CECILIA Y EL ADONIS

Laura Jurado 2021

Subió al elevador sin fijarse en las personas que ahí se encontraban. Había quedado de verse con su jefe para presentarle un proyecto, el más importante de su carrera. Su trabajo como arquitecta en la firma más prestigiosa de la ciudad era la envidia de sus compañeros de carrera. Aún sin haber sido la más nerd de su clase, logró conseguir ese puesto.

¿Qué me irá a decir el Arqui? ¿Reconocerá por fin mi talento o seguirá de gandalla menospreciando mis ideas y atribuyéndoselas ante la Junta Directiva?

Las puertas se abrieron en el piso 3 y una señora muy emperifollada salió cargando a su Yorkie, en una bolsa Louis Vuitton.

Al cerrarse las puertas de nuevo, su mirada se fue en automático a la parte superior del elevador, 4, 5, 6, 7.

Las puertas volvieron a abrirse para dar paso al soltero más codiciado de la ciudad.

¿Qué hace aquí este papazote? -dijo para sus adentros mientras se acomodaba la falda y el cabello y despistadamente revisaba que su maquillaje estuviera impecable.

-Hola! -saludó ella, tratando de no verse muy efusiva.

-Buenos días señorita.

No mameeees… ese acento colombiano!!! Se parece al reysote que da los buenos días en WhatsApp.

El elevador comenzó a subir. 8, 9. Cecilia sudaba de los nervios, la loción de ese Adonis le alborotaba la hormona, pero también estaba nerviosa porque ya casi era hora de su junta.

¿Qué pedo, por qué no sigue subiendo esta madre?

-Oye, ¿estará bien esto? -le preguntó

-Sí, no te preocupes, así se atoran a veces.

Apenas hubo dicho eso, la gran caja de acero volvió a subir, pero solo para volver a parar entre el piso 9 y 10 después de que una fuerte sacudida hubiera aventado a Cecilia a los pies del muñeco.

-¿Está usted bien señorita? -se apresuró a levantarla.

-No… ouch, creo que me lastimé el tobillo.

-Permítame revisarla, soy fisioterapeuta. Ay, efectivamente, parece que se dio un buen golpe, pero nada que estas manos no puedan curar. Y diciendo esto, el papazote comenzó a acariciarle el tobillo.

A pesar de que Cecilia estaba realmente preocupada porque no sabía cuánto tiempo pasaría para que los rescataran y porque ya no iba a llegar a su junta y su pinche jefe gandalla tendría el pretexto perfecto para ascender a su sobrino, decidió hacer caso a eso de que las oportunidades no llegan dos veces.

Y haciendo como que sí le dolía mucho, dejó que su salvador subiera su mano por la pierna. Pronto la lujuria se apoderó de ambos. Tenía siete meses de no probar hombre, como dicen en los pueblos.

Y ah qué bien sabía este!!!

A pesar de que ya había decidido no aventarse rapidines con desconocidos, no pudo resistir la tentación.

Recordando la película setentera Atrapados sin Salida, pidió a Dios que no los rescataran todavía.

Y se dejaron llevar. Los bomberos los encontraron media hora después cuando ya iban por el tercer quickie . Ella totalmente desnuda, él solamente con la camisa puesta.

Atrás de los bomberos estaba su jefe. Y valiéndole madre, Cecilia se levantó, agarró su ropa, le cerró un ojo a los atónitos metiches que ahí estaban y se fue al baño, chifladora y taconeadora, con el teléfono, por supuesto, del reyesote, guardado en su celular.

SALIÓ DEL BAÑO DE MUJERES

Laura Jurado 2021

Le daba carrilla a su esposa, no quería llegar tarde a la reunión de los no sé cuántos años de egresados de la Universidad. La señora, pachorruda hasta la pared de enfrente, salió echando tiros una hora y media después. Sabía que ahí iba a estar María Gloria, la primera novia de su Homero y quería asegurarse de que él no tuviera ojos para nadie más.

Cuando llegaron al lugar, lógicamente todos los ojos voltearon hacia ellos. Recordando lo que había aprendido cuando concursó para Señorita Coahuila, Myrna caminó al compás de la música.

¡Ah pero cómo estoy buenota, qué bueno que le hice caso a María Inés y le metí duro al Pilates!

Y la verdad es que sí, la señora Vega todavía paraba el tráfico.

Myrna podía sentir una mezcla de miradas: de aprobación, de envidia, y por supuesto, unas cuantas de lujuria.

  • Buenas noches, buenas noches, buenas noches, buenas noches.

Hacían una bonita pareja, Homero también tenía lo suyo, era súper popular y querido por todos.

Y ahí estaba ella…

Méndiga vieja, no se hace nada!!!! -pensó… Híjole, qué bueno que me puse este vestido!

