Pitágoras

Hace unos días venía yo manejando, y mientras recorría las calles de mi golpeada ciudad de El Paso, pensaba en ciertas cosas. Cosas que si bien no eran para nada comparables a la tragedia vivida hace unas semanas, de todos modos me afectaban. No sé si les haya pasado… de esas veces en que dices ¡Chingado…! ¿Cómo fue que se dio todo esto? Yo creo que la última vez que me sentí así fue cuando a los dieciocho o diecinueve años me besé con el que le gustaba a una amiga y esta nos cachó… ¡trágame tierra!

Pues ahora así de mal me sentía… No por haber hecho algo indebido, sino por la forma en que se dieron las cosas. Sin embargo, algo fue diferente en esta ocasión: la certeza de que todo, absolutamente todo lo que nos sucede es para nuestro bien; que es necesario para que aprendamos y evolucionemos; y que todo eso fue elegido por nosotros mismos y por el mero mero (acertadamente llamado El Creador), y que las personas involucradas aceptaron amorosa y voluntariamente ayudarnos en este experimento llamado ‘chingadazos que te pone la vida’.

Pues bien, venía yo manejando y dándole vueltas al asunto, cuando hice lo que jamás había hecho: comencé a bendecir a las personas involucradas, de una por una. Sorprendida de lo bien que se sentía hacer eso, le seguí con mi familia, de uno por uno, luego con las víctimas del tiroteo, sus familiares y seres queridos, y ¿por qué no? con el asesino; posteriormente me pasé a bendecir a los carros que pasaban junto a mí, a los negocios que veía, a la ciudad, al estado, al país, al continente, ¡a todo el mundo!!!

Créanme que cuando llegué a mi casa fue como si hubiera ido a una terapia… ¡uf… qué liberación!

Al día siguiente sí fui a una terapia (de desbloqueo) con una lindísima mujer: Rosy Draime … ¡híjole, que cosa más hermosa! Esa tarde estuve acompañada (energéticamente, of course) de mis queridos Gordos y mis amados Guías, quienes me dejaron muy fortalecida.

Un día después descubro ‘por casualidad’ un video de una dulce mujer: Ame Ruiz, fundadora de la Academia de Filosofía Pitagórica. Ahora resulta que Pitágoras no solo era matemático, sino que sabía muchísimas cosas sobre la reencarnación y la espiritualidad. Él decía que el objetivo de la vida es cambiar los defectos por virtudes: que nacemos en un punto vibratorio y venimos a conseguir uno más sutil.  Pero lo que más me pudo encantar del video fue que como el tiempo no existe ya que tiene solo una puerta (el hoy)PODEMOS VIAJAR CON LA IMAGINACIÓN A DONDE QUERAMOS Y REESCRIBIR NUESTRA HISTORIA: pedir perdón, perdonar, corregir (en mi caso, cambiar todos los acontecimientos que desencadenaron esa fea situación de la que hablo al principio). Pero Pitágoras no se queda ahí, él propone algo más profundo: ir al momento de la concepción y decirles a nuestros padres (a cada uno de manera individual) que nos perdonen por tomar sus defectos, y liberarlos (¡órale!). Eso me pareció que tenía sentido, ya que Haydée Carrasco o Laura Buendía (no me acuerdo cuál de las dos) me había enseñado que podemos ponerle un final feliz a aquello que nos atormenta o nos llena de dolor, puesto que para el subconsciente es exactamente lo mismo si es real, actuado o simplemente imaginado.

Ahora yo les pregunto: ¿se dan cuenta del tesoro que tenemos entre manos??? Literal, con esto el buen Pit nos dice: ¡PARE DE SUFRIR!

Y yo quiero hoy pasárselos al costo por si no lo sabían o no lo recordaban:

NO TIENEN POR QUÉ VIVIR ATORMENTADOS POR COSAS QUE SUCEDIERON EN EL PASADO, ustedes tienen la capacidad de cambiar los acontecimientos (por lo menos desde un punto de vista energético) y liberarse del odio, del rencor, de sentimientos de rechazo o desaprobación, etc.

Y una vez que se hace eso, a pasar página y a dejar de andar llorando escondidos por los rincones, orrait?

Valen mil, nunca cambien. Los quiero y así. 

