TEMAS TABÚ

Hoy voy a hablar de dos temas que creo que jamás he tocado, pero que son primordiales en la vida de las mujeres (bueno, menos en la de Miss España… LOL).

El primero es de cuando viene Nacho el de la corbata roja, baja mi tía de la sierra, tengo el período, baja la regla, ando en mis días, tengo o me viene la menstruación, etc. En México se usó durante mucho tiempo el “ya me pasó”, gracias a un comercial de toallas sanitarias en el que una puberta estaba muy contenta porque ‘ya le había pasado eso que les pasa a todas las mujeres’.

En mi caso, eso fue una mañana en que me metí a bañar y salí con todo y “visita”. Yo algo sabía del asunto, pero no porque mi mamá me hubiera hablado de ello, ya que, si para mí ha sido tabú escribir del tema, para ella hablarlo con sus hijas era impensable. Tanto, que un día que estábamos todas leyendo, yo (entonces de menos de diez años) me topé con un anuncio de Kotex en una revista. Salía la foto de un ojo femenino con una lágrima, y decía algo así como “para esos días en que es una desgracia ser mujer” … ¡Qué horror! Le pregunté a mi madresanta para qué eran esas cosas y la muy coyona me dijo que le preguntara a mi hermana Thalía, ¡jajaja! Así lo hice, y su respuesta fue casi casi tan buena como la de mi mamá:

  • ¡Ay… ya sabes, no te hagas! – contestó un poco molesta porque pensó que me estaba haciendo güey, pero se los jurito que no sabía!

Pero bueno, volvamos a esa mañana (específicamente, el miércoles 28 de junio del 78, ahí disculpen la buena memoria).

Toda nerviosa, salí del baño envuelta en una toalla y le dije a mi mamá que “ya me había bajado la regla”. La pobre se puso más nerviosa que yo y solo atinó a sacar tremenda toalla sanitaria de su closet. Yo me sentía súper cansada y no aguantaba la espalda, así que me vestí y me acosté. Contrario a lo que recuerdo, me parece que no he de haber sido tan floja, ya que mi mamá les dijo a mis hermanas que no me sentía bien y que por lo tanto no iba a hacer nada ese día en la casa, que no me dieran carrilla.  

Bueno, pues al día siguiente que me levanté fui directo a la cocina. Ahí estaban mis hermanas y una amiga del Pollo. Esta, al verme entrar, dijo algo que me cayó en los merititos destos:

  • ¿Sabían que ya somos todas señoritas?

¡Grrrrrrrrr! ¿Sibiín qui yi simis tidis siñiritis?

Volteé a verla con ojos de pistola… ¿cómo se le ocurría ventanearme delante de su amiga? O sea, jelooooouuuu? En fin… así de ranchera era yo.

No fue fácil acostumbrarme a mi nueva vida, y mucho menos teniendo hermanos varones…  ¡Ah cómo me daba pena que me vieran por atrás durante esos días del mes… ¡y más con esas toallotas que parecía que andaba uno en el segundo piso del periférico, jajaja! Era tanta mi vergüenza, que cuando veíamos tele en la casa, me levantaba de la mecedora y caminaba de reversa-mami para no darle la espalda a mis hermanos, ¡jajajajaja!

También me daba pena comprarlas. Un día me llevó mi papá por ellas y le pedí que él las agarrara, jajajajaja. ¡Ahí iba el Gordo muy orondo con su paquetote de toallas en la mano y una flacucha puberta con cara de trágame tierra detrás de él!

Otra cosa que era sumamente embarazosa eran los accidentes… ¡ay qué horror! Como las toallas no contaban con la tecnología de ahora, era muy común que las mujeres nos mancháramos la ropa, por lo cual todo el día andábamos pidiendo a las amigas que despistadamente nos echaran un ojito.

Una vez que me pasó algo así, le llamé a Nora mi hermana para que fuera a recogerme al Tec. Mientras la esperaba, se acercó un chavo por el que yo moría y me ofreció un aventón… ¡Noooo! ¿Neta, Universo? ¿Dos años sufriendo por ese lepe y me lo mandas justo cuando no puedo? Jajaja, pues sí. El chavo insistió en que volviera a llamar para que ya no vinieran por mí, pero con todo el dolor de mi corazón le tuve que decir que no… ¡Ni modo que le explicara lo del accidente, nombre, qué oso! Sobra decir que jamás volvió a insistir y que ahí acabó toda esperanza de romance… ¡Éjele, que al cabos que ni quería, mi marido está más guapo, jajaja!

