La escritora que no escribe

Una disculpa a quien pudiera estar ofendido porque hace más de un mes que  no publico, jajaja. Como le decía ayer a mi amigo y excelente poeta, Arturo Granados, ando de desobediente civil…  No sé qué me ha pasado, pero en las últimas semanas (¿meses?) no he querido sentarme a escribir. A veces amanezco con una idea para el blog, pero la rutina -y Netflix!!!- hacen que quede en eso… en una idea. 

Como hace tiempo tomé un taller con Haydée Carrasco en el que –según yo- descubrí el propósito de mi vida, y resultó que éste era escribir, comencé a traumarme al darme cuenta que me había convertido en una escritora que no escribía. Sin embargo, mis ángeles adorados no me dejaron sola y empecé a notar que cada vez que veía la hora, salían números repetidos (2:22, 10:10, 11:11, 3:33, etc.). Alguna vez  ya me había pasado, y eso, en el lenguaje angelical, significa que vas por buen camino. 

Algo que también me ayudó fue mi diálogo interno. 

Comencé preguntándome:

“Si soy una escritora que no escribe… ¿entonces quién soy?” 

La respuesta llegó de inmediato y me dije que así como no es válido que mis roles de mamá, amiga, hija, hermana, etc. definan quién soy, tampoco tiene por qué hacerlo el de escritora. ¿Por qué? Porque YO SOY algo más que eso… 

YO, AL IGUAL QUE TODOS LOS DEMÁS, SOY UN HERMOSO ESPÍRITU DE LUZ que decidió venir a la Tierra a experimentarse como ser humano (y sobre eso ya había escrito hace tres años y medio en COMO LA LUZ DE UNA VELA, una de mis publicaciones favoritas -ver http://www.elblogdelaurajurado.com/como-la-luz-de-una-vela/).

Para entender mejor esto, pongamos el ejemplo de una obra de teatro. Los actores que en ella participan representan cada uno un papel diferente, pero ninguno ES lo que su papel les dice. Mientras están en la obra, son Caperucita, el lobo, un árbol, Julieta, doña Inés, don Quijote de la Mancha, etc. Una vez que salen de ella, vuelven a ser Lulú, Pepito, Roberto, Pedro Pérez, etc. 

Pues así mismo es la vida. Y no porque yo me haya comprado la idea de que soy escritora, voy a escribir a fuerza (claro que hay quien lo hace así por disciplina, pero yo nunca he sido disciplinada… –y como dijo don Teofilito: ¡ni lo seré!). Si hay algo que he aprendido últimamente es que hay que ser congruente con lo que se piensa, dice y siente.

Así que… hoy tengo ganas de escribir esto (y mientras lo hago, veo el reloj y son las 4:04… ¡adorados!). 

A quienes les den ganas de leerlo, muchas gracias, y a quienes no, también (¡viva la congruencia!).

Hasta la próxima… si es que hay, jajaja. 

DAME UN PUNTO DE APOYO

Antes de empezar, déjenme contarles que esta historia se había quedado sin publicar, pues la escribí más o menos cuando surgieron los problemas técnicos del blog. Podría corregir todas las fechas, pero la verdad no tiene caso, mejor aquí se los aclaro y todos felices y contentos. 

Ahí va pues.

Hace algunas semanas mi familia y yo nos fuimos de vacaciones a Playa del Carmen. Mi esposo tuvo la brillante idea de quedarnos en un apartamento en lugar de un hotel y la verdad fue una excelente decisión, pues era como estar en casa y a la vez andar de vacaciones. Como llegamos en la tarde, el primer día solo fuimos a caminar por la Quinta Avenida (que estaba a una o dos cuadras del apartamento) y cenamos en un restaurante yucateco muy rico.