Nota: Para los que quieran saber en qué acabó todo, solo les diré que el viejo y conocido refrán de “Andando la carreta se acomodan las calabazas” es muy acertado. Ahora todo está bien en mi vida y yo quedo inmensamente agradecida con las personas que me acompañaron en el proceso (en un lado del ring o en el otro). Mi espíritu saluda a su espíritu con la más profunda reverencia: ¡GRACIAS POR HONRAR NUESTRO PACTO DE AYUDA MUTUA!

Chispazos de Conciencia

¿Cómo describir lo que me sucedió el otro día cuando fui a ver a mi amiga Lety para que me pasara energía? Llegué barrida, ya que ella tenía que salir de su casa a la una para irse a trabajar. La encontré en la cochera y con la amabilidad que le caracteriza, me invitó a pasar, no sin antes cargar a una de sus temibles fieras, un pequeño York que ladraba como enajenado. Después de inspeccionarme y de detectar en mi ropa el olor de Matute-Toby-Chuy-Benito-Zorry-Paco, nos hicimos amigos.

Lety entonces me pasó a una habitación, en donde me pidió que me pusiera de espaldas a ella y comenzó revisándome los huesitos de la parte de atrás de la cabeza. Me preguntó si me sentía mareada, a lo que contesté que no. Cerré los ojos y de inmediato vino a mi mente una imagen con la misma escena, pero Lety y yo, en lugar de tener el cuerpo que ahora tenemos, éramos unos majestuosos seres de pura luz… Nuestro cuerpo era como la flama de una vela, pero del tamaño de una persona. Y Lety compartía sus maravillosos dones y talentos conmigo, al igual que lo estaba haciendo en “la vida real…” (entre comillas porque sospecho que la realidad es aquella y no esta). Y recordé que más allá de nuestra apariencia física, de nuestras diferencias ideológicas y culturales, en el fondo todos somos exactamente lo mismo.

¿Se imaginan lo que sería del mundo si tuviéramos esa imagen en todo momento? Sin lugar a dudas, todo sería mucho mejor. ¿Y qué nos detiene para hacerlo?

La materia.

La dualidad.

La falta de voluntad.

Las prisas.

La rutina.

Los juicios.

Esto.

Lotro.

Lo de más allá.

Bueno, ¿y si en lugar de fijarnos qué es lo que nos detiene nos fijamos en qué es lo que puede ayudarnos a lograrlo?

Pues no sé, se me ocurren unas cuantas ideas:

Todas las mañanas antes de levantarnos, en esos primeros segundos en que comenzamos a despertar, podemos decir:

‘Amada Mente Inconsciente/Padre/Dios/Diosa/Divinidad/Universo/Fuente de Energía, etc.,

  1. ‘El día de hoy permíteme recordar que somos un chispazo divino, que emanamos de ti y que somos un espíritu eterno con un cuerpo físico temporal’
  2. ‘Hazme ver el día de hoy la luz divina en todos los seres del universo’
  3. ‘Hazme brillar de tal manera que los otros puedan también recordar su origen divino’

Y así por el estilo. La idea es mantener esa imagen en nuestra mente para que cuando queramos ahorcar al que se me cierra en la calle, al jefe regañón, a los chismosos, a los fifís, a los chairos, a los ninis, a los de MORENA, a los del PRIAN, etc., reconozcamos esa luz divina en ellos, y por ende, EN MÍ.

Es más, les propongo algo más.

¿Qué tal si sobreponen la imagen de una vela encendida (o cualquier otra cosa que represente luz) en la foto de la persona o personas con las que más problemas tengan?

Claro que no vayan a andar enseñándole a todo mundo esa foto, ¿eh? No los vayan a correr del trabajo o a quedarse sin pareja por mi culpa, jajaja. 

Bueno, se los dejo de tarea y me comprometo a hacerlo yo también. 

¿Me platican cómo les va? Ya dijeron.

¡Abrazos para todos, especialmente para aquellos que van a ser mis conejillos de Indias!

MEDITACIONES BREVES CONECTANDO CON MI ESPIRITU

Todas las mañanas, cuando salgo a darle de comer a mis perros, me paro un momento en el jardín y saludo a la Madre Tierra, (también conocida como Gaia o Pachamama). A veces me doy el tiempo de imaginar cómo de mis pies comienzan a crecer unas raíces que van bajando y penetrando capa por capa hasta llegar al centro del planeta. Conforme bajan las raíces, me imagino a mi querida Gunita -mi niña interior- deslizándose por ellas como si estuviera en una resbaladilla. 