Y bueno, entre las cosas que la menstruación trae se encuentran tanto el potencial para ser madres, como para mentarlas, ya que -dicen- algunas mujeres se ponen como energúmenos durante esos días del mes. A mí eso nunca me afectó… Siempre fui la misma geniosa sin importar qué día fuera, jajaja. Tampoco me dieron cólicos, gracias a Dios. Bueno, unos chiquitos que se quitaban a los veinte minutos de ponerme crema de enebro o un cojincito caliente, pero nada comparado a lo que sufren otras mujeres que hasta las tienen que inyectar.

Y como todo lo que empieza tiene que terminar, este año se llegó la jubilación de la orgullosa productora de mis cuatro bebés humanos (mis dos muñecotes de carne y hueso y los otros dos que se quedaron en el camino), los tres bebés literarios (Mamá con Soda, Regalos del Cielo y elblogdelaurajurado.com), así como de tantos y tantos ciclos menstruales. Hablo, por supuesto, de mi querida matriz, a quien por circunstancias de la vida tuvieron que quitármela a principios de este año. Y con ello llegó la tan temida menopausia, o el “cambio de vida”, como también se le conoce.

¿Y qué es eso? Ah pues es la época en la vida de las mujeres en la que las hormonas comienzan a apagarse, provocando con ello irregularidades en la menstruación, cambios de humor y bochornos, entre otras lindeces.

En mi caso, lógicamente dejé de “tener la visita” y me puse un poco más irritable. Pero no solo eso, los bochornos que me habían coqueteado durante una semana el año pasado (justo antes de cumplir los 52) llegaron ahora sí con todo y maletas. Por supuesto que esto último me sacó mucho de onda, ya que los había toreado con unas pastillas maravillosas que me dio mi nutrióloga desde hace como tres años (y que ni los mismos fabricantes sabían que ayudaban con los bochornos), pero este año, a pesar de seguir tomándolas, varias veces al día (y como una o dos por la noche) le da la chiripiorca a mi termostato y me entra un calor que pa´qué les cuento.

Al principio me enojé. Luego agarré la onda y entendí que es parte de ser mujer, que si la etapa anterior me había dado tantas cosas buenas, debía abrazar esta, pues significaba solo dos cosas: que soy mujer y que estoy viva. Así que cuando siento que viene el calor, me imagino que estoy en el mar y me preparo para tomar la ola que se aproxima.

Esto es por el lado mental. En el práctico, lógicamente me quito la chamarra, suéter o bata que traiga puesta (y si es en la noche, también las calcetas) y espero pacientemente a que al señorito bochorno se le ocurra retirarse.

Una amiga me dio otro consejo: si estoy en un restaurante, pedir un vaso de agua con hielo y colocarlo entre mis muñecas, donde se pone el perfume. Lo hice estando con ella en un restaurante y luego en mi casa con un hielo… ¡y sirve!!!

Había pensado mandar a la tiznada mis pastillas (Hormone Power de Life Give que las pueden comprar por internet y cuestan 25 dlls), pero creo que me las voy a seguir tomando porque, ¿qué tal si me va piorrrr?

Bueno, me imagino que los que hayan llegado hasta aquí se preguntarán por qué no me someto a un tratamiento con hormonas, ¿verdad? Pues les cuento.

Estuve a punto de ponerme la inyección, balín, parche o no sé qué madres de las hormonas bioidénticas, que dicen los que saben, son lo máximo. Peeeeero, por fortuna tengo a mis ángeles de la guarda que me cuidan y me responden todas mis preguntas: el Dr. Luis Noble y el Dr. Juan Herrada, y los dos me dijeron que ni se me ocurriera hacerlo, ya que por mis anticuerpos antifosfolípidos y antinucleares (responsables de que mis dos primeros bebés no nacieran) podría generarse un coágulo y hasta aquí llegó la Gunita.

Pero bueno, no es novedad que no pueda hacer algo que sea común para mucha gente. Por ejemplo, gracias a mis varillas en la espalda, no me pudieron poner la epidural (o raquea) y tuve que aventarme a mis hijos como las meras machas, tal y como lo han hecho la mayoría de las mujeres desde el inicio de los tiempos (hasta que se inventó la anestesia), así que, si alguien puede hacerlo, yo también puedo. Y si nadie ha podido, ahí está mi motivación para ser la primera.

