El sonido más lindo

El otro día me tocó presenciar algo muy bonito en el super. Me encontraba en la caja y la señora que estaba pagando platicaba muy animosamente con el cajero. Era tanta la camaradería que yo pensé que se conocían de antes. Al despedirse, le dijo la señora:

—Muchas gracias Ricky, me dio gusto platicar contigo

El cajero la despidió con una sonrisa aún más grande y apenas se hubo ido su supuesta amiga, exclamó:

—Wow! ¡Sabe mi nombre!!!!

Su ingenuidad me pareció de lo más adorable, ya que portaba un gafete que decía “Ricky”, pero a él eso pareció no importarle… ¡la señora lo había llamado por su nombre!

El buen Ricky no salía de su asombro; le pregunté si se conocían de antes y me dijo que no. Mientras pasaba mis artículos, movía la cabeza de un lado a otro con incredulidad, diciendo: “Wow, wow, wooooow!”. Todos los que estábamos a su alrededor no pudimos más que compartir su euforia.

Ese incidente me motivó y a los pocos días que fui a Sam´s quise hacer algo similar. En la salida estaba un empleado ya grande que siempre es muy serio. Como su nombre es italiano, decidí sorprenderlo saludándolo en ese idioma:

—Buona sera, Massimo!

Como si hubiera dicho las palabras mágicas, la carita del hombre se iluminó con una sonrisa… ¡la primera que le veía en varios años!

—Buona sera! – me contestó.

Salí de la tienda sintiéndome feliz y agradeciendo a la “amiga” de Ricky el haberme puesto el ejemplo.

Y es que no hay música más mágica para nuestros oídos que nuestro NOMBRE… es una especie de mantra personal. Desgraciadamente, no todo el mundo lo utiliza correctamente y para eso yo me pinto sola. Cuando me presentan a alguien, invariablemente le cambio el nombre o se lo complemento. Por ejemplo, si la persona se llama Dora, tengo que agregar “La Exploradora”, o si es Norma, le digo Norma Margarita. Eso es algo que mi papá solía hacer y se me quedó la costumbre. ¡Bueno, ni mis mascotas se escapan! Por ejemplo, cuando mi adorado gato Paco pasa cerca de mí, lo llamo para que venga:

—¡Paco…! Silencio en las bodegas…

—¡Francisco…! Probablemente voltea a verme, pero como todos los de su especie, la mayoría de las veces me ignora y sigue su camino. Entonces, no me queda más que cambiarle el nombre:

—¡Mamón…!

Jajajaja, eso no tiene que ver con lo que estaba escribiendo, ¿verdad? Pero bueno, volviendo al tema y para concluir, creo que es muy importante llamar a las personas por su nombre; es algo que no nos cuesta nada y sin embargo, significa todo. Respecto a los cambios, debemos asegurarnos que éstos no sean ofensivos y que la persona esté de acuerdo con que la llamemos así (ya me pueden ir diciendo si no les gusta como les digo, ¿eh?)

Y ahora sí, para despedirme, los dejo con esta frase de un gran conocedor de las relaciones humanas:

“No hay sonido más lindo que el nombre de uno”

Dale Carnegie

¡Abursito!!!

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