Luego, al llegar al centro de la Tierra, la veo poner sus piecitos en el suelo, y correr al encuentro de su madre (la Pachamama), quien se agacha para recibirla, envolviéndola en tremendo abrazo… ¡Ah qué bien se siente estar ahí! 

Mientras las dos giran abrazadas, Gunita no para de hablar y Pachita de sonreír y de preguntarle cosas. Luego, como típica niña, Gunita brinca y corre por todos lados, bajo la mirada amorosa de su madre. Después de un tiempo, mi niña debe regresar, y la despedida es igual de cariñosa. Gunita trepa por las raíces y se acomoda como si estas fueran una alfombra mágica. Las raíces se van retrayendo, y pasan capa tras capa de nuestro bello planeta azul hasta llegar a mis pies. De ahí, la Gunita sube hasta mi corazón, sintiendo el suyo rebosando de amor, y se acomoda dando un gran suspiro…

Pues bien, esta semana, uno de los días que salí al jardín en la mañana, hice un ejercicio diferente:  observé los árboles llenándose nuevamente de hojas, los pájaros volando de rama en rama, y mis perros revolcándose en el pasto. 

Mi corazón se llenó de amor y di gracias por poder vivir en este bellísimo planeta. Luego contemplé esta casa en la que vivimos y que me gusta tanto, y también di gracias, pues es lo que yo siempre soñé. Apenas había terminado de agradecer por esas dos bellas moradas, cuando me di cuenta de que había otra muy importante: mi cuerpo físico. Y di gracias de todo corazón porque sin él, mi espíritu (o sea YO) no podría manifestarse en esta dimensión (o tal vez sí, pero sería muy difícil). Di gracias porque tuve la fortuna de haber encarnado en un cuerpo bello y sano… sí, bello, aún cuando el ego me diga muchas veces que no es así. Y comencé a dar gracias por cada uno de mis órganos, aparatos y sistemas, por cada uno de mis tejidos, por cada una de mis células. Y me di cuenta de que en verdad lo amo… amo mi cabello, amo mi cara, amo mis brazos, amo mi figura… e hice las paces con la delgadez, con la celulitis, con la incipiente pancita, con las nachas que suben y bajan dependiendo de mi alimentación, con mis rodillas que a veces duelen… 

Y me di cuenta de que soy sumamente afortunada al contar con tres temporales pero hermosas moradas que como matrushkas encierran a la divinidad que vive en mí y que YO SOY.

Estas reflexiones que mi alma hace me alimentan, ahora solo me falta aterrizarlas para saber cómo reaccionar cuando mis hijos no ayuden en la casa o cuando tenga frente a mí un reto grande y no sepa cómo enfrentarlo.  

Yo creo que la solución está en practicarlas día a día y recordar que la vida es un juego de niños, y que dentro de cien años nada de lo que ahora me preocupa será importante, ya que como bien dicen: “Esto también pasará”.

Gracias a ti que me lees. La Divinidad que vive en mí y que YO SOY reconoce y honra a la Divinidad que vive en ti, o lo que es lo mismo:

Namasté.

Habla ahora o calla para siempre

Hace unos meses mi esposo nos sorprendió diciéndonos que había comprado boletos para ir los cuatro a China.

Confieso que, tiempo atrás, la idea de ir a cualquier lugar de Asia me aterrorizaba, pues recordaba aquella película en la que alguien había plantado droga en las maletas de dos chavas que iban de vacaciones. El pensar en estar en un país en el que todo era desconocido (el idioma, las costumbres, las leyes) me asustaba, pero gracias a una sesión de Registros Akáshicos, pude descubrir el por qué. La española que me dio la sesión me dijo que en una de mis encarnaciones yo había sido un guerrero japonés que había matado a muchísimas personas.

Recuerdo que después de haber recibido tanta información me di un baño, y aprovechando la conexión mágica que se hace bajo el chorro del agua, fui llamando una a una a mis encarnaciones. Primero pasé -por supuesto- al guerrero. Lo abracé con gran cariño y le pedí perdón por rechazarlo, ya que yo no era nadie para juzgarlo. Y así lo hice con las poquitas de las que me he enterado a lo largo de los años y con el resto que desconozco. Bueno… ¡aquello fue sumamente liberador!!! Salí de la regadera sintiendo un amor muy grande por todas las personalidades que mi Espíritu ha elegido desde que decidió encarnarse en la Tierra.