Por fortuna, solo tengo que lidiar con eso. Hay personas que aparte de la menopausia, están pasando por enfermedades terribles, como la actriz Edith González. En una reciente entrevista, ella habla hermosamente de lo que ahora tiene que enfrentar a consecuencia de un cáncer súper agresivo; cuenta que cuando despertó de una cirugía en la que le extirparon la matriz y los ovarios, le dijo al doctor que la cama estaba muy rara, que se calentaba y se enfriaba, jajaja, no se había dado cuenta de que se le había adelantado la menopausia.

En fin. Desde aquí abrazo a todas las mujeres del mundo, especialmente a aquellas que están pasando o que ya pasaron por lo mismo que yo, y a los hados del destino que hicieron que en esta encarnación me tocara ser mujer: GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.

Hasta la próxima.

Laura Jurado (Guny).

*Pensaba poner VIEJA MENOPÁUSICA en el título, pero decidí quitar lo de VIEJA, ya que aunque sea una expresión muy común (especialmente en los hombres necios que acusáis a la mujer sin razón), yo me siento una chicuela loca, y quise resaltar el hecho de que estar en la menopausia no nos hace viejas. Lo que nos envejece es nuestra actitud ante la vida.  

QUÉ CONTIGO…

Déjenme contarles una triste historia: me acabo de quedar sin mi querida Lale (la alegría del hogar, para los que no sepan). Así es, la semana pasada me dijo que ya no iba a regresar porque su marido le prohibió que trabajara… ¿Quéeeee? ¿Todavía hay hombres que le prohíben cosas a sus esposas? O sea, jelou… 

Confieso que por unos días traje atravesado al hombre (que la verdad es muy buena persona y siempre me había caído bien), hasta que mi espíritu, a través de mis antenitas de vinil, me dijo: “Pon atención. Eso que tanto te molesta es simplemente un reflejo que la vida te está mostrando para solucionar algo en  la tuya”.

-¡Ah canijo –dijo Oscarito y yo lo pensé… es cierto! 

A ver, vamos a desglosar la situación: ¿Qué es lo que me molesta tanto? 

Que por culpa de la prohibición de ese señor, yo me voy a ver afectada. 

OK, ¿qué es lo que él está haciendo con su esposa? No le está permitiendo hacer lo que más le gusta, ya que a ella realmente le gusta venir a trabajar.

Entonces, ¿por qué me molesta a mí? O sea, ¿qué conmigo?  ¿De qué manera YO NO ME ESTOY PERMITIENDO HACER LO QUE ME GUSTA?

¡Toinnnn! De inmediato me vino a la mente Gunita, mi niña interior,  a quien no la dejo escribir por estar envuelta en la rutina… ¡Claro!

De inmediato, el pequeño ogro (porque es chaparrito, jajaja) se convirtió en un hermoso príncipe que simplemente vino a entregarme un mensaje y yo dejé de estar en el papel de víctima.

Y bueno, aunque este hombre me pasó a torcer porque he tenido que trabajar como borrico, estoy tomando esa enseñanza y aplicándola, prueba de ello es esta gunicharrita. 

Así que los invito a analizar aquellas situaciones y/o personas que tengan un impacto negativo en sus vidas y a hacerse la pregunta clave:

¿Y QUÉ CONMIGO?

Por una vida sin drama…

LAS HISTORIAS QUE TE CUENTAS

No sé si a ustedes les pase, pero yo me he contado historias toda mi vida… historias que luego se convierten en dogmas.

¿Y qué es un dogma? Algo que damos por cierto, o de acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española: proposición tenida por cierta y como principio innegable.

Algunas de esas historias  que me he repetido son:

  • Con un día que me malpase, bajo inmediatamente de peso y mis pompas se van a la planta baja (cancelado, cancelado).
  • A mí me hacen mucho las desveladas. Si me acuesto tarde, mi cuerpo lo resiente (cancelado, cancelado).
  • A pesar de ser ingeniero, no soy buena para matemáticas (cancelado, cancelado).