Al día siguiente, cada quien se levantó a la hora que quiso y venimos saliendo a las frescas de las 2. Nos subimos al carro que habíamos rentado en Cancún, decididos a visitar Tulum. No habíamos caminado mucho cuando nos topamos con otro lugar que queríamos conocer: el Río Secreto, por lo que nos bajamos a preguntar. Estábamos de suerte, los grupos eran de diez personas y estaban esperando justamente a cuatro para hacer el último recorrido. La suerte no paraba ahí, pues nos dimos cuenta que el precio que nos habían dado en el hotel era para gringos –sin importar que portáramos orgullosos nuestro nopal -, pero en la taquilla nos cobraron como mecsicanous.  Nos pusieron un video y luego nos transportaron a la entrada del río (bueno, cerca de ésta). Ahí conocimos a Fernanda, nuestra guía, así como a los otros seis miembros del grupo: una familia que venía de Tijuana y una pareja –él mexicano, no sé de dónde, ella brasileña; la guía nos pidió que nos pusiéramos los trajes de baño, que hiciéramos pipí  y nos diéramos un regaderazo. Luego nos formamos frente a un dizque experto que nos daría los trajes de neopreno. Digo ‘dizque’ porque –como me sucede prácticamente con toooda la gente-, el chavalillo determinó que yo era mega flaquita y me dio un traje que me quedó súper apretado. Pensando en que pasaría más de una hora como embutido, le dije que me diera una talla más grande… ¡fiu, qué diferencia!

También nos prestaron zapatos de agua, chalecos, cascos con luz, y palos de madera con pulsera (para no caernos) y nos dirigimos -ahora sí- a la entrada del río, la cual era una caverna; ahí nos sentamos para escuchar las indicaciones de Fernanda.

A los pocos minutos comenzamos a internarnos.  Apenas habíamos dado unos cuantos pasos, cuando vimos un agujero en el techo de la caverna y pudimos observar un bellísimo árbol (obviamente, por fuera). Seguimos avanzando, y pronto los ‘aes’ y ‘oes’ –diría la ridícula de mi madre- no se hicieron esperar al descubrir infinidad de estalactitas y estalagmitas, así como al ver que la caverna estaba llena de agua.

Podría contarles todo lo que sucedió durante el recorrido (que fue espectacular), pero en realidad de lo que quiero platicar es del palo de madera, el cual –supe después- se conoce como ‘bastón de senderismo’.

Rìo Secreto

Siendo tan solo un humilde trozo de madera con un pedazo de cuerda atado en la parte superior, el dichoso bastón me dio no solo la estabilidad necesaria, sino también un extraordinario impulso… ¡me sentí como si tuviera quince años otra vez! Obviamente, las más agradecidas fueron mis rodillitas. Y ahí fue donde surgió la idea del título: DAME UN PUNTO DE APOYO (y moveré el mundo), pues me puse a pensar que muchas veces necesitamos tan solo algo (o a alguien) en quien nos podamos recargar para así tomar impulso.

Si bien la idea de escribir sobre esto me fascinó desde ese día, dejé pasar semanas y semanas pues no sabía cómo continuar la historia, hasta que…

Hace como quince días fui a una tienda, decidida a comprar unas flores que complementaran la bella vista que de la ventana de mi cocina se disfruta al lavar los platos: el comedero de los pajaritos. Anteriormente había puesto una mesita enseguida de éste y colocado ahí el geranio de mi marido, junto con otra maceta, pero como que algo faltaba. Entonces vi varias macetas con crisantemos y me llamó la atención una de flores moradas. Creo que era la más bonita, pero por desgracia, tenía una ramita quebrada. Mi primer impulso fue escoger otra, pero sentí lástima, y sin saber nada de esquejes, decidí intentar salvarla. En cuanto llegué a la casa puse la ramita quebrada en agua. Me encantó ver como en cuestión de horas, la inocente empezó a levantarse, y a los pocos días, comenzaron a salirle raíces. Ahora, la otrora frágil y deshidratada ramita es una hermosa planta que está casi lista para ser sembrada.

Esqueje de crisantemo

En este caso, el punto de apoyo fue algo tan simple como el agua.

Y bueno, la naturaleza siguió enseñándome, ahora con alas. Todo empezó el domingo antepasado que mi esposo tuvo la fortuna de ver (y fotografiar) un halcón en uno de los árboles de nuestro jardín encantado.

Halcòn

Lo sorprendió tratando de comerse a un pobre pajarillo mientras otro (uno que siempre molestaba a mi gato Paco –o bueno, uno de esa familia) lo ‘aforismaba’ (como dice mi hermano Virgilio), enfurruñado. Después de aguantar un rato los revoloteos de aquel, la majestuosa ave decidió terminar su comilona en otra parte y mi esposo lo perdió de vista.

