Habla ahora o calla para siempre

Hace unos meses mi esposo nos sorprendió diciéndonos que había comprado boletos para ir los cuatro a China.

Confieso que, tiempo atrás, la idea de ir a cualquier lugar de Asia me aterrorizaba, pues recordaba aquella película en la que alguien había plantado droga en las maletas de dos chavas que iban de vacaciones. El pensar en estar en un país en el que todo era desconocido (el idioma, las costumbres, las leyes) me asustaba, pero gracias a una sesión de Registros Akáshicos, pude descubrir el por qué. La española que me dio la sesión me dijo que en una de mis encarnaciones yo había sido un guerrero japonés que había matado a muchísimas personas.

Recuerdo que después de haber recibido tanta información me di un baño, y aprovechando la conexión mágica que se hace bajo el chorro del agua, fui llamando una a una a mis encarnaciones. Primero pasé -por supuesto- al guerrero. Lo abracé con gran cariño y le pedí perdón por rechazarlo, ya que yo no era nadie para juzgarlo. Y así lo hice con las poquitas de las que me he enterado a lo largo de los años y con el resto que desconozco. Bueno… ¡aquello fue sumamente liberador!!! Salí de la regadera sintiendo un amor muy grande por todas las personalidades que mi Espíritu ha elegido desde que decidió encarnarse en la Tierra.

Meses después, sin embargo, seguía sin brincar en una pata por ir a China, aunque ahora mis motivos eran otros. Un domingo que fuimos a comer mi esposo, mi hija y yo, él comenzó a hablar del viaje. De inmediato, yo empecé a angustiarme y de la nada sentí como si alguien me hubiera puesto una mano en la garganta. Catalina y mi marido estaban fascinados, y al notar mi falta de entusiasmo, me lo hicieron notar. Les dije que me angustiaba pensar en el viaje, pues si bien ya no me daba miedo lo asiático, había dos factores que me generaban angustia:

  • Mis sensibles rodillas y mi alimentación. 

Me explico:

El año pasado que hicimos un viaje largo sufrí durante todo el vuelo de ida, ya que mis rodillitas se quejaron de la posición en la que tuvieron que estar por tanto tiempo (y eso que me paraba a caminar y a hacer ejercicio cada hora, ¿eh?). Afortunadamente, de regreso alcancé a escoger un asiento en el que pude llevar las piernas extendidas y no tuve ninguna molestia.

El otro tema que tanto me angustiaba era la comida. Siendo vegana, no estaba segura de que fuera a encontrar muchas opciones en China, y aunque siempre viajo con mi proteína, no podría alimentarme solo de eso.

Mi esposo y mi hija me aseguraron que sí encontraríamos comida para mí y que podría poner las piernas sobre las de ellos, ya que los cuatro asientos estaban juntos.

Mmmm… como que no me convencían…

Entonces mi marido, todo lindo, me dijo que si no quería ir, no fuera, pero me remordía la conciencia porque ya había comprado los boletos. Afortunadamente, él me aseguró que salía más caro que fuera con ellos a que me quedara. Entonces, sin pensarla más, le dije que me quedaba… y como por arte de magia, la angustia y la sensación en la garganta desaparecieron.

Pasaron las semanas y por fin llegó el día. Era sábado y mi familia se había ido muy temprano al aeropuerto. Lógicamente no me iba a estar guardadita en mi casa, así que planeé un viajecito a Monterrey con Adriana y Susanita, amigas mías de toda la vida.

Esa mañana, otra amiga (Carmen) se vino a la casa y de aquí salimos para Chihuahua. Como el permiso de mi camioneta estaba vencido, tuvimos que pararnos en San Jerónimo a renovarlo. A pesar de que no había tanta gente, duramos casi una hora, ya que mi tarjeta nomás no pasaba. Por fortuna, durante todo ese tiempo estuve en el teléfono con una representante de servicio al cliente del banco y después de cinco intentos fallidos, la tarjeta fue aprobada. Carmen, muy linda, me decía que por algo pasan las cosas… y sí. Más o menos a una hora de San Jerónimo, se empezó a poner muy lenta la carretera. Después de unos diez minutos, vimos humo a lo lejos… ¡ay Dios! Y a los pocos minutos, vimos de dónde provenía… a la orilla de la carretera había un tráiler (¿o eran dos?) calcinado, todo parecía indicar que el accidente había ocurrido apenas. Carmen y yo dimos gracias a Dios por habernos detenido en San Jerónimo, y en ese momento yo recordé un sueño que había tenido semanas atrás. En él, yo manejaba una Suburban y López Obrador iba de copiloto. Mi hermano Álvaro se encontraba en el asiento de atrás, junto con otras personas, y mi prima Susanita y yo, en los últimos asientos… sí, leyeron bien, ¡yo iba en el último asiento y desde ahí manejaba la camioneta! ¡De repente, frente a nosotros explotaba algo en medio de la carretera… todos me decían que acelerara, así que pasé casi volando en medio de las flamas…! Afortunadamente nadie salió herido.