Pues bien, hace unas semanas, sin habérmelo propuesto, comencé a retar la número dos. No recuerdo bien ni cómo empezó, solo sé que me mortificaba bastante el no poder irme a la cama a una hora “decente”. Por ejemplo, por ahí de las 6 de la tarde decía: “hoy me voy a dormir temprano”, pero por angas o mangas –o como dice una querida amiga, por ‘changas’ o mangas, jajaja- , nomás no lo lograba. Me daban las 9, las 10 y las 11 lavando sartenes, sirviéndole agua a los perros, croquetas a los gatos, llevando algo a la camioneta para que no se me olvidara al día siguiente, etc. y por ahí de las 11:30 o 12 comenzaba mi rutina de belleza. Claro que me acostaba toda mortificada por no haber podido cumplir con mi deseo, ya que ‘mi cuerpo lo iba a resentir’.

Eso se repitió por unas dos semanas, hasta que me cayó el veinte y dije: bueno, pues SI ASÍ SON LAS COSAS, POR ALGO HA DE SER, y recordando las sabias palabras de mi prima la Kitty cuando estudiaba medicina: ‘si la violación es inminente, relájate y goza’, decidí dejar de luchar contra eso. A partir de ese momento, comenzó a valerme madre a qué hora me dormía y NO SOLO MI CUERPO NO RESINTIÓ NADA, sino también descubrí un mundo al que yo era ajena: las cenas a altas horas de la noche. Aunque esto es algo por lo cual mi Nutrióloga me desheredaría, me dispuse a acompañar a mi marido y a mis hijos en la cocina, y comencé a disfrutarlo.

Y así he pasado las últimas semanas. Sin embargo, como digo una cosa, digo otra… hace unos días me cayó otro veinte: debo cumplir con lo que me digo, pero ojo: si por alguna razón no lo logro, NO ME CONTARÉ HISTORIAS DE TERROR.  

Lo que quiero decir es que

DEBO HACER CASO A MIS DESEOS Y NECESIDADES SOLO POR AMARME, NO PORQUE VAYA A HABER UNA CONSECUENCIA NEGATIVA SI NO LO HAGO

¿Por qué?

PORQUE YO SOY LO MÁS IMPORTANTE DE MI VIDA Y ES PRECISO QUE ME PONGA ATENCIÓN… nada más.

Entonces, como la noche del jueves me había dormido a la 1:30 terminando unas traducciones,  el viernes me regalé el cumplir con mi palabra al decidir irme temprano a la camita (a las 9:30).  ¡Uf… fue riquísimo! Me desperté a las 12:30 A.M. sacada de onda, luego recordé que me había acostado temprano y me volví a dormir, feliz de llevar esas tres horas de ventaja.  Desperté al día siguiente como a las 8 y cachito, sintiéndome plena por haberme dado ese gran regalo.

Así que los invito a cuestionar las historias que se cuentan o que alguien les contó (y ustedes se la creyeron) y también a hacerle caso a la persona más importante de sus vidas: ¡ustedes mismos!

¿Qué dicen? ¿Le entran?

ABRETE A LA AYUDA DIVINA

Hace unos días, buscando algún video de Mindalia para lavar los platos (o sea, para acompañarme mientras los lavaba, no crean que no sé cómo se hace, jajaja), me encontré uno de un chavo a quien jamás había visto pero que de inmediato me cautivó por su sencillez y por la profundidad de sus palabras: Ivan Bavcevic. Su conferencia se llamaba “Permite que el espíritu te de todas las soluciones”.  Confieso que al ver el nombre me dio un poco de hueva porque pensé que era algo religioso, pero no me quise quedar con la duda. 

El mensaje de la charla es muy simple y a la vez muy poderoso:

UNA SOLUCIÓN NUNCA VIENE DENTRO DE LA PREOCUPACIÓN. LLEGA CUANDO TE RELAJAS Y TE ENFOCAS EN LA FUENTE DE SOLUCIONES.

En otras palabras, el proceso de pensar no te da soluciones nunca, solo sirve para organizar o concluir algo después de que has recibido la solución del silencio, de la conciencia (recibes la solución y luego hay cosas prácticas que debes hacer, por ejemplo, comprar un boleto, hacer una reservación, etc.)

