LOS SUEGROS

“Ella era una atractiva mujer de setenta y pocos años. Llevaba una blusa camisera de color fucsia que haría voltear a cualquiera, pero no fue eso lo que le llamó la atención. A pesar de que ella se encontraba de espaldas, él podía recordar su bello rostro. Recientemente viudo, Javier se sentía raro en eso de abordar a otras mujeres, pero era tanto lo que prometía esa rubia cabellera, que dándole un trago a su París de Noche, se dirigió hacia su mesa. 

Isabel, que a pesar de tener 15 años de viuda, jamás había salido con otro hombre, se alegró al ver que Javier se acercaba. Lo recordaba muy bien, con su abundante cabellera negra y sus patillas que en ese tiempo estaban tan de moda. 

Al verla, Javier comprobó que su antigua compañera de escuela seguía igual de bella, y con un tímido saludo, la invitó a bailar. Ella aceptó encantada y comenzaron a platicar al compás de la música. De pronto, se dieron cuenta que todas las miradas estaban fijas en ellos, por lo que decidieron mejor seguir la plática en una mesa. 

Conforme hablaban, se iban dando cuenta de lo mucho que tenían en común… pero no solo en cuestión de gustos, sino en cosas más extrañas. Los dos se habían casado el mismo año (con una semana de diferencia), habían tenido 4 hijos (3 casados y 1 soltero), de los cuales 2 eran hombres y 2 mujeres, el primer hijo de él y la primera de ella habían nacido en el mismo hospital (otra vez, con una semana de diferencia), los dos tenían una nuera Laura (la favorita, claro), la casa de Javier quedaba a espaldas del despacho del esposo de Isabel, etc. 

Intercambiaron teléfonos y ella regresó a Chihuahua, feliz de haber asistido a la reunión. Pasaron los meses y sus hijos comenzaron a notar que algo extraño pasaba, ya que se la pasaba hablando por teléfono con el susodicho todas las noches, como quinceañera. 

Un buen día, Isabel los reunió y les soltó la sopa: tenía novio, y al poco tiempo, vino la bomba: estaban tan enamorados que se querían casar. A todos les sacó de onda la noticia, pero la vieron tan feliz que no tuvieron más remedio que alegrarse junto con ella. Uno de sus hijos y su esposa hicieron un viaje relámpago a la ciudad de México para darle el Vo.Bo. al novio y quedaron encantados. Javier resultó todo un caballero, enamoradísimo de Isabel, excelente anfitrión, gran conversador, muy culto y divertido. A su nuera Laura le encantó ver que después de tanto tiempo, un hombre consintiera a su suegra como se lo merecía (y no es que su suegro no lo hubiera hecho, sino que ella la conoció ya viuda). 

Pues bien, aproximadamente al año de haberse reencontrado, unieron sus vidas y afectos (como decían en la sección de Sociales de los periódicos) y de eso han pasado ya diez largos años.” 

Esto podría ser una novela, pero no, es un caso de la vida real: el de mis queridos suegros Isabel y Javier. 

Ella quedó viuda un año antes de que yo me casara. Era relativamente joven (no tenía ni 60 años),  y pronto comenzó a trabajar como Contadora en una empresa y a tomar clases de Filosofía. Mi mamá era su más ferviente admiradora, pues con frecuencia salía en el periódico con sus compañeras del Club del Libro o en diferentes eventos culturales. 

Como suegra siempre ha sido muy prudente, al igual que mis papás (obvi, cuando vivían), jamás ha llegado a nuestra casa sin ser invitada. De carácter alegre, disfruta haciendo bromas y siendo el blanco de éstas. Es una mujer súper organizada, activa, respetuosa, cariñosa y honesta. No tiene problemas para adaptarse, igual platica por Whatsapp que publica algo en Facebook, pero lo que a mí me tiene sin vida son sus constantes porras en forma de comentarios en mi blog… ¿qué tal con mi cibersuegra de 82 años, eh? 

Y Javier no se queda atrás, también es un hombre súper activo, productivo, alegre y optimista. 

Los diez años que cumplieron en diciembre han sido un regalo para mis hijos y para mí, pues como no conocimos al papá de mi marido, por fin pudimos tener (respectivamente) un suegro y un abuelo paterno (sin menospreciar a mi queridísimo tío Jorge, alias “el Consen”, hermano de mi suegro Alfredo, quien se encargó de llenar ese vacío en la vida de mis hijos).

Javier e Isabel realmente hacen una hermosa pareja: leen mucho, salen a caminar, van a obras de teatro, tienen sus comidas con los “muchachos” (sus amiguitos), salen de vacaciones, trabajan juntos, etc.

Los dos tienen una salud de hierro, ninguno aparenta la edad que tiene, ni física ni mentalmente y a diferencia de mucha gente grande –por lo menos de mis Gordos- no parecen disco rayado contando las mismas historias de siempre. Esto hace que con frecuencia se me olvide la edad que tienen y pienso que van a estar con nosotros por siempre. 

Sabiendo que algún día todos dejaremos este cuerpo físico y sintiéndome muy afortunada, quiero dar las GRACIAS a Javier y a Isabel por formar parte de mi vida, así como a mi suegro Alfredo por el ejemplo que le dio a sus hijos. 

¡Y que vivan los suegros!!!!

Facebook Comments

Leave a Reply

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.