Un agradecimiento especial

Se acerca nuevamente una fecha importantísima en la cultura estadounidense, la más importante quizás: el Día de Acción de Gracias. Y éste, como todos los años, tengo mucho que agradecer: por mi familia, amigos, mascotas, trabajo, salud, amor, tranquilidad, paz, alegría y un larguísimo etc. 

En esta sección de “etcétera” la vida ha puesto recientemente en mi camino a tres grandes maestros: Laura Buendía (fisioterapeuta), Haydée Carrasco (terapeuta) y Enric Corbera (psicólogo diplomado en bioneuroemoción). Los tres han ayudado a observarme y a conocerme un poquito más y con sus enseñanzas me han hecho sentir que estoy frente a una alberca gigante de conocimientos y que comienzo a nadar, dándome cuenta de tooooodo lo que aún me falta por aprender. Es ahora cuando más comprendo la famosa frase: yo solo sé que no sé nada. 

A simple vista parecería que una fisioterapeuta no tiene nada que ver con el autoconocimiento, pero no es el caso de Laura Buendía. Aunque ella se dedica a la fisioterapia y hasta es maestra en la UACJ, lo que tiene para ofrecer es muchísimo más  amplio. Laura está convencida de que todo lo que nos sucede tiene no un por qué, sino un para qué (y esta es precisamente la filosofía de Enric y de Haydée). 

Mi encuentro con ella fue así: después de ser revisada por un Ortopedista debido a un dolor de rodillas y de hombro, me mandaron a terapia. Si bien ésta me ayudó durante el tiempo que la estuve haciendo, con el paso de los meses los dolores volvieron. Alguien me recomendó al Dr. David Ledesma, también excelente fisioterapeuta de esta ciudad (El Paso). Él me ayudó bastante, pero tuve que suspender el tratamiento porque mi seguro médico no lo cubría y a mis otras dolencias se unió la del codo. Por fortuna, el Iridólogo me recomendó a Laura Buendía y aunque el seguro tampoco lo cubría, sus honorarios estaban dentro de un rango aceptable (y más porque eran en pesos). 

La primera vez que fui me sorprendió ver que en su consultorio tenía calcomanías de Ho’oponopono (te amo, lo siento, perdóname, gracias), lo cual, aunque me pareció súper extraño para un lugar de fisioterapia, me hizo sentir muy bien, ya que hablábamos el mismo idioma. Para comenzar, me hizo algunas preguntas, luego me pidió que me quitara toda la ropa (menos los chones) y que me acostara en la cama de masajes. Así lo hice, y tapadita con una sábana, esperé a que regresara. Se llenó las manos de aceite y comenzó a masajear el cuello y la espalda. Pronto me di cuenta que no era un masaje cualquiera, la presión que ella ejercía era espantosa… ¡me dolía con madres, pero había puntos en que dolía aún más! Entonces ella me preguntó con quién se relacionaba ese dolor… ¿Y yo cómo “#$%& voy a saber? –pensé, a lo que Laura contestó que mi Ser me daría la respuesta. De repente, se vino a la mente mi mamá y antes de que se lo dijera, ella mencionó que creía que tenía que ver con mi madresanta… No hice “¡plop!” nomás porque estaba acostada boca abajo… De repente comencé a llorar, pero no por el dolor físico, sino de tristeza. Y así se pasó la hora y media de la terapia, tiempo en el que lloré y grité, sacando algunas emociones atrapadas. Cuando Torquemada (como atinadamente le dice otra de sus pacientes) salió de la habitación, me vestí y revisé mi cara en un espejo… ¡estaba totalmente transformada, parecía otra! Y cómo no… me había quitado no sé cuántas cargas energéticas de encima. 

Después de pagar,  Laura me dijo que lo mío era relativamente fácil, por lo que “solo” tenía que ir a cuatro sesiones más… menos mal. 