Ivan explica también que a lo largo de la historia de la humanidad ha habido seres muy elevados que nos han dado grandes soluciones para nuestra vida, tales como Sócrates, Platón, Aristóteles, Miguel Ángel, Nicola Tesla, Einstein, Edison, Steve Jobs, etc.  Todos coinciden en que ellos no han producido su trabajo sino que éste ha salido de un lugar que no se puede ver con los ojos.  Todos dicen que necesitan PERMITIR QUE EL ESPÍRITU USE SU CUERPO Y SUS MANOS para crear algo fuera de su mente, fuera de la razón. 

Y aquí recordé un video de Covadonga Pérez Lozana que acabo de ver sobre las sincronías y en el que el entrevistador le pregunta por qué cree que la vida la haya elegido para dar tantos mensajes y ayudar a tantas personas. Su respuesta es brillante, no desde el punto de vista intelectual, sino porque nos da la clave de la existencia:  

—No creo que la vida me haya elegido a mí en particular, la cuestión es que YO LO PERMITOTODOS LOS DÍAS ME LEVANTO Y LE DIGO AL UNIVERSO: ÚSAME.

Fregón, ¿verdad? Creo que si todos lo hiciéramos, otro gallo nos cantaría. 

Pero bueno, volviendo al video de Ivan, la razón de no tener éxito al intentar solucionar las cosas por nosotros mismos es el libre albedrío. 

Dios, la Vida, el Universo, la Conciencia o como quieran llamarlo, es sumamente respetuoso de eso y nunca va a intervenir cuando elijamos hacer todo por nosotros mismos. 

Es como un padre cuando ve que su hijo pequeño está batallando para meter unas figuras geométricas en un recipiente. El papá ve que el niño se frustra, pero no lo va a ayudar para que aprenda por sí solo. Una vez que el niño reconoce que no puede, y pide ayuda, el padre entra en acción.

Así que, ¿para qué le hacemos al Mickey? Si tenemos a nuestra disposición una fuente inagotable de soluciones, hay que respirar profundo y decir: ‘No sé cómo resolver esto’. Al pronunciar estas palabras (que a algunos les sonarán derrotistas pero en realidad no lo son), ¡pum! Estamos abriendo la puerta para recibir esa ayuda divina. 

Yo lo he comenzado a poner en práctica. La primera vez fue el sábado pasado que tuvimos una cena aquí en la casa. Como siempre ha sido mi coco el secarme el cabello (o sea, que me quede padre), después de bañarme dije: “yo no sé cómo peinarme”. Dicho esto comencé a secarme, aparentemente como siempre lo hago. Digo aparentemente, pero en realidad algo debo de haber hecho algo diferente, pues me quedó como nunca. ¿Que si me esforcé un poco más? Para nada… simplemente doblé las manitas (como dice mi marido) y me abrí a la ayuda divina. 

Y hablando de mi marido, anoche que puse la bolsa de basura en el bote comenté que el día que yo viva sola aprenderé a meter la bolsa en las cuatro esquinas, ya que por lo general solo la puedo poner en tres. Mi esposo, recordando lo que le había contado del video de Ivan me dijo: ‘A ver, relájate y di que no sabes cómo hacerlo’. ¡Ahhhh es cierto! Y comencé tranquilamente a decir: “no sé cómo poner esta bolsa, no sé cómo poner esta bolsa, no sé cómo poner esta bolsa (no es que se tengan que estar repite y repite las palabras, ¿eh? así lo hice yo)”… pues como al cuarto intento lo logré, wow!!! 

Sé que estos ejemplos les pueden parecer muy bobos, pero la verdad es que son cosas que yo nunca había podido hacer sola y claro que ya estoy aplicándolo en cosas más profundas. Luego les cuento los resultados, ya que tienen que ver con otros videos y con el taller que acabamos de terminar. 

Mientras tanto, les dejo esto para que lo mastiquen, ¿les parece? (¿o deberé decir vale, por tantos videos que he visto de Mindalia? ¡Jajaja!)

¡Hasta la próxima!

DOLOR VS. SUFRIMIENTO

Hace unas semanas vimos algo muy interesante en el taller que estoy tomando sobre el dolor y el sufrimiento. Una señora se quejaba de que su ex marido le había robado sus mejores años, a lo que Haydée (la instructora) respondió:

  •  ¡Momento! ¿Cómo que te robó tus mejores años? ¿Qué no los viviste…? ¿Y quién te dijo que esos eran tus mejores años? Entonces eras una lepa inexperta… ¡los que tienes por delante son tus mejores años!
  • No, pues sí – asintió la señora medio convenciéndose. 

