El árbol de la amistad

Revisando mi diario del ´82, cuando era una adolescente de 17 años, encontré esta frase que de seguro copié de alguna revista Selecciones:

“La amistad es un árbol que tiene sus raíces en el pasado, sus frutos en el presente y sus semillas en el futuro, ya que renacer es parte de su belleza”. 

La última parte me llamó mucho la atención, ya que el RENACER es justamente lo que viví este fin de semana con mis amigos y compañeros de preparatoria, aquellos que tuvimos la fortuna de estudiar en el Colegio de Bachilleres. Y es que en el estado de Chihuahua el Bachilleres es una institución de gran renombre, a diferencia de otros lugares del país, en donde tristemente le llaman “El-Vas-Si-Quieres”. 

Yo estudié en el 3, al que algunas personas desde entonces le llaman “El Fres”, pues el área en la que está ubicado es de un nivel económico un poco más alto que los demás bachilleres (nada del otro mundo). 

Pues bien, aunque no me lo crean, siempre fui muy tímida y la época de la prepa no fue la excepción. Por fortuna, ahí pude formar parte de un grupo de siete amigas, el cual fue maravilloso para darme un sentido de pertenencia.  

La primera de ellas, mi prima Susanita, mi eterna compañera de juegos y de estudios. Compartíamos la misma manía: programar todo nuestro día (de qué hora a qué hora iríamos a la escuela, haríamos tarea, comeríamos, etc.) y apuntar las faltas para no reprobar por excedernos… porque ¡ah cómo nos gustaba echárnosla de pinta! En ocasiones nos “sobraban” faltas, así que no entrábamos a clase con tal de no desperdiciarlas.  También era mi cómplice y yo de ella, como cuando esperábamos más de una hora a dos chicos muy guapos que estaban en tercer año cuando nosotros apenas íbamos en primero. Las muy simples nos sentábamos por donde ellos fueran a pasar y cuando nos veían, invariablemente nos preguntaban si queríamos irnos… Haciéndonos las interesantes, dudábamos un poco y luego nos parábamos dizque sin mostrar mucho entusiasmo, pero con el corazón a mil, jajaja. Esos muchachos (que por cierto jamás nos pelaron) fueron los culpables de que ese primer año yo quedara como la negrita Cucurumbé, ya que nos aventábamos una caminata desde el Boulevard Ortíz Mena hasta la División del Norte, casi llegando a la Universidad. Soy muy afortunada por haber tenido una prima de mi edad con la que me une un cariño muy especial. Hace poco me puso una felicitación que casi me hizo llorar al decirme que me quería desde que tenía cuatro días de nacida… snif! 

La segunda fue Liz, una chaparrita picarona que se ganó la admiración de mi mamá porque era muy inteligente… tanto, que ésta le mandó una carta (o una tarjeta, no recuerdo) diciéndole que estaba segura que llegaría a ser Presidenta de la República. Liz tenía un dicho muy gracioso, adaptación del clásico “Lo traigo cacheteando el pavimento”. Ella, queriendo decir que el sentimiento era más profundo, se agachaba y tronando los dedos cerca del piso, decía: “(Lo traigo) abajo del subsuelo”. Lo más chistoso es que mi mamá adoptó esa expresión y cada vez que la chuleábamos, nos decía tronando sus deditos: “¡Abajo del subsuelo!”, jajaja. Pude disfrutar de su compañía durante toda la carrera, ya que estudiamos lo mismo. Por desgracia, dejé de verla hace muchísimos años, aunque mantenemos el contacto. 

Liz era vecina y amiga de Piva, otra del grupo quien muy pronto se ganó mi corazón. Ella y Liz nos deleitaban bailando la famosa canción de Menudo, “Claridad”… ¡se sabían toda la coreografía! Detallista a morir, nos hacía cartitas y nos mandaba recaditos… unos muy tiernos y otros chistosos. De estos últimos, le encantaba poner algo así como: Querida fulanita, en este día tan especial solo quiero decirte tres palabras: traes un moco. ¡Jajajajaja! En el diario  que menciono al inicio de esta gunicharrita me encontré también la carta más pequeña que he recibido, por supuesto de Piva, en la que me decía que me quería. Años después, la vida me premió teniéndola de nuevo cerca aquí en El Paso y nuestra amistad se hizo aún más grande. Ella y su familia son uno de los regalos más valiosos que mi familia y yo tenemos. 