Meses después, sin embargo, seguía sin brincar en una pata por ir a China, aunque ahora mis motivos eran otros. Un domingo que fuimos a comer mi esposo, mi hija y yo, él comenzó a hablar del viaje. De inmediato, yo empecé a angustiarme y de la nada sentí como si alguien me hubiera puesto una mano en la garganta. Catalina y mi marido estaban fascinados, y al notar mi falta de entusiasmo, me lo hicieron notar. Les dije que me angustiaba pensar en el viaje, pues si bien ya no me daba miedo lo asiático, había dos factores que me generaban angustia:

  • Mis sensibles rodillas y mi alimentación. 

Me explico:

El año pasado que hicimos un viaje largo sufrí durante todo el vuelo de ida, ya que mis rodillitas se quejaron de la posición en la que tuvieron que estar por tanto tiempo (y eso que me paraba a caminar y a hacer ejercicio cada hora, ¿eh?). Afortunadamente, de regreso alcancé a escoger un asiento en el que pude llevar las piernas extendidas y no tuve ninguna molestia.

El otro tema que tanto me angustiaba era la comida. Siendo vegana, no estaba segura de que fuera a encontrar muchas opciones en China, y aunque siempre viajo con mi proteína, no podría alimentarme solo de eso.

Mi esposo y mi hija me aseguraron que sí encontraríamos comida para mí y que podría poner las piernas sobre las de ellos, ya que los cuatro asientos estaban juntos.

Mmmm… como que no me convencían…

Entonces mi marido, todo lindo, me dijo que si no quería ir, no fuera, pero me remordía la conciencia porque ya había comprado los boletos. Afortunadamente, él me aseguró que salía más caro que fuera con ellos a que me quedara. Entonces, sin pensarla más, le dije que me quedaba… y como por arte de magia, la angustia y la sensación en la garganta desaparecieron.

Pasaron las semanas y por fin llegó el día. Era sábado y mi familia se había ido muy temprano al aeropuerto. Lógicamente no me iba a estar guardadita en mi casa, así que planeé un viajecito a Monterrey con Adriana y Susanita, amigas mías de toda la vida.

Esa mañana, otra amiga (Carmen) se vino a la casa y de aquí salimos para Chihuahua. Como el permiso de mi camioneta estaba vencido, tuvimos que pararnos en San Jerónimo a renovarlo. A pesar de que no había tanta gente, duramos casi una hora, ya que mi tarjeta nomás no pasaba. Por fortuna, durante todo ese tiempo estuve en el teléfono con una representante de servicio al cliente del banco y después de cinco intentos fallidos, la tarjeta fue aprobada. Carmen, muy linda, me decía que por algo pasan las cosas… y sí. Más o menos a una hora de San Jerónimo, se empezó a poner muy lenta la carretera. Después de unos diez minutos, vimos humo a lo lejos… ¡ay Dios! Y a los pocos minutos, vimos de dónde provenía… a la orilla de la carretera había un tráiler (¿o eran dos?) calcinado, todo parecía indicar que el accidente había ocurrido apenas. Carmen y yo dimos gracias a Dios por habernos detenido en San Jerónimo, y en ese momento yo recordé un sueño que había tenido semanas atrás. En él, yo manejaba una Suburban y López Obrador iba de copiloto. Mi hermano Álvaro se encontraba en el asiento de atrás, junto con otras personas, y mi prima Susanita y yo, en los últimos asientos… sí, leyeron bien, ¡yo iba en el último asiento y desde ahí manejaba la camioneta! ¡De repente, frente a nosotros explotaba algo en medio de la carretera… todos me decían que acelerara, así que pasé casi volando en medio de las flamas…! Afortunadamente nadie salió herido.

El camino se nos hizo corto para todo lo que teníamos que platicar, y en pocas horas llegamos sin ningún otro contratiempo a Chihuahua. Dejé a mi amiga en casa de su papá y me fui a la del Pollo. Me anduve con ella todo el día, fuimos al super, comimos, y en la noche nos lanzamos al cine a ver la película de moda: Rapsodia Bohemia. ¡Era tan extraño y tan padre a la vez ir de nuevo al cine con mi hermana! Sobra decir que nos encantó la película, lo único es que me comenzaron a doler las rodillas. Ni tarda ni perezosa, el Pollo me dijo que estirara las piernas arriba de las suyas, jajaja, ¡los que estaban a nuestro alrededor han de haber pensado que éramos novias! Pues eso me valió, yo lo que quería era un descanso… me quedé tan a gusto que hasta me dormí un rato.

