ESCOGIENDO MI FUNERAL

El otro día me puse a pensar cómo me gustaría que fuera mi funeral. Yo creo que son pocas las personas que dejan por escrito sus deseos al respecto, y sin ánimos de controlar a nadie, solo hay dos cosas que  me gustaría fueran diferentes: el color de la ropa y los arreglos florales.

Empezamos por el color. ¿Se han puesto a pensar por qué la gente se viste de negro en los funerales? Buscando un poquito en la red, encontré que hace muchísimos años, la gente pintaba su cuerpo de ese color para pasar inadvertidos ante el alma del muertito, porque tenía miedo que, no teniendo ya dónde vivir, el occiso buscara otro cuerpo y dijera ‘de aquí soy’. Esto tiene sentido, ya que los habitantes de algunas tribus africanas (cuya piel es muy obscura) se cubren con cenizas blancas. En los países budistas como India, Japón o China, sin embargo, el color del luto es el blanco. Para ellos, este color expresa la idea de “venir vacío, irse vacío”, aunque algunos dicen que es porque el blanco contrasta con la tez morena (en el caso de la India).

En lo personal, yo veo la muerte como algo hermoso… el paso hacia la luz, donde nos desprendemos de todo aquello que nos ata en la Tierra, por lo tanto, no veo por qué debemos vestirnos como si estuviéramos tristes… ¡al contrario! Me encantaría que la gente fuera a mi funeral vestida de colores alegres, ya que la luz clara es más alta en vibración y deja pasar la luz, pero si alguien no tiene ropa blanca o clara… ¡qué importa!!!

Recuerdo un funeral hermoso de un amigo de la escuela –Memo Casavantes, un tipazo-, que murió de cáncer. Yo no estuve cerca de él durante los meses previos a su fallecimiento, pero los que sí tuvieron esa oportunidad dicen que él, haciendo gala de una paz inmensa, los consolaba, en lugar de que fuera al revés. Su funeral fue muy concurrido, y los que lo acompañamos al panteón tuvimos que esperar a que su esposa saliera de la iglesia. Yo nunca había visto algo así. Ella, con un hermoso vestido beige, se subió a su Vochito llevando las cenizas de su amado esposo. Sin pompa ni ceremonia, solo paz y amor.

Desde entonces me atrajo la idea de ir de blanco a los funerales, aunque nunca lo he hecho. Bueno, más o menos… para el velorio de mi papá usé una camisa blanca con anaranjada, pues quería demostrar que estaba feliz porque mi querido Gordo ya no sufría más. Tal vez por eso una de mis primas –Carolina- cuando me vio, me dijo con una gran sonrisa: “¡Felicidaaades!”, e  inmediatamente se dio cuenta que estaba en un funeral y que aparentemente no era apropiado decir eso.  Se disculpó conmigo, pero las dos acabamos atacadas de la risa, pues fue muy gracioso y nada fuera de lugar, ya que ese gran ser que tuve como padre había terminado su misión y eso ameritaba una calurosa felicitación.

Y bueno, la segunda petición o deseo es que las personas en vez de gastarse una lana en una corona o un súper arreglo floral, solo manden una flor (sin florero porque si no luego que hace mi familia con tantos… mejor que alguien ponga uno mediano) y que el dinero que les sobre lo donen a alguien que lo necesite (cualquier asociación para el cuidado de ancianos, niños, animales, etc, o tal vez alguna persona que estuviera en apuros económicos, o por qué no, pueden adoptar un perrito o un gatito callejero). Tengan por seguro que esa solitaria flor representará mucho más que todos los arreglos florales del mundo y ustedes habrán puesto su granito de arena en la vida de alguien.

Así que ya lo saben. El día que yo deje mi cuerpo físico, hagan lo que les de su gana, pero si pueden y quieren, concédanme esos dos deseos. ¡Ah! Y no me saquen la garra frente al ataúd, recuerden que el oído es lo último que se pierde. Si lo hacen, se exponen a que les jale las patas, ¿eh?, jajaja, no se crean.

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