Y TÚ QUÉ HORAS TRAES

¿Y TÚ QUÉ HORAS TRAES?

Hace unos días me llegó una hermosísima presentación con motivo de la Cuaresma (El ayuno que a Dios le agrada), la cual habla de que a Él / Ella le gustaría que dejáramos de hablar de los demás, de juzgar, de estar enojados, de quejarnos, etc. y de inmediato la compartí con mis amigas de la prepa y otras personas. A todas les gustó mucho, pero los comentarios de dos de ellas (Pupis y Leonor) me dejaron pensando. 

Pupis dijo: “Hermoso, Guny y muy cierto, aunque a algunos nos hacen falta los pequeños sacrificios para fortalecernos interiormente y así poder lograr todo esto. Gracias por compartir este video tan lindo”. 

¡Toinnnn! Pupis me cayó la boca, ya que sin ser mocha, es el vivo ejemplo de lo que el amor de Dios puede hacer por una familia.

Leonor, por su parte escribió: “Qué hermoso video, ¿me dejas compartirlo? Te hace pensar muchas cosas”. Ella me hizo reflexionar y me dio la pauta para escribir esta gunicharrita.

Ambos comentarios me dieron una buena lección, pues nunca había entendido por qué la gente sigue las órdenes –para mí absurdas y obsoletas- de la Iglesia (como dejar de comer carne para aturrarse de los deliciosos platillos de Cuaresma y/o no ser mejores personas). Siempre había dicho –metichemente, claro: “Mejor que dejen de comer prójimo”. 

El asunto de la ceniza tampoco escapaba a mi ‘juzgómetro’: Si me encontraba a alguien ese miércoles exhibiendo su cruz en la frente y poniendo cara de mártir, se me revolvía el estómago.  

Ese día, mis amigas hicieron que me cayera el veinte, ya que sin darme cuenta, había caído en mi propia trampa… “mejor que dejen de comer prójimo” ¿Y tú qué horas traes? –me dije.  De repente, pude ver claramente que lo que por años había pensado de quienes hacen esos “sacrificios”, también aplicaba a mí. Así pude descubrir horrorizada la tremenda viga en mi ojo: ¡No soy mejor que aquellos a quienes he criticado toda la vida!

Por si eso fuera poco, ayer pude percatarme nuevamente de ello.  Había ido con mi marido a Sam´s a comprar algo para el jardín y mientras esperábamos a que nos lo trajeran, él se fue a ver otras cosas y yo me quedé parada en la salida. Algunas personas me sonreían y yo les devolvía la sonrisa. De repente, escuché mis pensamientos y me di cuenta que estaba juzgando: Qué feisitos niños, Qué guapa señora, Ay ese cómo se cree, Qué bonita pareja, Qué cuerpazo,  Qué comida tan poco saludable lleva esa familia, etc.).  Me sentí avergonzada de mí misma y el Espíritu (o sea, YO) regañó a la mente que está a su servicio…  ¡Yaaaaa…Deja de estar juzgando! 

Dándome cuenta de mi falta de caridad, me dispuse a ver a todos como seres de luz. Me imaginé que en el tercer ojo (el entrecejo) veía la flama de una vela y decía mentalmente: “Este es un ser de luz”, “Todos somos seres de luz“ y cosas por el estilo. Como a la cuarta persona, me traicionó el subconsciente y al ver a una chava un poco pasadita de peso, pensé: “Este es un ser de luz… ¡con unas caderas descomunales!”. ¡Jajajajajaja, qué difícil! No pude más que reír de mi estupidez y de mi incapacidad para dejar de juzgar. 

Cuando regresó mi esposo, le platiqué lo sucedido y le pregunté si él podía dejar de hacerlo. Me contestó que no, pero que cuando se descubría juzgando a alguien, lo imaginaba en otra situación, por ejemplo, si fuera su amigo o pariente, lo más probable es que no le cayera mal.

Mi mamá, por su parte, siempre se ponía en los zapatos de los demás. Cuando alguno de nosotros criticaba la actuación de alguna actriz o actor, nos decía: “Bueno mijita, es que así le ha de haber dicho el Director que lo hiciera”… Y aunque no hubiera sido así, ¿a mí qué me importa cómo se ven, cómo actúan o qué hacen los demás?

Así que, por experiencia les digo: la próxima vez que defiendan un punto con mucha pasión, tómenlo como un foco rojo y piensen un poquito si ustedes no están cayendo en lo que tanto aborrecen. O lo que es lo mismo, antes de fijarse en lo que hacen los demás, tengan mucho cuidado, no vaya a ser que alguien más llegue y les diga:

“¿Y tú qué horas traes?”

“El ayuno que a Dios le agrada”

Ayuna de juzgar a otros, llénate del Cristo que vive en ellos.

Ayuna de soltar palabras hirientes, llénate de frases que purifican.

Ayuna del descontento, llénate de gratitud.

Ayuna de enojos, llénate de paciencia. 

Ayuna de pesimismo, llénate de optimismo.

Ayuna de quejarte, llénate de apreciar lo que te rodea. 

Ayuna de presiones que no cesan, llénate de oraciones.

Ayuna de amargura, llénate de perdón.

Ayuna de egoísmos, llénate de comprensión a los demás.

Ayuna de desaliento, llénate de esperanza eterna en Jesús.

Ayuna de todo lo que te separe de dios, ¡llénate de Amor!

El ayuno que yo quiero es este: 

Suelta las cadenas injustas

Desata las correas de yugo

Deja libres a los oprimidos

Acaba con todas las opresiones

Comparte tu pan con el hambriento…

Hospeda a los pobres sin techo

Dale ropa al desnudo

Entonces invocarás al Señor y Él te escuchará…

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