Al día siguiente, mientras lavaba los platos y observaba embelesada el paisaje, me llamó la atención un inocente pajarito que se había parado junto al comedero vacío. El pobre parecía haber estado envuelto en una riña de cholos: las plumas del cuello estaban a punto de caérsele e inclusive se le veía un poco de sangre.

Pàjaro desplumado

Pensando que tal vez había escapado de las garras del halcón, y sabiendo que no podía hacer nada por él más que ayudarlo con comida, salí a llenar el recipiente. A los pocos minutos, el pobrecito regresó y dio cuenta de un rico alpiste. Así lo hizo varias veces ese mismo día y los días siguientes. ¡Me encantó poder identificarlo y saber que estaba recobrando fuerzas! Un día ya no lo vi más; no sé si sus heridas cerraron y las plumas le volvieron a salir (y que por eso ya no lo pude identificar), o si de plano ya no la armó, pero como me gusta pensar positivamente, me inclino más por creer que fue lo primero y que el hecho de haberle dado un punto de apoyo (la comida), ayudó a su recuperación.

Estos ejemplos me recordaron el poema de Gabriela Mistral: El Placer de Servir que mencioné en la gunistoria de agosto de 2013. La última frase de éste me encanta (“¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al árbol, al amigo, a tu madre?”) porque no se limita a personas, sino que incluye a la naturaleza y es justo lo que ese simple palo de madera me inspiró a hacer. 

Espero que esta historia también los inspire a ustedes. 

¡Hasta la próxima!

El Placer de Servir

Toda naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.
Sé el que aparta la piedra del camino, el odio entre los
corazones y las dificultades del problema.

Hay una alegría del ser sano y la de ser justo, pero hay,
sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo si todo estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.

Que no te llamen solamente los trabajos fáciles
¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!
Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito
con los grandes trabajos; hay pequeños servicios
que son buenos servicios: ordenar una mesa, ordenar
unos libros, peinar una niña.
Aquel que critica, éste es el que destruye, tu sé el que sirve.
El servir no es faena de seres inferiores.
Dios que da el fruto y la luz, sirve. Pudiera
llamarse así: “El que Sirve”.

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos
pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién?
¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?

Gabriela Mistral.

UN LLAMADO A LA ACCION

Estos últimos días he llenado mi cabeza con las ideas de Covadonga Pérez Lozana y las de Louise Hay. Entre muchas cosas que he aprendido, me llamó la atención algo en que las dos coinciden: que no basta con desear algo, sino que debemos actuar, o como dijo Laura Buendía: “LAS COSAS SE HACEN HACIÉNDOLAS”.

Confieso que al principio esa frase de la tocaya me dejó con cara de what, ya que yo no sabía exactamente de qué estaba hablando. Por fortuna, creo que comienzo a entender. 

Verán, yo siempre he sido una gran creyente del destino. De hecho, cuando era chiquita pensaba que las maestras tenían una especie de guión (por ejemplo, que ya sabían a qué niño preguntarle qué cosa y que nuestras respuestas estaban ya escritas en algún lado). Qué horror, ¿verdad?

Ahora sé que nada está escrito, ya que tenemos libre albedrío, y que el pensar en dejar todo en manos de Dios es como creer que un hada madrina vendrá a transformar nuestras vidas con su varita mágica. Pero, no me malinterpreten… claro que creo que hay que ponernos en manos de Dios, pero no de una manera pasiva. 

¿Qué quiero poner un negocio? Le pido a Dios que me ayude, hago mis afirmaciones diarias de prosperidad y abundancia Y ME OCUPO DE LOS ASUNTOS TERRENALES QUE SE NECESITAN PARA PONER UN NEGOCIO (hacer un estudio de mercado, conseguir un préstamo, buscar un local, etc.).

¿Y si quiero conseguir pareja? También le pido a Dios que ponga en mi camino a una persona con tales y cuales características, hago mis afirmaciones diarias de autoestima (porque para que alguien me ame, primero me tengo que amar yo) Y SALGO A LA CALLE, ya que como bien dice Louise Hay, nadie va a llegar a tu puerta para invitarte a salir, así de la noche a la mañana… o sea, sin que los probables prospectos te vean. 