El camino se nos hizo corto para todo lo que teníamos que platicar, y en pocas horas llegamos sin ningún otro contratiempo a Chihuahua. Dejé a mi amiga en casa de su papá y me fui a la del Pollo. Me anduve con ella todo el día, fuimos al super, comimos, y en la noche nos lanzamos al cine a ver la película de moda: Rapsodia Bohemia. ¡Era tan extraño y tan padre a la vez ir de nuevo al cine con mi hermana! Sobra decir que nos encantó la película, lo único es que me comenzaron a doler las rodillas. Ni tarda ni perezosa, el Pollo me dijo que estirara las piernas arriba de las suyas, jajaja, ¡los que estaban a nuestro alrededor han de haber pensado que éramos novias! Pues eso me valió, yo lo que quería era un descanso… me quedé tan a gusto que hasta me dormí un rato.

Al día siguiente nos fuimos a almorzar con Virgilio y luego pasó Adriana por mí para irnos al aeropuerto. Teníamos siglos de no viajar juntas, por lo que disfrutamos cada segundo. Llegamos a Monterrey y ahí nos estaba ya esperando nuestra amiga en común y prima mía, Susanita.

¿Qué les puedo decir? Que no nos paró la boca… ¡platicamos de todo: intercambiamos consejos, nos hicimos confidencias y nos reímos como locas! Lo que más risa nos dio fue que mientras platicábamos, de repente cualquiera de nosotras se empezaba a quitar la ropa, víctima de nuestra nueva amiga la menopausia y sus odiosos boshornos, jajaja, primero una, luego la otra, después la que faltaba, y así nos la llevamos todo el tiempo.

Al día siguiente, Susanita nos llevó a Santiago, un hermoso pueblito a menos de una hora de Monterrey. El clima estaba súper rico, fresquecito, así que caminamos un buen rato por todos los puestecitos, nos tomamos 80 fotos, compramos esto y lotro y acabamos cenando en La Casa de la Abuela… Nonononono… ¡todo súper rico, especialmente las salsas!

El gusto nos duró muy poco, ya que tuvimos que regresar a Chihuahua el martes por la mañana, pero no le hacía… ¡disfrutamos muchísimo esas horas juntas!

Adriana y yo pasamos a casa del Pollo a recoger nuestros respectivos carros y de ahí nos fuimos al rancho de su familia. Tenía aaaaños de no ir para allá, fácil unos 35. En cuanto llegamos, nos recibió Pepe, un hermoso Pit Bull que Adriana había recogido todo hambriento y malherido de la calle. 

Dejamos nuestras cosas en la casa y nos lanzamos al rancho. Ahí nos encontramos con Elsa, Calili y Chivín (sus hermanos) y con Paula (su hija). Me tocó ver cómo se recoge la nuez, y hasta participé en el muestreo de la cosecha…  ¡por supuesto que quedé llena de tierra de la cabeza a los pies, pero lo disfruté mucho!

Al día siguiente dimos la vuelta por el pueblo, luego Elsa me paseó en una cuatrimoto y nos fuimos al rancho.

Ya que habíamos quedado más llenas de tierra que el día anterior, nos lanzamos Adriana y yo a Sam´s por una botella de vino para hacer una carne asada, jajaja, nos valió. Obviamente, yo no comí eso, pero sí le entré a las delicias que Elsa y Adriana prepararon y a unos frijolitos de la olla de una tiendita (la foto que sigue no es de los frijoles, sino de tortillas de harina, pero me dio mucha risa).

Dormí ahí dos noches… súper rico, ya que mi cama tenía no sé cuántas cobijas y metieron un calentón a mi cuarto. Me daban ganas de quedarme más, pero también quería aprovechar que por un día iba a poder estar solo conmigo,  así que regresé el jueves a mediodía. Por la mañana fui con Adriana y su esposo a un pulguero que estaba en la calle principal y comimos en los improvisados puestos de comida. 

Regresamos a la casa para que terminara de hacer la maleta y finalmente me despedí, encantada de haber pasado esas minivacaciones.

Me encantó recorrer el libramiento Chihuahua-Delicias y me sorprendió que se ahorrara tanto tiempo. Más adelante, en Villa Ahumada, me encontré con mi amiga Isela, quien se pasó a mi camioneta para poder chismorrear a gusto.

Llegamos a El Paso cuando estaba oscureciendo. La dejé en su casa, puse gasolina y me aventé los últimos 40 minutos para llegar a la mía.

Eran casi las nueve de la noche cuando abrí la puerta… abracé a mis perros y a mis gatos y di gracias a Dios por haberme permitido vivir esos días, pero sobre todo, por hacerle caso a mis sentimientos y a los mensajes de mi cuerpo, y por no pelar a quienes no pudieron entender que yo no quisiera hacer ese otro viaje.

Con una gran satisfacción por haber consentido a mi Gunita niña y a mi Laura adolescente y adulta, me dormí sintiéndome inmensamente plena y feliz.  ♥ ♥ ♥

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