Lety me prestó un trajecito hermoso de falda (justo arriba de la rodilla) y blusa color rosa bajito con brillitos plateados, y a diferencia de las dos veces anteriores, ahora sí fui maquillada y peinada (o más bien, despeinada… recuerden que eran los 80’s).

Los festejos del día del estudiante habían comenzado en la mañana con un desfile padrísimo, luego seguiría la elección de la reina en el gimnasio para terminar en la noche con el baile de coronación.

Las concursantes – Lorena Márquez, Gaby Labrado, Laura Olivia García, Mónica Rosales, Olivina Contreras, Virginia Carrillo, Silvia Carrillo, Ivonne Guaderrama, Elda Ivonne Loya, Olga Orozco, Isabel Garza, Judith Ontiveros, Perla Hernández, Olga Chávez, Liliana Reza y yo- entramos por la parte de atrás.

Foto periódico reina del estudiante ITCH

Ahí me encontré a una que había sido reina, la bellísima –por dentro y por fuera- Beatriz Manríquez, quien me dijo en tono de complicidad:

—Te voy a dar un consejo. Cuando salgas, sonríe y voltea a ver a todos. Si no lo haces, la gente va a pensar que eres una sangrona, no que estás nerviosa.

Luego me contó que ese consejo se lo había pasado la reina que estuvo antes que ella y le había nacido compartirlo conmigo. Se me hizo de lo más linda y le di las gracias con un abrazo.

Ahí se encontraban también ya los miembros de la banda de guerra y la escolta, listos para acompañarnos en la pasarela. ¿Acompañarnos, dije? Perdón… para acompañar a las demás concursantes, ya que las integrantes de la escolta femenil –con las que tiempo atrás habían reemplazado a mis amigas y a mí cuando nos corrieron vilmente- habían amenazado a todos con aplicarle la ley del hielo al que desfilara conmigo.

¡Plop! ¿Y ´ora? No me dolía lo que las muchachas habían orquestado, sino la traición de quienes en un tiempo había considerado mis amigos.

Por fortuna, no tuve que esperar a que viniera el Chapulín Colorado a rescatarme, ya que dos galantes caballeros (Javier Manzanera y Luis Carlos Ramírez)  se atrevieron a desafiarlas y dijeron que ellos me acompañaban… yay!!! Con el corazón rebosante, di gracias a Dios por mandarme esos grandes amigos.

Bajo las miradas de odio de un@ que otr@ que quería arruinarme el día, tomé el brazo de Manzanera y nos formamos junto con el resto de las concursantes y los cadetes.

¡Por fin, el momento llegó… el gimnasio estaba a reventar! Una por una fueron nombrando a mis compañeras. Cuando llegó mi turno, sonaba a todo vuelo la canción ‘What a Feeling’. Recordé las palabras de la bella Beatriz… y sonreí.

El resto es historia. Esa noche, habiendo desfilado una vez más pero en esta ocasión del brazo de mi amigo el Caballo (Luis Carlos), me coronaban por primera vez, ante las miradas felices de mi par de Gordos.

La cosa no paró ahí. Al año siguiente, cuando me tocó entregar la corona, me encargué de pasar el consejo a una de las concursantes. La muchacha era muy bonita pero estaba muy nerviosa, por lo que me salió del alma seguir la tradición. ¿Y qué creen? También ganó.

Así que ya lo saben, a pelar la mazorca, que algo bueno saldrá de eso… o bueno, por lo menos harán sentir bien a los demás (como en el caso de los oficiales de migración).

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