Y como bien dicen que aquello que uno enseña es lo que más necesita, en estos momentos me chorrea la frente de las pedradas que estoy recibiendo de mí misma, ya que sé que debo ponerme en acción para promover mis libros, y aunque el solo hecho de pensarlo me pone de nervios, estoy decidida a hacerlo. Yo creo que ya es tiempo de dejar de pensar que Jimmy Osmond va a venir a mi escuela primaria y me va a escoger (lo cual era una de mis fantasías favoritas de niña), pues para empezar, yo ni canto ni bailo, jajaja (zapatero a tus zapatos, ¿verdad?). 

Y a ti… ¿qué es lo que te mueve? ¿Qué es eso que quieres lograr y que no te atreves a intentar? 

Conviértete en tu propia hada madrina y HAZ REALIDAD TUS SUEÑOS… 

GO FOR IT!!!

CORRIJO EN MÍ LO QUE ME MOLESTA EN TÍ

CORRIJO EN MÍ LO QUE ME MOLESTA DE TÍ*

En algunas ocasiones he hablado ya sobre el espejo y lo voy a hacer una vez más, ya que me acaba de caer el veintononón. Si bien es cierto que hace tiempo comprendí que lo que me molestaba de los demás tenía que ver conmigo, apenas ahora entiendo cómo funciona esto. 

Me explico. 

Antes, yo pensaba que si me molestaba mucho algo de alguien era porque yo tenía esa característica. Luego aprendí que puede ser eso o todo lo contrario, por ejemplo, que si me molestaba que alguien gastara en exceso, era porque yo también gastaba en exceso o, por el contrario, porque me dolía el codo. Sin embargo, gracias a los videos de Ricky Angulo, Miguel Valls y Covadonga Pérez Lozana, estos días he llegado a comprender que eso va más allá:

Sí, todo lo que me molesta mucho de otros tiene que ver conmigo de manera directa o contraria pero SIEMPRE habla de CÓMO ME TRATO A MÍ MISMA. O sea, en esta lección que me dan los que me hacen de espejo, ELLOS NO EXISTEN… la lección que tengo que aprender es DE QUÉ MANERA YO ME HAGO ESO. 

¿Cómo llegué a ese entendimiento? Pues después de ver innumerables videos de las personas que arriba menciono, un día simplemente lo entendí. Iba en mi camioneta, y como siempre, me molestó mucho ver a diferentes personas con la vista clavada en sus teléfonos en lugar de poner atención a la manejada. Pues de repente… ¡toñoñoñoñón… me di cuenta que YO HAGO LO MISMO!!!!!!  Si bien esa conducta mía ha sido tipo “nomás la puntita” (o sea que solo lo hago cuando el tráfico es lento o cuando es una cuadra chiquita y no viene nadie), ¡de todos modos LO HE ESTADO HACIENDO!

 ¿Y por qué me molesta tanto ver a los otros? Porque esa reacción es EL  recurso que tiene mi espíritu (como el de todos ustedes) para hacerme ver que la estoy cajeteando CONMIGO MISMA. ¡Plop!

Pues bien, en esta adicción a los videos para el espíritu me topé también con uno de Louise Hay: “¿Cómo Amarte a ti Mismo?”. Confieso que al principio no me atrajo mucho, ya que tengo la tendencia a despreciar o rechazar aquello que ya todo mundo conoce (como cuando decidí estudiar Ingeniería Industrial porque toda la perrada –o sea las mujeres- se estaba yendo por la carrera que yo había elegido: Relaciones Industriales). Sin embargo, como recientemente me cayó el veinte de que las críticas a mi persona me calaban mucho porque así o más duro me criticaba yo (o sea, que no me acepto como soy), decidí aventarme el video. 

¿Qué les puedo decir? Simplemente que es extraordinario y que todos estaríamos mejor si siguiéramos los sabios y sencillos consejos que Louise Hay nos da en él. El primero de ellos y probablemente el más importante es: DEJA DE CRITICARTE. Dice la señora Hay que si así lo hiciéramos, ya no habría necesidad de repasar los demás. 