  • ¿Ya viste a tu adorado tormento? -le dijo al oído a su amor, rozándole provocativamente la oreja con los labios.
  • No, ¿a quién?
  • Ay, no manches Homero, que bien que hasta metiste la panza cuando pasamos frente a ella.
  • Jajajaja, me cachaste. Bueno sí, ya la vi y qué…
  • No nada, me divierte esta situación.
  • Claro mi reina, a ver, ¿quién fue la ganona?

Y sonriendo con complicidad, Homero la condujo hacia la mesa donde ya estaban sus amigos de toda la vida, esos que se habían convertido en familia. Saludaron a todos con efusividad, y sabiéndose el hombre más envidiado del salón, abrió galantemente la silla de su adorada Myrna.

Aunque habían llegado tarde, les iba a tocar la parte más divertida, esa donde entregaban reconocimientos por lo que se habían destacado en la universidad.

Claro que eso era lo que más le chocaba a Homero… después de tantos años, ¿a quién le importaba quién había sido el más popular, el más político o el más desmadroso?

Le parecía absurdo aferrarse a un pasado que hacía mucho había quedado atrás. Aduciendo que iba a fumar, se disculpó con su esposa y con todos los de la mesa y se dirigió hacia la alberca. Y bueno, esa no era la única razón… la verdad es que el ver de nuevo a María Gloria le había removido sentimientos que creía ya inexistentes. Pero no me malinterpreten, no es que no estuviera enamorado de Myrna, aún lo estaba… y bastante… peeero el primer amor es el PRIMER AMOR.

A María Gloria le pasó igual. Su reciente divorcio la había mandado a la lona en todos los sentidos y lo que la mantenía en pie era la ilusión de volver a ver a su Homero. ¡Ay… ‘su Homero…’ qué bonito se escuchaba eso.

Despistadamente se levantó de la mesa, pero para no verse tan obvia, se fue para el baño. Parada frente al bello espejo de talavera, comprobó que su maquillaje estuviera impecable y sonrió agradecida por esa cara y esas curvas que Dios y sus papás le habían obsequiado.

Tomó una respiración profunda, dispuesta a salir a buscar a Homero. Estiró el brazo para alcanzar el picaporte y no pudo evitar el recordar la clase de Tiempos y Movimientos donde se habían conocido. ¡Ah cómo cotorreaban los amigotes de Homero con eso de Selecciona, Alcanza, Coloca en posición y Ensambla! La verdad es que María Gloria era muy inocente y no entendía de qué se reían tanto, pero Homero era todo un caballero y siempre procuraba que no fuera el blanco de las bromas de la bola de barbajanes.

Un rápido giro de la perilla la sacó de sus pensamientos. La puerta se abrió para dar paso a un asustado Homero. La había visto entrar al baño y venía decidido a decirle que lo que hubo entre ellos fue mágico pero que él amaba a su esposa. ¿Y cómo para qué le tendría que decir eso? Pues para que a ella no se le ocurriera dar el primer paso, porque si lo hacía, lo volverían a hipnotizar sus ojos grises tan grandes como los veintes que le daba su papá de domingo cuando era niño.

  • ¡Homero! -exclamó María Gloria emocionada, lanzándose a sus brazos.

El pobre Homero no pudo decir nada. La abrazó con fuerza y cerró los ojos pidiendo a Dios que no le tirara la onda, al tiempo que empujaba la puerta con el pie para que no los fueran a sorprender. Como esta no cerraba bien, tomó el picaporte y lo giró con tanta fuerza que se quedó con la perilla en la mano.

  • ¡Ah picarón! ¿Qué hiciste? Ya nos quedamos aquí atrapados!!! -dijo coqueta María Gloria.

Una oleada de recuerdos lo invadió: la primera vez que la vio en la biblioteca de la universidad, la tarde que la sacó a bailar en las bodas de plata de su vecino y le preguntó si quería ser su novia, la primera vez que le agarró la mano, el primer beso, el primer faje como dos años después… ¡Ay güey, ya no me quiero acordar!

Todo su cuerpo le gritaba: ¡aprovecha pendejo! Pero el buen Homero, leal como él solo, únicamente escuchaba a su corazón, y aunque en una parte de este aún había un lugarcito para María Gloria, la verdadera reina era Myrna, su Myrna.

  • Mira chiquita, no voy a negar que me emocioné al verte… estás guapísima, como siempre… o tal vez más, pero si vine aquí fue para decirte que amo profundamente a mi esposa. Eres una mujer que tiene muchísimas cualidades, estoy seguro de que pronto te recuperarás de tu divorcio y volverás a ser feliz, con otro hombre o contigo misma.

Al decir esas palabras, la puerta se abrió. Afuera estaba Myrna, totalmente conmovida.

  • ¡Ay señor Vega, qué cosas tan bonitas acaba de decir! -y comenzó a comérselo a besos.

Los ojos grises de María Gloria se tornaron lilas… como le pasaba siempre que lloraba. Pero estas eran lágrimas de emoción, la llenaba de una gran alegría el saber que su Homero era feliz.

Y tomados los tres de la mano, salieron del baño de mujeres.