EL PLACER DE SERVIR

Durante los últimos días he tenido la oportunidad de ayudar con las inscripciones en la escuela de mi hijo. No ha sido un trabajo pesado, pues únicamente he tenido que revisar que las personas traigan todas las formas requeridas y que éstas tengan la información correcta.

Es la primera vez que estoy del otro lado, brindando un servicio, y con agrado he visto que muy pocas personas se han molestado o ‘han hecho la chueca’, tanto de un lado como del otro.

El año pasado que me tocó inscribir a mi hijo fue un calvario, ya que era nuevo en esa escuela y el proceso era mucho más largo. Estuvimos ahí varias horas en la mañana y tuvimos que regresar en la tarde, claro que eso fue porque a mi hijo no le correspondía esa prepa, y a pesar de que habíamos solicitado la transferencia y ésta había sido aprobada, sus papeles fueron enviados a la otra escuela. Ya se imaginarán que yo estaba como agua para chocolate, y más cuando vi que algunas personas se metían en la fila. No sé si fui grosera con quienes me atendieron… ¡espero que no!  Me tocó ver  gente amable y gente no tan amable. Por eso, cuando este año recibí el correo electrónico solicitando voluntarios para las inscripciones, no dudé ni un segundo en anotarme.

Es muy interesante estar del otro lado de la barrera, uno puede mostrar o no todas las cualidades que le gustaría que tuvieran las personas que brindan un servicio. Por supuesto que yo traté de dar lo mejor cada día ayudando en lo posible a quienes tenían algún contratiempo, atendiéndolos con una sonrisa, y  poniéndome en sus zapatos. No sé si lo logré, pero para mí fue algo muy satisfactorio.

Al ver a algunas personas molestas,  me acordaba de lo que la Sra. Meléndez (Presidenta de la Sociedad Protectora de Animales de Delicias y la Región cuando yo vivía allá), le dijo una vez a una empleada que la trató mal: “A usted no le gusta su trabajo, ¿verdad? Eso es muy triste, ya que se refleja en su desempeño. A leguas se nota que usted es una buena persona, pero no está haciendo lo que le gusta, cambie de trabajo”… Como por arte de magia, la actitud de la señorita cambió. Y es que muchas veces las personas se sienten incomprendidas y solo necesitan que alguien les haga caso. Recordando eso, cuando devolvía a alguien porque no cumplía con los requisitos, les recordaba que desgraciadamente todos teníamos que cumplir con ellos y les decía que sentía mucho que tuvieran que dar tantas vueltas. Invariablemente, como con la señorita de la historia, les cambiaba la cara y se iban más contentos.

También recordaba el poema de Gabriela Mistral que estaba colgado en casa de mis papás cuando yo era niña (El Placer de Servir), y di gracias a Dios por este tipo de voluntariado que me permitió realmente servir a los demás. Y lo que es más padre, lo disfruté muchísimo…yo creo que en alguna vida anterior fui Secretaria, pues me encantó hacer ese trabajo.

En conclusión,  no importa de qué lado de la barrera estemos, procuremos siempre tratar a las personas con amabilidad y respeto, para que cuando Dios nos pregunte al final del día: ¿Serviste hoy?, podamos contestar con un sincero  ‘Sí’.

El Placer de Servir

      Toda naturaleza es un anhelo de servicio.
      Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
      Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
      Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
      Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.
      Sé el que aparta la piedra del camino, el odio entre los
      corazones y las dificultades del problema.

      Hay una alegría del ser sano y la de ser justo, pero hay,
      sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir.
      Qué triste sería el mundo si todo estuviera hecho,
      si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.

      Que no te llamen solamente los trabajos fáciles
     ¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!
      Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito
      con los grandes trabajos; hay pequeños servicios
      que son buenos servicios: ordenar una mesa, ordenar
      unos libros, peinar una niña.
      Aquel que critica, éste es el que destruye, tu sé el que sirve.
      El servir no es faena de seres inferiores.
      Dios que da el fruto y la luz, sirve. Pudiera
      llamarse así: “El que Sirve”.

      Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos
      pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién?
      ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?

Gabriela Mistral.

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