Bueno, pues hace dos días, mientras estaba en Pilates, me percaté de mis chaparreras (o sea, la parte superior externa del muslo). De inmediato, un pensamiento de descontento hacia esa zona cruzó por mi mente, pero la voz de Louise Hay vino en mi auxilio: ¡DEJA DE CRITICARTE! Y me imaginé, no tanto a mi niña interior, sino a mi adolescente interior, ya que ella –y todas las que he sido hasta el momento- también vive en mí. De pronto me di cuenta que estaba siendo cruel conmigo misma y me cayó otro veintesote.

Verán, siempre me ha molestado bastante que la gente se meta con el peso, tanto de los gorditos como de los flaquitos, y que hagan comentarios inoportunos y pendejos como: 

  • “Por eso estás gordo, ya no comas tanto” 
  • “Ayyy  qué delgada estás, necesitas comer más”
  • “Ya no te queda la ropa, deberías hacer ejercicio”
  • “Has bajado mucho de peso, ya no bajes NI UN GRAMO MÁS” (¡GRRRRRRRR! ¿QUÉ LES IMPORTAAAAAAAAA?)

Por muchos años, pensé que esa molestia se debía al hecho de que mi mamá siempre hubiera  batallado con su peso (y sufrido por ello) y que por consiguiente, yo me había vuelto sensible a ese tipo de comentarios. 

Así es, yo pensaba que simplemente la otra gente era insensible al dolor ajeno, y me había comprado el cuento de que yo era muy linda al defender a los que no encajábamos en los estándares de “buenura” de los demás… Nada más alejado de la realidad. 

En ese momento que me criticaba por tener chaparreras, entendí que mi enojo hacia comentarios estúpidos como los que mencioné anteriormente NO TENÍA QUE VER CON LOS DEMÁS, sino que –una vez más- ERA EL RECURSO DE MI ESPÍRITU para hacerme ver que YO HAGO LO MISMO CON MI PERSONA… wow! Me sentí como si hubiera descubierto la cura para una terrible enfermedad… y bueno, en cierto modo así fue, ya que descubrí la clave de la felicidad. 

De inmediato comencé a pedirme perdón, repitiendo una y otra vez: “te amo, lo siento, perdóname, gracias, te amo, lo siento, perdóname, gracias, te amo, lo siento, perdóname, gracias”. Después de decirlo mentalmente varias veces, me sentí mejor.

Y es que nos han educado a ser amables con todo el mundo, menos con nosotros, así que a partir de ese día estoy resuelta a quererme más, a hablarme bonito y a recordarme lo maravillosa que soy (igual que lo son todos ustedes y el resto del mundo). Para empezar, comencé a escribir afirmaciones lindas sobre mí en unos papelitos hermosos. Unos los encontré en las cosas de mi hija y hasta vienen en una cajita muy simpática (se supone que son para orar, pero ¿qué mejor oración que reconocer la maravilla que Dios ha creado, no?); otros los compré apenas antier en una venta de garaje y ayer que escuchaba por enésima vez a Covadonga, supe de inmediato que serían para que me diera el reconocimiento que por años me había negado. 

Así que, de todo corazón los invito a:

a) Analizar aquello que más les molesta de los demás y ver de qué forma SE LO HACEN A USTEDES MISMOS.

b) DEJAR DE CRITICARSE, RECONOCER sus virtudes y PERDONARSE. 

Yo haré lo mismo, me pondré mis antenitas de vinil y estaré más atenta a mi diálogo interno. 

Puedo asegurarles que nuestras vidas serán mejores si hacemos esto a conciencia.         

¿Les late? Espero que sí.

 ¡Hasta la próxima!

Laura (Guny) Jurado. 

*El título de esta gunicharrita es casi igual a uno de los muchos videos de Covadonga Pérez Lozana que me están haciendo ver la vida de otra forma. Espero que el darle aquí todo el crédito sea suficiente para poder usarlo. Si no, ojalá que el hecho de que ella sea de Asturias,  la tierra de mis abuelos maternos, sea una buena razón para darme permiso…LOL!

EL GRITO DE TU CUERPO

En algunas ocasiones he hablado ya sobre el espejo y lo voy a hacer una vez más, ya que me acaba de caer el veintononón. Si bien es cierto que hace tiempo comprendí que lo que me molestaba de los demás tenía que ver conmigo, apenas ahora entiendo cómo. 

