El primer año de gunistorias

DE MANTELES LARGOS

En la vida hay dos cosas importantes qué descubrir: las lecciones por aprender y la misión por realizar. Yo supe desde hace mucho tiempo cuáles eran algunas de mis lecciones: Cuidar lo que salga de mi boca, ya que soy especialista en meter la pata, y ser más paciente y tolerante. Esto último se me quedó muy grabado cuando leí  una frase en un libro que decía: “Paciencia y tolerancia: unas de las virtudes más importantes” (o algo así). Recuerdo que me impactaron tanto estas palabras, que le leí la frase a mi mamá, y me imagino que me llamaron mucho la atención porque era algo que yo tenía que desarrollar.

En cuanto a la misión, estoy convencida de que aquello que nos apasiona, nos acerca a ésta. En mi caso, mi pasión es escribir. He descubierto que tengo una necesidad por contar por escrito todo lo que sucede a mi alrededor, y cuando lo hago, lo disfruto muchísimo (soy una chismosa disfrazada, jajaja). Claro que no estudié para ser escritora, pero eso no me detiene.

Pues bien, esta escritora “wannabe” está hoy estoy de manteles largos, ya que hace un año nació mi segundo bebé literario: el blog www.gunistorias.com. Como sucede en muchas familias, éste no fue tan planeado como el primogénito (el libro “Mamá con Soda”), pero no por eso, es menos importante. 

Y es que desde hace muchos años me coqueteaba la idea de escribir. De hecho, hace poco me encontré una hoja escrita por mí cuando era adolescente. No recuerdo exactamente qué decía… solo sé que la rompí porque me caí gorda, ¡jajaja, pues sí! El escrito se sentía totalmente falso; no pude reconocerme en él, y eso –creo yo – es algo fundamental en cualquier cosa que hagamos. 

Hoy se cumple un año de ese segundo parto. ¡Ah, qué poco preparada estaba para ese gran paso! Al igual que escribir  y sacar a la luz un libro no es nada fácil (se necesita agarrar pluma y papel -o compu-, vaciar la mente de lo que en ésta nos remolinea, buscar quién lo publique o publicarlo uno mismo, hacer presentaciones y comenzar a venderlo), escribir un blog tampoco lo es…bueno, escribir en sí no lleva tanto tiempo, pero crear el blog son palabras mayores (a menos de que te quieras desprender de unos 500 dólares para que alguien más te lo haga).

Si bien es cierto que nos ha tocado vivir en una época en la que la tecnología está al alcance de todos, yo no tenía la menor idea de cómo crearlo. Aclaro: no es que me considere una inútil en cuestiones de computación, para nada… sin ser una experta, manejo varios programas y sé navegar en la red. ¡Ah, pero que no me pongan a programar o a hacer cosas que requieran más “ciber-coco”  porque ahí sí patino! De hecho, en “Mamá con Soda” hablo de eso, y con mi permiso, aquí les comparto un fragmento que prueba la dificultad que mi cerebro tiene para eso de la programación: 

“Pero no en todas las materias tuve tanta suerte como en Cálculo. Una de ellas era Programación. En ese tiempo las computadoras no venían con los programas ya instalados y las clases eran para aprender a hacerlos. Los dos primeros meses estuve feliz porque saqué 100 en el examen, ¡y cómo no, si era pura teoría! Después de eso empezamos a aplicar lenguajes. Pronto se llegaron los exámenes  ¡y…oh decepción, no alcancé el 70! Mi amiga Lilia (Liz Tavares) me acompañó al laboratorio para hablar con el maestro, y le pedí que por favor me subiera la calificación a 70. Obviamente el profesor no quiso hacerlo; entonces, sintiéndome totalmente frustrada, comencé a llorar. ¡El pobre no hallaba ni dónde meterse! Con lágrimas en los ojos, le dije que me había atrevido a pedirle eso porque, por más que me esforzaba, no le entendía nada a programación. De repente, me percaté que él traía puesto un sweater muy bonito, e inoportuna como siempre, le dije con la voz entrecortada: “Qué bonito sweater, profe…”, ¡jajaja, el inocente, todo cohibido, solo atinó a darme las gracias y a ponerme el 70! En ese momento me di cuenta de lo poco acertado de mi comentario, pero ya no podía hacer nada. Cuando salimos, mi amiga Lilia (Liz) no aguantó la risa y me dijo que me había visto muy obvia, pero yo le expliqué que no había sido esa mi intención, sino que realmente el sweater me había parecido muy bonito, ¡jajaja! ¡Gracias Ingeniero Hinostroza y gracias a todos mis demás maestros y maestras!”. 