Para no hacerles el cuento largo, terminé las cinco sesiones que me dolieron un… deste y sorprendentemente, los dolores se fueron como por arte de magia. 

Al poco tiempo comencé a escucharla en la radio donde siguió impactándome con su franqueza y sentido común y enseñándome a distancia. (Ustedes pueden escucharla sale todos los miércoles en el 640 de AM con Roxana Arnaud, en su maravilloso programa diario ‘A Tiempo’ el cual pueden escuchar por internet).

A los pocos meses me invitaron a una plática en Unity, la iglesia sin denominación a la que de vez en nunca voy.  En esa ocasión escuché por primera vez sobre el desdoblamiento del tiempo (la teoría de Jean Pierre Garnier Malet que dice que todos tenemos un doble –el llamado doble etérico-) y obvio, al día o a los dos días siguientes, mi geme compartió algo en Facebook sobre el mismo tema. Movida por la curiosidad, me puse a buscarlo en internet y encontré un video de Enric Corbera en donde lo explica claramente (https://www.youtube.com/watch?v=QuOBby2Rubw). Yo había escuchado hablar de ese señor gracias a mi amiga Lulú, quien estaba fascinada con lo que él decía sobre la biodescodificación (o bioneuroemoción), así que después de ese primer video quedé igual de fascinada que ella. 

Y así comencé a enriquecer mis días escuchando a Enric Corbera mientras lavaba platos o doblaba ropa.

Al mismo tiempo comencé a tomar el taller del que ya he hablado (y que ayer finalizó): ‘Descubriendo el Propósito de mi Vida’, con Haydée Carrasco, y en una de esas sesiones ella nos habló sobre el espejo. Curiosamente, ya Laura había hablado de eso en la radio y yo lo había escuchado hacía poco con Enric… pareciera que la vida me estuviese enviando información en original y dos copias, a ver si así despertaba. 

Ya he hablado en varias gunicharras sobre lo que Haydée y sus temas han movido en mi ser, ¿verdad? Bueno, pues el del espejo no fue la excepción, aunque debo confesar que al principio no me sonaba eso de “lo que te choca, te checa”. No entendía cómo una persona con tales o cuales características que yo alucinaba podía ser mi reflejo… hasta que Haydée nos explicó que el espejo puede ser directo o inverso. ¡Ahhhh!

Al día siguiente, como muchas de mis noches, puse una meditación de Susana Majul (otro gran regalo que pueden ver gratis en youtube). Al estar buscándolas, salió una que jamás había visto: Sanando a mis Padres. Como andaba muy emocionada con toda la información que estaba recibiendo, me gustó el título y la abrí. Bueno… ¡qué lloradera! 

Esa noche soñé que alguien me decía que la persona con la que más conflicto he tenido en la vida había muerto. No supe si se había suicidado o la habían matado, ya que me dieron las dos versiones, pero eso fue suficiente para que a las cinco de la mañana se me fuera el sueño y comenzara a pensar qué pasaría si esta persona o yo muriéramos… Y de repente como el fresa: ¡Pum, que me cae el veinte y por primera vez comprendo que es el maestro más importante de mi vida, ya que me está haciendo ver que lo que no me gusta de ella ES LO QUE NO ME GUSTA DE MÍ… plop!

Pues cuando me levanté, me armé de valor y le mandé un whatsapp, diciéndole que entendía que mis rollos hacia ella eran en realidad hacia mí y que aunque no me quedaba claro qué era exactamente lo que me reflejaba, la liberaba y me liberaba de esa situación tan fea que yo había creado por mi ceguera. 

Más o menos a los diez minutos me respondió: “Luego te contesto”. ¡Uf… eso fue un regalo del  tamaño del mundo! A partir de ese momento ya no necesité nada… si se reanuda la relación, qué bueno; si no, yo ya estoy en paz y espero también haberle dado paz a esta persona. 