Me explico. 

Antes yo pensaba que si me molestaba mucho algo de alguien era porque yo tenía esa característica o una que fuera lo contrario. Por ejemplo, que si me molestaba que alguien gastara en exceso, era porque yo también gastaba en exceso o, por el contrario, porque me dolía el codo. Sin embargo, gracias a los videos de Ricky Angulo, Miguel Valls y Covadonga Pérez Lozana, estos días he llegado a comprender que eso va más allá:

Sí, todo lo que me molesta mucho de otros tiene que ver conmigo de manera directa o contraria pero SIEMPRE habla de CÓMO ME TRATO A MÍ MISMA. O sea, en esta lección que me dan los que me hacen de espejo, ELLOS NO EXISTEN… la lección que tengo que aprender es DE QUÉ MANERA YO ME HAGO ESO. 

¿Cómo llegué a ese entendimiento? Pues después de ver innumerables videos de las personas que arriba menciono, un día simplemente lo entendí. Iba en mi camioneta, y como siempre, me molestó mucho ver a diferentes personas con la vista clavada en sus teléfonos en lugar de poner atención a la manejada. Pues de repente… ¡toñoñoñoñón… me di cuenta que YO HAGO LO MISMO!!!!!!  Si bien esa conducta mía ha sido tipo “nomás la puntita” (o sea que solo lo hago cuando el tráfico es lento o cuando es una cuadra chiquita y no viene nadie), de todos modos LO HE ESTADO HACIENDO.

 ¿Y por qué me molestaba tanto ver a los otros? Porque es EL  recurso que tiene mi espíritu (como el de todos ustedes) para hacerme ver que la estaba cajeteando CONMIGO MISMA.

 ¡Plop!

Pues bien, en esta adicción a los videos para el espíritu me topé también con uno de Louise Hay: “Cómo Amarse a Uno Mismo”. Confieso que al principio no me atrajo mucho, ya que tengo la tendencia a despreciar o rechazar aquello que ya todo mundo conoce (como cuando decidí estudiar Ingeniería Industrial porque toda la perrada –o sea las mujeres- se estaba yendo por la carrera que yo había elegido: Relaciones Industriales). Sin embargo, como recientemente me cayó el veinte de que las críticas a mi persona me calaban mucho porque así o más duro me criticaba yo (o sea, que no me acepto como soy), decidí aventarme el video. 

¿Qué les puedo decir? Simplemente que es extraordinario y que todos estaríamos mejor si siguiéramos los sabios y sencillos consejos que Louise Hay nos da en él. El primero de ellos y probablemente el más importante es: DEJA DE CRITICARTE. Dice la señora Hay que si así lo hiciéramos, ya no habría necesidad de repasar los demás. 

Bueno, pues hace dos días, mientras estaba en Pilates, me percaté de mis chaparreras (o sea, la parte superior externa del muslo). De inmediato, un pensamiento de descontento hacia esa zona cruzó por mi mente, pero la voz de Louise Hay vino en mi auxilio: ¡DEJA DE CRITICARTE! Y me imaginé, no tanto a mi niña interior, sino a mi adolescente interior, ya que ella –y todas las que he sido hasta el momento- también vive en mí. De pronto me di cuenta que estaba siendo cruel conmigo misma y me cayó otro veintesote.

Ahí les va… y como platican algunos:

 Ahí tienen ustedes de que mi mamá tenía un cuerpazo de soltera,  pero con los embarazos se puso ‘gordibuena’. Pasaron los años y las últimas letras se fueron cayendo una a una, hasta que solo quedó el ‘gordi’. La inocente se pasó toda la vida haciendo dietas; a veces sí lograba bajar un poco (como antes de la boda de mi hermana Patricia o  unas semanas antes de morir), pero en general se puede decir que siempre fue gordita. Eso no hubiera tenido nada de malo si no sufriera por ello, pero la verdad es que siempre fue un tema muy delicado y doloroso para ella. 