Entonces Haydée dijo algo todavía más sabio: 

EL DOLOR ES INEVITABLE, PERO EL SUFRIMIENTO ES OPCIONAL

En otras palabras, EL DOLOR ES EL HECHO (una ruptura, un accidente, la muerte de un ser querido, etc.), mientras que el SUFRIMIENTO ES EL CUENTO QUE NOS CONTAMOS SOBRE ESE HECHO (‘¡Es un desgraciado!’, ‘Todos los hombres son iguales’, ‘¡Qué jijo mi marido que decidió morirse, dejándome la broncota de los hijos y muchas deudas!’, etc.). 

Y es que la sociedad no ha ayudado mucho. Recuerdo una canción que se escuchaba cuando yo era niña:

♫ Sufriiiiiir me tocó a mí en esta vida

lloraaaar es mi destino hasta el morir

¿Qué importa que la gente me critique?

Si así lo quiere Dios

Si así lo quiere Dios

Hoy tengo que sufrir ♫

Una señora que trabajaba en nuestra casa la cantaba a todo pulmón y se veía que realmente sufría… ¡Pues claro, si todo el día se decía a sí misma que tenía que sufrir! El universo es tan maravillosamente perfecto que nos da aquello que esté en la frecuencia con la que vibramos. 

¿Y qué decir de la religión? 

“Aquí clamamos los desterrados hijos de Eva, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”. 

¡Hasta mi papá, que creía en Dios pero no profesaba ninguna religión, decía que vivíamos en un valle de lágrimas! Cuando yo lo escuchaba decir eso, de inmediato respingaba y le decía que ni madres, que eso era muy naco y que me rehusaba a vivir de esa manera. 

Para la mente es lo mismo pensar bien que pensar mal, así que ¿para qué desgastarnos pensando que todo está de la fregada?

Pero bueno, si ya estás instalada/o en el sufrimiento, hay un ejercicio muy práctico para salir de ahí:

Con los ojos cerrados, visualiza a la persona por la que sufres. Ahora estira las manos y pídele que te regrese lo que le diste (tu futuro como esposa, tu futuro como mamá, viajar en pareja, tu dignidad, tu reputación, etc.) y ve poniendo todo eso en una cajita (mentalmente o escribiéndolo en papelitos).

Puedo decir que algo se mueve al hacer este ejercicio, ya que yo, antes de ponérselo a mi hija, y por sugerencia de Haydée, lo hice también. Y no es que sintiera que alguien de mi pasado se había quedado con algo mío, lo que pasa es que cuando le estaba contando a Haydée que mi hija sufría por un lepe cabrelio que le había roto el corazón, se me salieron las lágrimas. En ese momento, ella se dio cuenta que lo que me hacía llorar no tenía nada que ver con mi hija… o bueno, quizás un poquito, pero aparentemente, yo traía arrastrando algún asuntillo inconcluso. 

Así que un día, después de echarme un round con mi hija, me dijo que seguía triste por el lepe ese. En cuanto la dejé en su clase de baile, me fui derechito a Tuesday Morning (una tienda que me gusta mucho) y compré una caja y un cuaderno. 

Después de recorrer todos los pasillos, pagué y me dirigí a mi camioneta. Saqué un cuaderno y me puse a escribir nombres:

Fulanito de tal… nada. 

Sutanito… nada. 

Perenganito… nada… 

Hasta que llegué a dos que tres (jajajajaja) y ahí sí algo se movió, así que de uno por uno les pedí que me devolvieran lo que en ese momento me robaba mi paz. Cuando ya había terminado con la lista, me sacó de onda un carro con vidrios polarizados que se estacionó justo enseguida de mí. Como ya estaba obscuro y nadie se bajaba del carro, mejor puse pies en polvorosa y me fui a estacionar a la academia de baile. 

Como a la media hora salió mi hija y sin decirle nada, ya casi llegando a la casa, me estacioné afuera de una tienda. 