Al día siguiente nos fuimos a almorzar con Virgilio y luego pasó Adriana por mí para irnos al aeropuerto. Teníamos siglos de no viajar juntas, por lo que disfrutamos cada segundo. Llegamos a Monterrey y ahí nos estaba ya esperando nuestra amiga en común y prima mía, Susanita.

¿Qué les puedo decir? Que no nos paró la boca… ¡platicamos de todo: intercambiamos consejos, nos hicimos confidencias y nos reímos como locas! Lo que más risa nos dio fue que mientras platicábamos, de repente cualquiera de nosotras se empezaba a quitar la ropa, víctima de nuestra nueva amiga la menopausia y sus odiosos boshornos, jajaja, primero una, luego la otra, después la que faltaba, y así nos la llevamos todo el tiempo.

Al día siguiente, Susanita nos llevó a Santiago, un hermoso pueblito a menos de una hora de Monterrey. El clima estaba súper rico, fresquecito, así que caminamos un buen rato por todos los puestecitos, nos tomamos 80 fotos, compramos esto y lotro y acabamos cenando en La Casa de la Abuela… Nonononono… ¡todo súper rico, especialmente las salsas!

El gusto nos duró muy poco, ya que tuvimos que regresar a Chihuahua el martes por la mañana, pero no le hacía… ¡disfrutamos muchísimo esas horas juntas!

Adriana y yo pasamos a casa del Pollo a recoger nuestros respectivos carros y de ahí nos fuimos al rancho de su familia. Tenía aaaaños de no ir para allá, fácil unos 35. En cuanto llegamos, nos recibió Pepe, un hermoso Pit Bull que Adriana había recogido todo hambriento y malherido de la calle. 

Dejamos nuestras cosas en la casa y nos lanzamos al rancho. Ahí nos encontramos con Elsa, Calili y Chivín (sus hermanos) y con Paula (su hija). Me tocó ver cómo se recoge la nuez, y hasta participé en el muestreo de la cosecha…  ¡por supuesto que quedé llena de tierra de la cabeza a los pies, pero lo disfruté mucho!

Al día siguiente dimos la vuelta por el pueblo, luego Elsa me paseó en una cuatrimoto y nos fuimos al rancho.

Ya que habíamos quedado más llenas de tierra que el día anterior, nos lanzamos Adriana y yo a Sam´s por una botella de vino para hacer una carne asada, jajaja, nos valió. Obviamente, yo no comí eso, pero sí le entré a las delicias que Elsa y Adriana prepararon y a unos frijolitos de la olla de una tiendita (la foto que sigue no es de los frijoles, sino de tortillas de harina, pero me dio mucha risa).

Dormí ahí dos noches… súper rico, ya que mi cama tenía no sé cuántas cobijas y metieron un calentón a mi cuarto. Me daban ganas de quedarme más, pero también quería aprovechar que por un día iba a poder estar solo conmigo,  así que regresé el jueves a mediodía. Por la mañana fui con Adriana y su esposo a un pulguero que estaba en la calle principal y comimos en los improvisados puestos de comida. 

Regresamos a la casa para que terminara de hacer la maleta y finalmente me despedí, encantada de haber pasado esas minivacaciones.

Me encantó recorrer el libramiento Chihuahua-Delicias y me sorprendió que se ahorrara tanto tiempo. Más adelante, en Villa Ahumada, me encontré con mi amiga Isela, quien se pasó a mi camioneta para poder chismorrear a gusto.

Llegamos a El Paso cuando estaba oscureciendo. La dejé en su casa, puse gasolina y me aventé los últimos 40 minutos para llegar a la mía.

Eran casi las nueve de la noche cuando abrí la puerta… abracé a mis perros y a mis gatos y di gracias a Dios por haberme permitido vivir esos días, pero sobre todo, por hacerle caso a mis sentimientos y a los mensajes de mi cuerpo, y por no pelar a quienes no pudieron entender que yo no quisiera hacer ese otro viaje.

Con una gran satisfacción por haber consentido a mi Gunita niña y a mi Laura adolescente y adulta, me dormí sintiéndome inmensamente plena y feliz.  ♥ ♥ ♥