Por muchos años yo pensé que el haber visto lo que mi mamá sufrió y batalló por ese asunto me había hecho sensible al tema, ya que siempre me ha molestado bastante que la gente se meta con el peso, tanto de los gorditos como de los flaquitos: 

  • “Por eso estás gordo, ya no comas tanto” 
  • “Ayyy  qué delgada estás, necesitas comer más”
  • “Ya no te queda la ropa, deberías hacer ejercicio”
  • “Has bajado mucho de peso, así te ves bien, pero ya no bajes ni un gramo más” (¡GRRRRRRRR! ¿QUÉ LES IMPORTAAAAAAAAA?)

Así es, yo pensaba que simplemente la otra gente era insensible al dolor ajeno, y me había comprado el cuento de que yo era muy linda al defender a los que no encajábamos en los estándares de “buenura” de los demás. 

Nada más alejado de la realidad.  En ese momento que me criticaba por tener chaparreras entendí que mi enojo hacia comentarios pendejos como los que mencioné anteriormente, no tenía que ver con los demás, sino que –una vez más- ERA EL RECURSO QUE MI ESPÍRITU TENÍA para hacerme ver que yo hacía lo mismo con mi persona… wow! Me sentí como si hubiera descubierto una vacuna importantísima… y bueno, en cierto modo así fue, ya que descubrí el camino hacia mi propio bienestar. 

De inmediato comencé a pedirme perdón, repitiendo una y otra vez: “te amo, lo siento, perdóname, gracias”. Después de decirlo mentalmente varias veces, me sentí mejor

El 52

El pasado 9 de mayo inicié una nueva vida: arranqué el primer año del resto de mi vida desde cero, ya que según las culturas mesoamericanas, cada 52 años se da un nuevo comienzo. Lo más interesante es que eso nadie me lo dijo… unos cuantos días antes de mi cumpleaños, lo intuí. 

-“52 ha de ser un número especial, ya que son las semanas que hay en un año”, pensé. 

Entonces me puse a buscar… y sí: 52 es sumamente mágico. Como lo explica José Argüelles en su libro ‘El Factor Maya’, un fractal es una proporción que permanece constante, por lo tanto, 52 es un fractal de 5,200 que es lo que tarda nuestro sistema solar en dar la vuelta alrededor de las Pléyades. 

También encontré que en los calendarios mesoamericanos, la rueda calendárica era la combinación de dos ciclos (Tzolkin de 260 días y Haab de 365) y que para coincidir ambos, tardaban 52 años. 

De ahí se originó la ceremonia del Fuego Nuevo que representa un nuevo nacimiento… wow! Nunca me imaginé que yo estuviera a punto de llegar a una edad tan importante y me encantó cómo mi intuición me lo dijo. 

Bueno, pues un poco antes de este cumple comencé a trabajar un poco más en mí, al lado de un chamán muy simpaticón de la ciudad de México, Ricky Angulo. Él me ayudó a descubrir en qué la estaba regando y, curiosamente, lo que él me dijo coincidió perfectamente con lo que los mensajes de los ángeles me decían a diario: “Reconoce tu valor”. Ricky me hizo ver que estaba dejando al último a la persona más importante de mi vida: mi niña interna, y por medio de meditaciones aprendí a escucharla y he empezado a chiplearla. Ahora le compro cosas porque SE LO MERECE. Poco a poquito fui redecorando el lugar donde escribo  y medito… de un cuarto de huéspedes con un escritorio pasó a ser una hermosa habitación con un sofá cama (hechizo) y cojines alegres, mesitas de colores, Budas, ángeles, y cubriendo mi escritorio, un mantel cafecito que era de mis papás y que me trae los mejores recuerdos. Esa habitación es ahora lugar de encuentro de mi niña y mío donde ella puede expresar su creatividad. 

Ricky me enseñó también otras cosas, como a remediar las creencias limitantes de mis dobles energéticos (después de haber analizado mi árbol genealógico)

NOTA: Esta historia está incompleta porque es un refrito de una que publiqué en el año 2016. Como cerré el blog en 2020 durante poco más de un año, tuve que borrar todo el contenido. Ahora que he decidido abrirlo de nuevo, he tenido que hurgar en mis archivos de Word para subir mi trabajo de tantos años. No sé si esta historia sí fue publicada o si se quedó en el tintero, pero como homenaje a mi yo del 2016, la publico tal cual la encontré. Sorry por dejarlos a medias.