Y bueno, no se trata de ventanearla aquí, ¿verdad? Solo diré que aunque le tomó por sorpresa el ejercicio, tuvo la mejor disposición para realizarlo. Primero le expliqué que así como heredamos rasgos de la familia, también heredamos rollos emocionales que, al fin de cuentas, no tenemos por qué andar cargando. Que era probable que esa tristeza que ella sentía tuviera que ver con pedos míos, pero que –por sugerencia de Haydée- ya me había encargado de ello, y le mostré la lista (claro, por encimita, ¿eh? jajaja).

 Después de la explicación, le pregunté qué cosa le gustaría que el lepe cabrelio le devolviera. 

—Mi dignidad, contestó. 

—Ah pues escríbele que te la devuelva y echa el papel a la cajita, le dije. 

Luego le dije que le pidiera algo más. 

De igual manera lo escribió y lo depositó en la cajita. 

Para respetar su privacidad, le dije que siguiera ella solita sin decirme qué era lo que escribía. Como si le hubieran dado cuerda, mi monecas escribió, escribió y escribió –¡a madre!- como por seis minutos. 

Cuando terminó, le dije que ahora hiciera lo mismo con otros chavos o con cualquier persona que se hubiera quedado con algo de ella. 

Siguió por unos cuantos minutos, y cuando terminó le pregunté cómo se sentía. Me dijo que mucho más relajada, y como la ocasión lo ameritaba, hasta me aceptó un abrazo, jajaja. 

Han pasado ya varios días de ese ejercicio y definitivamente la veo mucho mejor. 

Y así como deseo que mi hija escape del sufrimiento, lo deseo también para todos ustedes. 

Recuerden:

Experimentar el dolor, sí. 

Instalarse en el sufrimiento… ¡jamás!

Volver al Amor

No les he contado que estoy tomando nuevamente uno de los maravillosos talleres de Haydée Carrasco, ¿verdad? El nombre del mismo es “Volver al Amor”, y en la primera clase, Haydée nos explicó que los bebés son la representación más pura del amor, ya que aún no están contaminados por el mundo. Un bebé es nuestro mejor maestro: piden lo que necesitan sin sentirse culpables, no juzgan, y viven en el aquí y el ahora. ¿Por qué? Porque aún están conectados con el amor, con la Fuente de donde todos venimos, o lo que es lo mismo, se encuentran en estado de plenitud. Por esta razón, nos atraen tanto, ya que nos conectan con esa fuerza que ya no sentimos. 

¿Cómo que ya no sentimos esa fuerza? Pues sí por desgracia, conforme vamos creciendo, vamos desarrollando miedos que nos separan del amor y nos alejan de aquello que hemos venido a realizar. Y entonces – dice Haydée- si los miedos se instalan como a los dos o tres años y si la expectativa de vida es de 80 años, ¿se imaginan qué horror vivir tantos años sin poder reconocer el amor que hay en nosotros, sin poder expresar todo lo que llevamos en nuestro interior? 

Pero no todo está perdido, podemos empezar a identificar nuestros pequeños infiernos y nuestros miedos para así atacarlos.

Muy bien, pero… ¿qué es el infierno? Según la mayoría de mis compañeras, es el lugar a donde van los que se portan mal al morir. Obviamente, yo diferí de ellas, ya que para mí el infierno no está después de muertos, sino es aquí mismo en la Tierra, pero Haydée nos dio la mejor definición:

 “El infierno es que un día contemples lo hermoso que pudiste ser y no fuiste”… ¡toinnnn!

¿Y por qué puede suceder eso? Por miedo. 

Miedo a:

-Que nuestra pareja no sea lo que necesito, o de que sí lo sea (como digo una cosa, digo otra… ¿tengo o no tengo razón?)

-De no gustarles a los demás, o de gustarles

-El fracaso o el éxito

-Morirnos jóvenes o envejecer

… o sea, jelou! Para salir de esa obscuridad, lo único que tenemos que hacer es prender la luz.

¿Cómo?

Dejando atrás el orgullo para pedir ayuda

Aceptando que hay alguien más listo que nosotros

Dejando de defender nuestras conductas que lastiman a otros

Soltando el control

Aceptando y respetando la verdad y la forma de vivir de otros

Son solo cinco puntos, pero ¡ah cómo cuesta llevarlos a cabo! 

Por mi parte, voy a copiarlos y pegarlos donde los vea siempre para ver si un día logro volver al amor. 

Y a ustedes… ahí se los dejo por si quieren hacer lo mismo.

¡Abursito!