Eso fue en el Tec, y durante toda mi carrera nunca aprendí a programar. La única vez que lo hice (con un programa específico) fue pocos años después, cuando trabajé como Ingeniero de Calidad en la maquiladora Cirmex.  Ahí, o aprendía DBase III, o me corrían…digo, nunca me lo pusieron así, pero el saber manejar el programa era una de la funciones de mi puesto. Mi jefe contrató a alguien para que nos entrenara a otros dos ingenieros y a mí durante varios sábados. Al principio parí chayotes, pero poco a poco fui agarrándole la onda. De algo sirvieron las veces me quedé hasta tarde en el trabajo, corriendo programas hasta obtener el resultado deseado.  Desgraciadamente, eso solo me ayudó con ese programa en particular, pues mi cerebro no siguió desarrollando esa habilidad. 

En fin, volviendo a lo del blog, una de mis queridas primas (Lucy Alonso), tuvo a bien darme una carrilla impresionante para que lo creara, por lo cual me dispuse a investigar cómo carambas se hacía eso. Pasé varias horas buscando en internet, y un día encontré “por casualidad” el sitio de un francés radicado en España (Franck Scipion – Ingresos al Cuadrado) que prometía ayudarme a crearlo (pongo lo de ‘por casualidad’ entre comillas, pues nada es casualidad, y curiosamente, esa vez que me topé con su blog, estaba buscando algo relacionado con mi mamá). El señor, muy amable, tenía un programa de varias semanas, en las que te iba guiando paso a paso sobre todos los aspectos de la creación de un blog. Seguí sus consejos, compré el dominio, el alojamiento, etc., y… y… y… me atoré, jajaja. Entonces recurrí al plan B: pedirle ayuda a mi puberto. Él es muy listillo para muchas cosas, especialmente para la computación, pero “en casa de herrero, cuchara de palo”: como él nunca había hecho un blog, y no le interesaba realmente ayudarme, de inmediato se dio por vencido. Seguía el plan C: pagarle a alguien. Por fortuna, di con el amigo de una amiga, quien me ayudó a terminar lo que ya había empezado y me dio el empujón para que mi primera publicación (‘post’) saliera a la luz. Creó una conexión con Facebook, pero como tuve que cambiar mi contraseña una vez que él hubiera acabado los arreglos, algunas cosas se vinieron abajo. No importaba… ¡yo estaba feliz de poder publicar y de que la gente me enviara sus comentarios! Meses después, mi bella colega, Mariana Narváez me ayudó a componer unos detallitos… ¡totalmente gratis!!!  

En este momento, el blog no es perfecto, pero esa no era mi intención al crearlo. Yo lo que quería era un sitio relativamente permanente (digo, más permanente que Facebook) para publicar mis escritos. Algunos de ustedes recordarán que al principio las publicaciones eran semanales, sin embargo tuve que espaciarlo una semana más. Preferí publicar con menor frecuencia que echar a la basura todo mi esfuerzo, o como dicen por ahí: “lento pero seguro”. Y aquí entra la cuarta lección que debo aprender: la constancia. ¿Cómo sé que necesito aprenderla? Porque es algo con lo que siempre he batallado… soy muy buena para inventar cosas, pero muy mala para hacerlas con regularidad. Este blog, al igual que un hijo de carne y hueso, no solo me da satisfacciones, sino también me ayuda a ser mejor. 

Para finalizar, puedo decirles, como toda mamá cuervo, que estoy encantada con mi bebé (bueno, con los dos). Muchas veces lo he dicho y lo seguiré diciendo: yo no estudié para ser escritora, así que gunistorias.com y mi Facebook son una especie de talleres virtuales, y  quienes me hacen el favor de leerme y retroalimentarme, mis grandes maestros. 

Vaya pues mi agradecimiento a todos aquellos que se han dado el tiempo de leer mis relatos, que se han tomado la molestia de contestar a mis escritos, ya sea en la propia publicación, o en mi Facebook, y/o que han recomendado el blog a otras personas.  

La neta, la neta, la neta… ¡Sin ustedes, las gunicharritas no serían nada!  

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Muchas gracias!!!!!!!!!

p.d. Y tú, ¿qué esperas para hacer lo que te apasiona?

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