La cuarta fue Adriana, quien llegó al bachilleres a mediados de segundo año. Yo ya sabía quién era, pues vivía cerca de mi casa y cuando la veía con todas sus hermanas (cuatro) me daban muchas ganas de conocerla (s). Siempre ha sido mi ídolo, no se le cierra el mundo. Una vez salimos a dar la vuelta y se nos ponchó una llanta. En lugar de aprovechar su escultural cuerpo para conseguir que algún hombre nos ayudara, cambió la llanta solita en un dos por tres. En otra ocasión fue a mi casa y el aire no enfriaba. Valiéndole gorro su minifalda, se subió al techo para hacer que la bomba mojara el “excelsior” (la paja) y asunto arreglado. Ella enseñó a manejar a las que aún no sabían y a todas nos prestaba su bochito. En él nos íbamos desde el bachilleres 3 hasta el 2 (de norte a sur) a comer las deliciosas tortas “de la mamá de Josué”. Es la persona más desprendida que conozco, como dice la canción “Se quita la camisa por un buen amigo”… no se le puede chulear nada porque luego luego te lo regala!!! Seguimos juntas en el Tec, formamos parte de la escolta, viajamos, vivió en mi casa… en fin, se convirtió en parte de mi familia: en mi carnala.

Las últimas dos integrantes eran Marichú y Maru, las dos muy agradables y divertidas, aunque no me tocó frecuentarlas tanto como a las demás. 

El grupo me gustaba mucho porque hacíamos todo juntas: ir a fiestas, a dar la vuelta, a las tardeadas del Robin o La Mina, echárnosla de pinta, comer juntas a la hora del intermedio, hacer trabajos y estudiar. Cuando nos juntábamos para esto último, no podían faltar los cacahuates cubiertos de Chamoy y Tico… ¡toda una bomba!

Aunque la vida nos llevó por distintos caminos, algunas de nosotras nos hemos seguido viendo y este sábado pudimos reunirnos Susanita, Adriana, Piva y yo. Esto, gracias a una mega fiesta para los amigos de la prepa que en este año hemos ido llegando a los fabulosos 50. 

El fiestón fue magistralmente organizado por la Modelo del Año Rosy Ugarte y la Intrépida Guille Barco, quienes lograron reunir a más de 40 personas de nuestra generación. 

Susanita, Adriana y yo nos vimos en casa de mis papás y llegamos juntas al salón. ¡Fue muy emocionante ver tantas caras conocidas, todas las chavas guapísimas y los muchachos muy elegantes! Ahí estaban Norma C, las inseparables –en ese tiempo- Olimpia y Adriana R, Evita (importada desde Escocia), Zhenia, Norma W, Norma G, Lillian, Cuquis, Olga, Laura C, Laura H, Lupita, Yolcey, Miriam, Sofía, Susana, Gely, obviamente Rosy y Guille,Tommy, el cuarteto de oro Roberto, Arturo, Oscar y Enrique, Peritos, Manzanera, Frank, Rubén C, Santos, el Coyote, Ciro, Beto, Oscar, Alfredo, Salvador M, Salvador C.  y por supuesto, Piva. Al ver a ésta última, casi nos vamos de espalda al ver que Susanita y Adriana iban de blanco y ella y yo de azul, gris y blanco… ¡todas muy combinadas y sin habernos puesto de acuerdo… lo que es estar en sintonía! 

Comenzamos con el registro de participantes, la abrazadera, la besuqueadera y las fotos de grupo. Luego Rosy y Guille nos dieron la bienvenida y  Manzanera dirigió unas palabras. En pocos minutos hizo un recuento de lo que fue nuestra vida en el bachilleres: las idas con Doña Tifo, la dulzura de las bibliotecarias (las señoras Esparza y Angulo), los maestros inolvidables como el Pollito, el Pelos, Rivera y otros, la vez que los del fútbol americano se disfrazaron de mujeres, el viaje a Prude Ranch (al que mis papás no me dejaron ir), etc. Posteriormente todos brindamos por ese maravilloso reencuentro y nos dispusimos a cenar una deliciosa lasagna que yo tardé 15 minutos en comer (hasta que le hube quitado todo el pollo) y una exquisita ensalada griega. 

Luego siguió el baile y de repente, Roberto, del Cuarteto de Oro, comenzó a deleitarnos con su bella voz cantando ‘Santa Lucía’. ¡Aquello era la locura! Y claro, en medio de todo el relajo, no pudieron faltar las fotos, fotos y más fotos (en una cabina y de celulares).

¡Me encantó platicar con muchos de mis compañeros, ver a las niñas del exilio (las que también viven en El Paso o en Juárez), escuchar la música de aquellos tiempos, bailar y ver bailar!

Supuestamente, la reunión terminaría a la 1, pero pronto brincó un valiente que pagó por una hora más.  Al final, todos felicitamos y agradecimos a Rosy y a Guille por todo el trabajo que hicieron para que pasáramos unas horas inolvidables. 

Adriana nos dio un aventón a Susanita y a mí. Llegué a la casa con los pies y la garganta adoloridos… 

Antes de acostarme revisé las fotos que había tomado, subí unas a facebook y me dormí feliz por haber recibido uno de los regalos más grandes de los últimos años. 

¡Gracias Rosy y Guille!!!

¡Gracias Dios por mis amig@s… Te extrañamos Maruquita!!!

¡Que se repita!!!

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