Otra cosa más que aprendí de Haydée es que no podemos cambiar lo que nos ha pasado (Laura Buendía dice que las cosas son como son, no como deberían), pero sí podemos RESIGNIFICAR. ¿Qué quiere decir eso? 

Que debemos VIVIR NUESTRA VIDA DE ACUERDO A LO QUE TENEMOS, NO A LO QUE NOS FALTA. Y para eso, nos puso el ejemplo de una mujer a la que su padre abandonó antes de que naciera. La mujer sufría por todo lo que su papá no le dio, así que Haydée la puso a hacer una lista de lo que ella esperaba de él: 

El don de la vida, sus cuidados, amor, educación, valores, consejos y compañía. 

Revisando juntas esa lista, Haydée le dijo:

  • En vez de estarte fijando en lo que NO te dio, fíjate en lo que SÍ, y hazlo tu 100%. ¿Qué fue lo que te dio? Su esperma… Y pues bueno, sin eso aparentemente tan pequeño no estarías aquí. 

La mujer entendió y dejó de sufrir.

Yo pasé por un proceso similar. Quejándome en terapia de ciertas personas de las que yo esperaba más, Haydée me dejó de tarea hacer una lista de las cosas que me unen a ellas (por ejemplo, temas que puedo tratar con cada una). Al ver esa lista me quedé helada, pues me di cuenta que estaba tratando de cambiar a aquellos con los que no me unían tantas cosas, exigiéndoles lo que no podían o no querían darme y tuve que resignificar mi relación con cada uno de ellos y quedarme con lo que sí. 

Estos son solo algunos ejemplos de lo que estos maravillosos maestros han traído a mi vida. Sin lugar a dudas, lo más importante que me han dejado es que por primera vez he comenzado a dejar de ver la paja  en el ojo ajeno para voltear a mi interior y darme cuenta de la tremenda viga en el mío… Bueno, no es cierto, la neta es que sigo viendo la de ellos, pero ahora también la mía.

Y es que yo creo que a la gran mayoría nos pasa lo que dice mi geme  que sucede cuando leemos un libro de superación personal o escuchamos a personas como Haydée, Laura o Enric: de inmediato recordamos el problema del vecino, de mi amiga, mi tía, el perro (bueno, no tanto, jajaja) o hasta del cartero y tratamos de arreglarles la vida, sin darnos cuenta que ‘probablemente’ (por no decir ‘seguramente’) esa plática o libro pueda ir dirigido a nosotros.

De ser especialista en lo que les sucede a los demás, el otro día me sentí muy bien pues pude analizar algo que me sucede periódicamente. Siempre que me expongo al viento helado me duelen los oídos, y si no me pongo tomillo me agarra un dolorón de aquellos. Pues la semana pasada que se soltó el aire gélido, anduve haciendo varios mandados en la calle y el viento me encontró sin orejeras. De inmediato me empezaron a doler los oídos, pero recordando las enseñanzas de estos maestros, me puse a ver más allá de lo lógico. ¿Por qué no a todo el mundo le pasa igual? Después de unos minutos de analizar la función del oído, llegué a la siguiente conclusión: 

No me gusta que las personas sean frías conmigo. De inmediato comienzo a alucinar y pienso que le caigo mal o que están enojadas.

 ¿Qué puedo hacer? Muy sencillo: dejar de jugar el papel de víctima y de esperar cosas (en este caso, dulzura) de los demás. ¿Tengo razón? No lo sé, el siguiente viento helado que me encuentre sin orejeras me lo dirá, aunque sospecho que por ahí va la cosa. 

Vaya pues un agradecimiento enorme al Universo por enviarme a esa maravillosa tríada de maestros. 

Y ya para despedirme, los dejo con esta frase que Haydée nos enseñó y que me encanta:

POR TODO LO VIVIDO, GRACIAS Y A TODO LO QUE VENGA, SÍ. 

¡Hasta la próxima!

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