LAS CARTAS, UN TESORO EN EXTINCIÓN

En México acaban de terminar las vacaciones de Semana Santa y hace unos días recibimos la visita de mi geme Nora y su hijo Miguelito, así como de mi cuñada Marisa y su esposo Fernando. Escuchando el sábado pasado diferentes anécdotas de la familia, me puse a pensar que si bien el vivir en esta era de la tecnología es padrísimo, también nos priva de un tesoro para las generaciones venideras: la información que se puede obtener de las cartas impresas (a mano, o escritas a máquina).

Y es que a raíz del taller de Transgeneracional que tomé con Flor Avilés, del taller de Abundancia impartido por la tocaya Laura Buendía  y de las terapias que he tenido con Chío Soto, Ricky Angulo, Flor y Laura, he cobrado conciencia de la influencia que tienen los ancestros en nuestras vidas, y por ende, de la importancia de conocer lo más que se pueda de ellos.

Si bien mis papás me transmitieron una gran cantidad de información (con la que pude escribir el libro ‘Mamá con Soda’), ellos dejaron su cuerpo físico antes de que yo empezara con la locura de investigar el árbol genealógico para sanar.

Una vez que comencé con esta tarea, surgió la necesidad de aclarar muchas dudas. Entonces se me ocurrió utilizar la tecnología y formé dos chats de whatsapp para primos (uno de la familia paterna y otro de la materna).

Las reglas fueron muy claras:

Todos los miembros podemos compartir información (fechas, anécdotas, fotos) sobre nuestros ancestros, pero para no perder el objetivo del grupo (que en realidad no es un chat social), les pedí que por favor nos abstuviéramos de enviar chistes, pensamientos (“Feliz lunes”, “bienvenida primavera” y cosas por el estilo) y videos, así como de dar los buenos días, a menos de que ese saludo fuera acompañado de lo que se pide al principio.

La idea fue recibida  con gran aceptación, dos de mis hermanas y yo nos hemos reencontrado con primos muy queridos y durante las últimas semanas no hemos parado de exclamar ‘aes’ y ‘oes’ (diría mi mamá) con toda la información que se ha compartido en los chats. Desde las cartas ultra románticas que los abuelos Francisco Alonso (en mayo de 1917) y Nicasio Jurado (en noviembre de 1916) escribieron a sus amadas Amparo Blanco y Juana Luz Rubín, hasta la participación del nacimiento de mis tío Horacio cuando mi abuelo Nicasio era Secretario de la Legación de México en Francia. Gracias a Google Maps y a que en este último documento venía la dirección de mis abuelos en París, pudimos conocer la fachada de su casa.

También se han compartido muchísimas fotografías de nuestros papás jóvenes, inclusive hay una en la que sale una bebé que creemos es mi mamá. Y claro, buscando qué compartir con los grupos, me he echado mis buenos clavados a la caja con cartas y fotografías que me traje de casa de mis papás y me he emocionado hasta las lágrimas.

Como bien lo dijo Nora al leer una carta que mi abuela Juana Luz escribió a su mamá: “Qué maravilloso captar la esencia de la abuelita a través de sus palabras” y es que ninguno de los nietos tuvimos el placer de conocerla.

Algunas fotografías también nos transmiten algo de las personas, como una en la que mi mamá, dos de sus hermanas, una prima nuestra y otras cuatro muchachas posan para la cámara, tiradas en el pasto y tomadas de la mano, haciendo alarde de su envidiable juventud.

Mi sobrina Patita es muy consciente de este tema y alguna vez me platicó que tiene un grupo de amigos con los que se envía cartas por correo postal, qué padre, ¿no?

Mis hijos y nietos se van a dar vuelo conmigo, ya que aún conservo muchas cartas que intercambié con mis amiguitas cuando nos mudamos de Nuevo Casas Grandes a la ciudad de Chihuahua. No es por ventanear a nadie en especial, pero todas (incluyendo las mías, por supuesto) comenzaban así: “Espero que te encuentres bien, yo bien GAD (o sea gracias a Dios)”, y terminaban con un: “Perdona la letra y la mala ortografía”, jajaja.

También hay un sinfín de recaditos que mi marido y yo nos escribíamos cuando ambos trabajábamos en la misma maquiladora. En ese tiempo, mi comadre Ana Julia era la secretaria del Ing. Reza, nuestro jefe, y me cuenta que le encantaba ver que él y yo nos dejáramos recaditos en las carpetas que ella tenía para cada uno de los que le reportábamos al ingeniero.

¿Qué irán a hacer mis nietos cuando quieran saber más sobre sus papás y se encuentren conque  la única información es electrónica y que sus cuentas de Snapchat, Facebook, Instagram o Twitter ya ni existen? No tengo idea, pero como me choca eso de que todo tiempo pasado fue mejor y que ahora vivimos en un caos, prefiero pensar que el universo dará a mis nietos, biznietos y a sus descendientes lo que ellos necesiten conocer. Mientras tanto, yo seguiré emocionándome con esas asomadas a la vida de mis antepasados.

Así que córranle al baúl de los recuerdos y desentierren las fotos y cartas viejas. Lo peor que les puede pasar es que les caigan unos que otros veintes y que terminen con un suspiro del corazón.

¡Hasta la próxima!

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