Mi senior citizen

Otoño / 24 de septiembre 2014

Hoy llevé a mi viejito al doctor. No, no hablo de mi papá, sino de mi perro Manolo que ya tiene 13 años. Algunos dicen que esa raza –Golden Retriever- puede vivir de 10 a 12 años, pero otros dicen que de 12 a 14. De cualquier manera, ya es un venerable ancianito. 

¡Me recuerda tanto a mi papá en sus últimos años! Los dos eran fuertes en sus tiempos mozos, pero se fueron consumiendo poco a poquito… sus movimientos se volvieron lentos… sus cuerpos se fueron enjutando y los dos comenzaron a tomar largas siestas durante el día.  El subirse a un carro comenzó a representar un problema para ambos, especialmente para Manolito… atrás quedaron los días en que se subía de un brinco a la cajuela; ahora viaja en la parte de en medio de mi camioneta y tengo que ponerle una hielera que le sirva de escalón. 

A mi papá le llegó su hora a los 82 (casi 83) años. A mi Manolito aún no le ha llegado, pero estamos conscientes de que –como dice la canción- el final se acerca ya. 

Pues bueno, como les decía al principio, hoy lo llevé al doctor. Su corazón latía con poca fuerza y sus patitas traseras le temblaban. Lo bajé y se veía contento, sin embargo –a diferencia de otras veces- no quiso entrar a la veterinaria. Pensé que tenía ganas de hacer pipí, así que lo llevé; sí hizo, pero de todos modos seguía teniendo miedo. Como pude, lo convencí y entramos. También, a diferencia de otras veces, ya no llegó trepándose al mostrador para saludar a las empleadas. 

Su médico de cabecera lo revisó y me dijo que el miedo era porque, al igual que muchos humanos, presentía que sus días estaban contados y no sabía qué iba a pasar con él, así que me recomendó que le hablara y le explicara que somos un espíritu viviendo una experiencia en un cuerpo que nos sirve para ello y que cuando éste se acabe, volveremos al Hogar de donde todos venimos y muy probablemente de nuevo tomaremos otro cuerpo para seguir con nuestro aprendizaje. Si bien todo esto me lo sabía de memoria, me sorprendí al darme cuenta que nunca había pensado que eso también sucedía con los animalitos, así que comencé a tener largas pláticas con mi viejecín. 

Otoño / Noviembre 2014

Mi Manolito se ve cada día más fregado. Yo había pensado que el frío le iba a caer mejor pues se iba a librar de los calores que lo hacían zambullirse varias veces al día en la alberca, pero no. Su respiración, antes agitada por las elevadas temperaturas, se ha vuelto como la de un fumador empedernido. El veterinario dice que tiene agua en los pulmones, por lo que le ha recetado un diurético –además de la medicina para la tiroides, el corazón, la presión y no sé cuántas cosas más. Sus tratamientos de acupuntura (que consiste en aplicarle un antiinflamatorio en diferentes puntos del cuerpo) que hasta hace poco recibía cada seis meses, son ahora mensuales. Lo mismo la prueba muscular o kinesiología aplicada. Para los que no lo sepan, esta es una técnica en la que la mente subconsciente puede comunicar sus necesidades a través del cuerpo. En el caso de Manolo, lo que el doctor hace es llamar a uno de sus asistentes, pedirle que se ponga de pie y que extienda un brazo hacia un lado, con la palma hacia abajo y el otro hacia donde está el perro. Entonces el doctor debe empujar hacia abajo el brazo de su asistente con una mano, colocando con firmeza la otra en su hombro para ayudarlo a mantener el equilibrio y comienza a preguntar cómo están los pulmones, el corazón, los riñones, su energía y deseo de vivir. Si lo que se pregunta está muy bien, el brazo extendido permanece fuerte y no es fácilmente empujado hacia abajo. Sin embargo, si los niveles son bajos, el brazo extendido se pone muy ñango (débil) y puede ser empujado hacia abajo con facilidad por el doctor. Este método lo ha utilizado en más de dos ocasiones para saber si una nueva medicina le está haciendo bien o no. Yo me quedo con el ojo cuadrado cada vez que el doctor me dice las respuestas, especialmente en lo que respecta a su deseo de vivir, pues siempre ha sido muy alto. 

Esta última consulta fue a finales de noviembre, la próxima tendrá que ser antes de que salgamos de vacaciones.

Invierno / Diciembre 2014

Qué mala onda. El doctor me dice que la salud de Manolito va de mal en peor. Le comento que vamos a pasar las vacaciones a Chihuahua y él, con la prueba muscular, le pregunta cuáles son sus planes. Manolo contesta que aunque se siente de la tiz, todavía no se quiere ir ya que es muy feliz con su familia y asegura que estará aquí para cuando regresemos. Y así es. Pasamos Navidad en Chihuahua y de regreso lo encontramos muy bien. 

Invierno / Febrero 2015

Mi viejecín ha estado muy mal. Hace unos días lo llevé a su cita mensual y no ha parado de vomitar. El doctor me dijo que le diera Pepto Bismol y suero, pero sigue igual. De plano tuve que regresar al consultorio para que lo alimenten y mediquen por vía intravenosa; mi hijo me ayudó a subirlo al carro, ya que el inocente no tiene fuerzas ni para pararse. Tuve que dejarlo ahí todo el día. Cuando regresé por él, el doctor me dijo que probablemente había llegado el momento de “dormirlo”. Con lágrimas en los ojos, le dije que no pensaba que estuviera sufriendo, que esa –por el momento- no era una opción. El ayudante me ayudó a subirlo a la camioneta…el pobre se veía igual de jodis que en la mañana. Cuando llegué a la casa, no tenía idea de cómo lo iba a bajar, ya que ni mi esposo ni mis hijos estaban ahí y yo no debo cargar cosas pesadas (se me bota la clavícula). Por fortuna, en ese momento pasó uno de mis vecinos y fue quien me ayudó. Ya adentro de la casa, mi viejecín se instaló en su camita, ya no vomita pero sigue sin comer ni tomar agua y batalla mucho para respirar.

Esa noche le mandé un mensaje a Lynn. Ella es un ser muy especial que coordina un grupo de meditación y constantemente está enviando correos electrónicos  (a personas normales como yo, pero también a muchos sanadores) en los que pide ayuda a los ángeles para alguna persona (o animal) en particular. Le comenté que Manolito llevaba dos días sin comer y que aunque ya se veía mejor, su veterinario me había dicho que no esperara ningún milagro. 

Nos fuimos a dormir, esperando que el doctor estuviera equivocado. A la mañana siguiente traté de hacer que se parara para que fuera al baño, pero fue prácticamente imposible. Mi hijo y mi esposo no estaban en casa, así que la pobre de mi hija fue la que tuvo que cargarlo. Como las dos íbamos a andar en la calle toda la mañana, el veterinario me sugirió que lo dejara afuera en el solecito. Sacamos una de las camitas, lo acostamos sobre ella y lo tapamos con una cobijita. 

Cuando regresamos, varias horas después, ya no estaba donde lo habíamos dejado, se encontraba en el jardín, mucho más repuesto. A la mañana siguiente, cuando salí a darle de comer a Chano y a Chon (o sea, Toby y Chuy), me sorprendí al voltear a la puerta de la cocina y verlo paradito, esperando que alguien le abriera. Salió como rayo, directo a su plato… sorprendida le serví su comida, misma que engulló con singular alegría.  De ahí se fue a tomar agua, dio un pequeño paseo por el jardín y regresó agotado a acostarse… ¡se había recuperado!!!

Cuando lo llevé de nuevo a consulta, el doctor no lo podía creer. Entonces le conté acerca de Lynn y su cadena de oración. 

— Usted me dijo que no esperara un milagro, pero no podía quedarme cruzada de brazos- le dije, a lo que él respondió que definitivamente, la parte espiritual es mucho más importante que la física. Por supuesto que saliendo de ahí le conté la buena nueva a Lynn y una vez más, le di las gracias de todo corazón. 

Así pasaron las semanas, todo aquel que había visto a Manolito en las últimas, no dejan de sorprenderse de lo bien que está. Y es que sí, desde ese día, mi viejecín ha estado irreconocible. Corre-vuela-se acelera (bueno, más bien trota), juega, nada, le gana la pelota a Chuy y se deja chiplear. 

Invierno / Principios de marzo 2015

Consulta. El doctor piensa que la acupuntura fue demasiado para Manolo, por lo que en esta ocasión decide no ponérsela. Me cuenta que él ha encontrado a dos de sus perritas después de que éstas han dejado su cuerpo físico. Llego a la casa y platico con mi venerable ancianito. Le digo que si su espíritu quiere regresar con nosotros, busque la manera de hacernos saber dónde está, pero que no tiene que ser así. Él es libre de ir a donde le plazca. 

Primavera 

23 de marzo 2015

Consulta. Como digo una cosa, digo otra. Manolito ha andado batallando con  una patita, por lo que el doctor decide volver a utilizar la acupuntura. Todo bien, dentro de lo que cabe. 

25 de marzo 2015

La respiración de mi niño cada vez es más fea… qué impotencia.  Ya comenzó nuevamente a vomitar.

26 de marzo 2015

Sigue la vomitadera, por más que lavo las camitas y limpio todo el piso, el comedor apesta a vómito. Pobrecito mi viejito. Pa’acabarla de amolar, se recetó los dos platos de croquetas que la Alegría del Hogar sirvió a los gatos… digo, por si no había vomitado lo suficiente, ¿verdad? Lo bueno es que en ningún momento ha dejado de tomar agua. Mi hermano Álvaro me dice que le dé Gerber de pollo, voy a la tienda pero no consigo. Lo llevo de nuevo a consulta. El veterinario recomienda pollo con arroz, así que de regreso le compro unas latas en PetsMart. Como es un tragaldabas, está ansioso por comer, se las sirvo y se acaba una en una sentada. Claro que en la noche vuelve a vomitar… 

Ese fin de semana nos vamos a Chihuahua, les encargamos nuestras mascotas a los vecinos, quienes me informan por Whatsapp que todo está bien. Aparentemente, Manolo no ha vomitado. 

Lunes 30 de marzo. 

Regresamos ayer de Chihuahua. Como dije, aparentemente, mi niño no ha vomitado… todo fue que entrara a la casa para que nos diéramos cuenta que seguía igual.  Los pedazos del pollo están enteros, por lo que decido cocerlo yo misma con un puñado de arroz. Solo eso le doy de comer.

Martes 31 de marzo. 

Me despierto  para ir a ver a mi nene y  desde el pasillo me llega el inconfundible olor a vómito. El inocente yace de lado en medio de éste, sin fuerzas para moverse. Trato de levantarlo, pero no puedo… las patitas se le hacen como a Bambi y vuelve a caer sobre su vómito. Mi hijo me ayuda a sacarlo para que haga pipí, luego se lo lleva cargando a la camioneta para llevarlo con el veterinario. 

A las 11:30 recibo una llamada del doctor… esa que por tantos meses habíamos temido. Al hacerle la prueba muscular, Manolo ha dicho que el momento ha llegado… su viejo cuerpo ya no le funciona y él está listo para partir. Le pregunto si me da unos minutos para consultarlo con mi esposo, pero le digo que por si las dudas, le ponga suero y la medicina que él considere pertinente. Le llamo a mi marido y le doy la triste noticia. Él está de acuerdo en que debemos ayudarlo a que deje de sufrir. Le aviso también a mis hijos y cuando éstos salen de la escuela, nos vamos todos para allá. Ahí encontramos a mi esposo, quien llegó directo del trabajo –por fortuna no andaba de viaje- con cara de funeral –literalmente. Mi nene está parado sobre una cobija, los niños, mi geme Nora, su hijo y yo lo abrazamos, le damos las gracias por tantos años de amor, yo le paso los recados de mis demás hermanos, cuñadas y sobrinas a quienes horas antes les había comunicado la noticia, pidiéndoles luz para que la transición fuera lo menos dolorosa posible. Entonces le decimos al doctor que estamos listos. El ayudante se lo lleva a un cuarto contiguo donde lo suben a una mesa y comienzan a buscarle una vena en la otra patita. Yo me asomo tímidamente y el doctor me dice que podemos pasar, si así lo deseamos. Entramos los cuatro, después de ponerle el catéter, nos dicen que es hora de administrar el medicamento. Mis hijos se encuentran frente a él y lo miran fijamente a los ojos, buscando su alma. Yo le quito el collar, todos lo besamos y le deseamos un buen viaje. Mi niño solamente respira con dificultad, no sé si entiende lo que está a punto de suceder. La sustancia mortífera entra en sus venas y él se desvanece en brazos del ayudante, dejando salir por la boca parte del líquido que tenía en los pulmones. Al ver nuestro dolor, el doctor nos recuerda que solo ha muerto su cuerpo… su espíritu ha emprendido el viaje de regreso al Hogar. 

¿Nos volveremos a ver? Estoy segura que sí… no sé si en esta vida –él encarnado en el cuerpo de otro animalito- o en el Más Allá, donde –dicen- cruzaremos juntos el Puente del Arco Iris.

Con amor para mi adorable viejecín Manolo, uno de los más grandes regalos de la vida nos ha dado: noble, amoroso, obediente, educado, cariñoso… cautivador. 

Facebook Comments

Leave a Reply

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.